lunes, 16 de junio de 2014

Lolita (parte 2)

Entró al baño, el cual conectaba su pequeña sala de torturas con su propia habitación, cerró con doble cerrojo el acceso y tomó una rápida ducha antes de acceder a su cuarto. Escogió el primer atuendo que encontró y dio un fugaz vistazo en el espejo, su apariencia resultaba sumamente ordinaria, cabello castaño que apenas le llegaba a los hombros, estatura promedio, peso promedio, no era una belleza pero estaba lejos resultar desagradable, se mezclaba bien entre la multitud y eso era conveniente.
A pesar de su hobbie de fin de semana sabía aparentar normalidad, nunca transformaba en presas a sus compañeros de aula por más tentador que resultara, ni siquiera para aquellos encuentros de “sexo normal” que tenía a menudo a causa de su ninfomanía, sí, ella también era esclava de sus instintos terrenales. Era algo que simplemente no podía evitar, había descubierto la masturbación a los 8 años y no la había abandonado desde entonces, aunque por supuesto, con tantas presas disponibles ya no le era tan necesaria. Además Internet lo simplificaba todo, había miles de sitios dedicados a “conocer” personas, llenas de hombres y mujeres, solitarios y desesperados por un poco de atención.
No, no todos terminaban en la sala de torturas, tan sólo los que desquiciaban a Lolita, aquellos cuyas vidas no parecían tener sentido, aquellos que nadie extrañaría y que incluso su ausencia beneficiaría al mundo. De ellos apenas el 20% eran mujeres, díganle feminista, lesbiana o lo que gusten, pero a ella no le gustaba asesinar mujeres aunque de vez en cuando conocía a alguna que lo pedía a gritos.
Odiaba la escuela, odiaba no tener a alguien con quien poder hablar de su hobbie y sus perversos pensamientos, alguien a quién decirle “Hey, ¿ya viste a ese chico? Me encantaría darle por el culo hasta escucharlo gritar, destazarlo y conservar su cabeza disecada sobre mi cama.” Pero no, nadie podría entenderla.
Aún recordaba vívidamente cuando fue sorprendida por su madre jugando inapropiadamente con sus muñecos y como le explicó exasperada que no era normal que Barbie embutiera su mano en el trasero de Ken, la pequeña Lolita había usado el gesto más tierno de su repertorio pero en esa ocasión no funcionó y Santa no volvió a traerle muñecos, jamás. Un par de años más tarde, gracias a Internet, descubrió que su madre se equivocaba y que para algunos aquello sí era normal.
La clase era sumamente aburrida y prefirió concentrarse en uno de sus pasatiempos preferidos, calcular la longitud de los penes de los chicos del aula, había desarrollado un método que rara vez fallaba, examinar el tamaño de sus manos, pies y rasgos faciales, un hombre podía tener manos gigantescas pero si todos sus rasgos eran pequeños podría llevarse una gran decepción, en cambio si poseía una nariz larga o grande podía tener un muy buen trozo de carne entre las piernas.
Su rápido escaneo la llevó a la conclusión de que el mejor dotado debía ser Mateo, un sujeto introvertido de cabellera alborotada, demasiado delgado pero que cumplía perfectamente con las características necesarias, lo recorrió lentamente con la mirada imaginando como se vería completamente desnudo, en cuclillas con las muñecas atadas a los tobillos y los ojos vendados, su pecho moviéndose agitadamente por el temor y a pesar de eso su enorme falo presentando una gigantesca erección. Lo abofetearía con fuerza para comenzar, pisaría sus delgadas piernas con sus tacones de aguja hasta hacerlo sangrar, se colocaría detrás de él mordiendo con fuerza su cuello introduciendo un dildo en su ano sintiendo la resistencia de esa pequeña cavidad no explorada…

Detuvo aquella visión, era demasiado, salió del aula y se dirigió directamente al baño, bajó sus pantalones y ropa interior en tiempo récord, buscó en su bolsa hasta encontrar el pequeño vibrador que llevaba siempre para esos casos de emergencia, lo encendió y recorrió con él su clítoris ya bastante excitado, lo deslizó hacia su húmeda vagina y lo movió frenéticamente adentro y afuera conteniendo sus gemidos para no ser descubierta hasta conseguir un orgasmo apresurado que no la satisfizo del todo pero al menos la mantendría controlada unas horas.

