lunes, 11 de abril de 2016

Sadie. C.1 - La muerte de la bruja (parte 2)



Justina se entristeció con la dureza de las palabras de su hija, pero se conmovió con la despedida pues esas eran palabras que jamás le dijo en vida. Ella llegó a pensar que Sadie la odiaba pues rechazaba cualquier muestra de afecto y siempre estaba ignorándola.
Creía que era mejor si no leía las siguientes hojas, debería tan sólo afrontar que su  hija había muerto y dejarlo todo atrás; pero ella quería conocer la verdad, ¿por qué se había suicidado si lucía tan feliz? Tal vez por la desaparición de su novio por la que estaba tan trastornada pero eso no le pareció razón suficiente. Quizá esa carta era una broma cruel, alguien la había puesto ahí para molestarla, pero esa era la letra de Sadie…
Decidió leer el diario para averiguar la verdad y comprender al fin a su hija.

Miércoles 10 de Junio
La idea de un diario siempre me pareció de lo más absurda e infantil. Lo que imaginaba al escuchar esa palabra, diario, era a una niña de unos 10 años escribiendo en un tierno cuaderno con algunos dibujos estúpidos en la portada sobre el chico guapo que acababa de entrar a la escuela o sobre lo molesta que estaba porque no le habían consentido su último capricho.
Sin embargo la idea de poder desahogar lo que pasa por mi mente sin realmente decírselo a alguien me pareció bastante buena. Sobre todo luego del gran fiasco con aquel pervertido neurótico que seguramente compró su título.
Eso de ir con un psicólogo jamás habría sido algo que haría por voluntad propia, obviamente eso fue algo que Justina, mi madre, me obligó a hacer por influencia del ser que más he odiado, Rose Sanz. Ese es el ser infernal que le sugirió que debía llevarme con un psicólogo y peor aún fue ella quien le lavó el cerebro para se volviera una aleluya más.
Tuve que aguantar algunas sesiones pero ese neurótico no hacía nada más gritarme que era una niña consentida e inmadura que no era capaz de lidiar con el mundo y que mi vestuario enviaba mensajes erróneos a la gente, cuando no hacía eso me lanzaba miradas lujuriosas desde aquellos lentes redondos de fondo de botella que hacen que sus ojos se vean casi del doble del tamaño.
Luego de un par de sesiones dejé de ir pues no soportaba el asco que me provocaba. Unos cuantos días después, él fue a mi casa para hablar con Justina y decirle las conclusiones a las que había llegado con los pocos días de terapia, yo “accidentalmente” escuché la conversación. Le dijo que sólo era una niña caprichosa en busca de atención y que ya se me pasaría con el tiempo eso de vestirme de negro, “su hija sólo sigue una moda” le dijo, ¡ja!, imbécil de mierda. Al menos eso la tranquilizó y dejó de molestarme por un tiempo con ese asunto de las cicatrices en mis muñecas.
En fin, debido a la poca confiabilidad humana y a mi creciente misantropía he decidido iniciar este diario, para liberar mis demonios  y rellenar lagunas mentales que causa el alcohol.
Quién sabe, tal vez en un futuro las memorias de esta adolescente bipolar de 16 años sirvan de algo. Sí…para saber lo aburrida que fue mi vida antes de volverme una famosa escritora y de casarme con Jussi 69.

Domingo 14 de Junio
Por fin el martirio cotidiano acabó y tomaré un merecido descanso de todo este grupo de hipócritas e imbéciles. Serán otras vacaciones de aburrimiento y solitarias borracheras.
El viernes pasado los hipócritas me hablaron, comenzaron a decirme que no querían que estuviera sola y que me invitaban a una gran fiesta en casa de no sé quién. Seguramente los maestros volvieron a decirles que “no me rechazaran”.
Como fuera les dije que preferiría comerme mis ojos antes que ir a alguna fiesta suya y que si me decidía a ir sería para ponerle una bomba. No tardaron en mostrarse disgustados e irse. Jamás soportaría convivir con ellos fuera de la escuela, apenas si puedo hacerlo dentro de ella.
Sucedió algo extraño cuando todos se fueron, estoy segura de haber escuchado una voz que decía “¡Ve con ellos, debes ir!”, tal vez fue sólo mi imaginación pues no volví a escucharla.

Sábado 4 de Julio
Estas semanas de libertad han sido reconfortantes, el no ver al montón de imbéciles infrahumanos hace mi vida casi feliz. En casa la vida sigue siendo una mierda. Alfonso nunca está y Justina insiste en inculcarme su basura religiosa, ¡ja!, ¿realmente pretende que la escuche?, ilusa…
Ayer llegué bastante ebria a la casa, de nuevo tuve una romántica cita con mi amor Smirnoff en el tranquilo parque. Justina se alteró un poco y me dijo que eso no estaba bien visto a los ojos del Señor, ni siquiera puedo recordar lo que le dije  pero seguramente fue algo pagano pues de inmediato sacó su Biblia y  comenzó a leerme un pasaje.
No sé si fue el alcohol en mi organismo o las náuseas que me causó su fanatismo religioso lo que provocó que vomitara sobre su querido librito con la gracia que sólo podría tener Linda Blair. El pensar eso me causó una risa tremenda, pero por la expresión en su rostro asumí que ella no comprendió mi sentido del humor y preferí retirarme.

Domingo 5 de Julio
De nuevo estoy en el parque, es un sitio tan pacífico…lejos del ruido de este pueblo que pretende ser metrópoli. He tenido que refugiarme aquí ya que no quiero ver a Justina en un buen rato, muchas veces ha dicho o hecho cosas estúpidas pero esta supera a todas.
Salí a vagar un rato y decidí llegar temprano por una vez, subí a mi cuarto y lo que encontré ¡fue a un grupo de aleluyos exorcizándolo! Comencé a gritarles que dejaran mis cosas en paz y que se largaran enseguida, ellos me dijeron que eran por mi bien y bla, bla, bla…
Yo les dije muy amablemente que chingaran a su puta madre y salí de ahí arrojando al suelo todo lo que había a mi paso.
Ahora me quedaré escuchando música hasta que se me ocurra un mejor plan.

Justina recordaba bien ese día, le había contado a su pastor el incidente con la Biblia y él le dijo que seguramente Sadie estaba siendo influenciada por fuerzas del mal y que debían practicarle un exorcismo cuanto antes. Sabía que ella jamás accedería así que decidió que sólo exorcizaría sus cosas. Aprovechó un día en que su hija salió pues creyó que llegaría tarde como siempre; jamás pretendió hacerla enojar, tan sólo hacía lo que creía correcto.
Y vaya que se había enojado, lo que Sadie escribió no alcanzaba a describir lo que hizo, pues además de utilizar su completo léxico de groserías con un volumen exagerado arrojó cualquier objeto que encontró contra el suelo y las paredes, dejando varios floreros rotos así como un estéreo y una ventana. Siguió gritando como una verdadera posesa hasta que finalmente salió de la casa azotando la puerta de la cochera no sin antes golpearla contra el auto recién lavado de Alfonso.
También recordó como tuvo que llamar a la policía para que la buscaran y que por fin la encontraron en el parque muy alcoholizada cortándose las muñecas con trozos de una botella rota de vodka. Odiaba cuando hacía eso, al principio creyó que lo hacía por llamar la atención así que comenzó a pasar más tiempo con su hija pero obviamente eso no era lo que Sadie quería pues siempre le gritaba que la dejara en paz y se ponía aún más histérica si tan sólo se acercaba a su cuarto. Al pasar el tiempo las marcas en sus muñecas se extendieron a todo el brazo y lucían cada vez más profundas así que la obligó a visitar a un psicólogo pero dejó de ir tras un par de sesiones pues decía que él era un pervertido.
 Justina no estaba segura de continuar con la lectura de aquel cuaderno así que hizo la limpieza de la casa y preparó algo de comida; luego de un par de horas terminó y se obligó a seguir leyendo el diario.
                                                                                        
Domingo 12 de Julio
Extraño fin de semana, era de noche y de nuevo me dirigía al parque a pasar tiempo de calidad con mi querido Smirnoff pero pasé al lado de un edificio en el cual sonaba una melodía conocida “We're like two fingers of the same hand, beautiful strangers of the strange land…” era Betty Blue de The 69 Eyes, fue extraño saber que alguien escuchaba buena música en este pueblo, y fue aún más insólito notar que era una especie de local, seguramente sería un nuevo bar, su nombre “The Bleeding Morbid Cat”, con tal título la curiosidad me invadió y decidí que debía entrar.
Al cruzar la puerta había unas escaleras desde las cuales sólo se veía la tenue luz rojiza que iluminaba el lugar. No me entusiasmaba la idea de bajar puesto que no me agradaba frecuentar esa clase de sitios, el alcohol es muy caro pero sobre todo hay mucha gente, aun así la curiosidad era demasiado grande. Justo antes de bajar el primer escalón escuché nuevamente una voz,  esta vez era distinta - sonaba más convincente y racional - me decía “no bajes, él te hará daño, no debes bajar”. Miré a mi alrededor, no había nadie en esa calle, retrocedí un par de pasos asustada, ¿qué era esa voz? Me quedé parada sin hacer nada hasta que escuché una nueva voz que decía:
-¿Vas a pasar?
-¿Qué? -dije yo apenas notando que ahora hablaba con una persona de verdad, era un gótico, aparentemente le obstruía el paso.
-Que si vas a pasar o sólo te vas a quedar estorbando -pronunció molesto, al parecer no era una persona paciente.
-Me voy a quedar estorbando si quiero, pendejo.
Dijo algo entre dientes y pasó empujándome, luego de un momento hice caso omiso de la voz y bajé las escaleras, mi amigo el gótico estaba casi al final de la escalera y decidí regresarle el empujón con lo que cayó al suelo de rodillas, es una lástima que no hubiera estado más arriba. Seguramente algunos curiosos voltearon al escuchar tal estruendo (un gran inconveniente de las botas góticas, no son silenciosas) pero yo estaba muy entretenida con la extraña decoración como para notarlo.
El lugar era lo más raramente perfecto que jamás había visto aunque algo kitch por la combinación de elementos japoneses (lámparas y otras figuras ornamentales), hippies (las cortinas de cuentas que dividían las tres secciones del bar además del muy evidente olor a marihuana) y góticos (el extraño pero encantador mobiliario de estilo macabro). En las paredes había cuadros de diferentes pintores, reconocí un par de Dalí y una gran reproducción de The Daisy de Royo, bastante curioso.
Definitivamente era lo más parecido a un paraíso terrenal que jamás había visto. La mayor parte de las personas eran góticos, metaleros y punks aunque, al dirigirme hacia la barra para pedir un delicioso Bloody Mary, noté que en ese lugar alguien resaltaba entre la multitud pues era un maldito junior. Me pregunté qué hacía ahí y como era que nadie lo había golpeado aún.
Llegué a la barra y pedí mi Bloody Mary, el junior me sonreía, mi misantropía me indicaba que debía hacerle una seña obscena para borrarle esa sonrisilla o al menos ignorarlo pero contrario a eso le sonreí también, me dieron mi bebida rápidamente y fui a sentarme al rincón más alejado.
Luego de un rato llegó ese junior a sentarse junto a mí, debo admitir que para ser un junior era casi guapo, alto, grandes ojos verdes de largas pestañas, carnosos labios rosas, cabello oscuro y piel blanca lechosa, era bastante delgado pero en general no estaba mal, con ropa negra, cabello más largo y un poco de delineador quedaría casi decente.
-Hola, me llamo Jared -me dijo tendiéndome la mano con una sonrisa estúpida, yo lo vería con mi famoso gesto de “deja de estar chingando” y haría un comentario sarcástico felicitando a sus padres por lograr entrenarlo después de lo cual se ofendería y se largaría para no volver jamás.
-Sadie -las palabras brotaron de mi boca como si el plan del sarcasmo jamás hubiera pasado por mi mente y le di la mano, no tenía idea de que sucedía conmigo, sólo sabía que debía ahuyentar a ese intento fallido de Tom Sturridge  lo antes posible y quitarme esa sonrisa imbécil del rostro.
-Está bien, comprendo que no me quieras decir tu nombre, no me conoces, sólo quería decirte que me parece que eres muy bonita como para ser una darketa, ¿vienes sola? -¡y a mí me parece que quieres perder tus dientes al llamarme así idiota!, siempre odié esa maldita palabra “darketa”, ese tipo estaba ganándose una gran dosis de hostilidad pero lo único que pude contestar fue:
-Jaja, de verdad… así me llamo, y con respecto a tu pregunta -¡¿no ves a mis numerosos amigos imaginarios, imbécil?!– sí, vengo sola, ¿y tú? –le contesté aún con esa tonta sonrisa en los labios. Una cosa era contestarle de forma más o menos amable, pero incitarlo a continuar con la charla ya era demasiado, creo que tendré que hacerle una visita al pervertido neurótico.
-En serio, no importa, no me tienes que decir tu nombre y sí, yo también… -la mentira fue interrumpida por una voz tan familiar como fastidiosa.
-¡Jared! ¡Jared! Por fin amor, voy al baño dos minutos y desapareces –se trataba de Nancy Bowers, la oveja líder de mi amada escuela, un maniquí monstruoso de un metro ochenta de alto con el cabello mal teñido de rojo que por alguna extraña razón los hombres consideran atractivo. –Estoy harta de este lugar, está tan lleno de… ¡Freak! ¡Eres tú Freak! Sabía que debías estar por aquí esto es tan... ¡Tú! –Sí, esa perra superficial me hablaba a mí, con esa tonalidad tan desesperante que sólo me causaba ganas de golpearla, claro que no podía hacerlo, al menos no por el momento, así que sólo permanecí callada observándola fijamente.
-Ay Freak, tan expresiva como siempre. Jared, ¿nos vamos? Necesito estar con gente normal.
-Eh…sí claro, gusto en conocerte Sadie -dijo haciendo énfasis en mi nombre, al parecer aún no se lo creía, apenas si contuve mis ganas de reírme en su cara, esa frase no podría tratarse más que de sarcasmo siendo dirigida hacia mí, pero no había rastro alguno de ironía en su voz.

Jared…es estúpido pero no puedo sacarme ese nombre de la cabeza, Jared…Jared.

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