Lolita (parte 3)

Regresó a su hogar ardiendo en deseo, era una sensación tan intensa que a veces se preguntaba si las demás personas podrían percibirlo, si su excitación resultaba tan obvia como la de los animales en celo y si algún día se aparecería un amable caballero a olfatearla y penetrarla en la vía pública, sería divertido.
Recordó que en algún tiempo solía salir por las noches con ropa diminuta para conseguir sexo, siempre funcionaba pero las parejas que obtenía raramente la satisfacían físicamente y dejó de hacerlo definitivamente cuando fue atacada por un grupo de cinco sujetos que la violaron y la golpearon hasta la inconciencia, entendía la parte sexual, ¿pero por qué la violencia? Ella estaba bastante dispuesta a cooperar…
Cuando se le contó a su madre sus únicas palabras fueron “¿Sigues tomando la píldora?”, Lolita la tomaba desde sus primeros encuentros sexuales a los trece años así que la respuesta fue afirmativa y su madre no volvió a tocar el tema; así eran las cosas en su familia, las cosas simplemente no se hablaban más allá de lo que creían necesario.
Pero bah…no había tiempo de divagaciones sentimentaloides, ingresó a un video chat y comenzó a buscar una buena víct…pareja sexual, el elegido fue un andrógino chico rastudo con un gran tatuaje sobre su hombro derecho que dijo disfrutar del sexo rudo, lo citó en un hotel a veinte minutos de su casa y corrió al encuentro con una bolsa que tenía preparada para aquellas ocasiones.
No tuvo que esperar pues al llegar, el joven ya estaba fuera del hotel, al verlo notó algo terrible, tenía manos sumamente pequeñas, rogó porque fuera la excepción a su sistema e ingresaron sin que ella pudiera dejar de mirar con preocupación sus delicadas manos.
Al entrar a la habitación Lolita se quitó rápidamente su camiseta y sus pantalones y comenzó a besar pasionalmente al andrógino, recorriendo su suave piel con sus manos, él se sentó sobre la cama y ella sobre él moviendo su cadera circularmente, preocupantemente no sintió absolutamente nada, por supuesto sentía los pliegues de los pantalones del rastudo pero ahí no se sentía ningún bulto de carne palpitante listo para penetrarla.
Alarmada, Lolita se arrodilló frente a la cama, bajó el cierre de los pantalones de su compañero para retirarlos con facilidad, luego lentamente lo despojó de sus bóxers encontrándose con lo que temía, un pequeño y flácido pene. Sus ímpetus sexuales no serían saciados por aquella miniatura ni siquiera si conseguía lograr una erección, así que decidió cambiar el plan.
-Me dijiste que te gusta el sexo rudo, ¿verdad?
-Claro –sonrío él entusiasmado.
Lolita extrajo tres pares de esposas de su bolsa e inmovilizó a su compañero dejando el brazo derecho libre y de nuevo tomó un objeto de su bolsa que el andrógino no podía ver.
-Hey, olvidas una mano –dijo él mientras movía los dedos.
-No, tú tendrás que olvidarte de una mano –respondió Lolita sujetando su muñeca fuertemente sobre la cama y dejando caer sobre ella un cuchillo de carnicero cortando de tajo su mano, ocasionando una inminente hemorragia que teñía todo de un hermoso rojo.
Lolita se quitó la ropa interior, abrió las piernas e introdujo el ensangrentado muñón dentro de su vagina, el andrógino  no paraba de gritar cosas incoherentes  así que clavó el cuchillo sobre su rostro múltiples veces mientras ascendía y descendía rítmicamente por aquella mutilada extremidad, nunca había sido penetrada por algo de aquella dimensión y lo estaba disfrutando en demasía, la forma en que la llenaba por completo y la sangre que se deslizaba entre sus muslos como pequeños besos húmedos, era delirante y alcanzó un ruidoso éxtasis.

Se recostó junto al cadáver, el cual aún tenía el cuchillo enterrado en el rostro, un par de minutos disfrutando del estupor post orgásmico antes de tomar una ducha, guardar sus utensilios y volver a su hogar, aún tenía una habitación que limpiar.

domingo, 8 de junio de 2014

El burdel de las parafilias. Capítulo 2: Rompiendo protocolos


Lolicon8: Sé de un lugar donde puedes cumplir tu fantasía.
Putrid-doll: ¿Enserio? ¿Dónde?
Lolicon8: En el centro, es un burdel clandestino.
Putrid-doll: ¿Un burdel? ¿Y cuánto cobran? Sabes que aun dependo del dinero de mis padres.
Lolicon8: No te preocupes por el dinero, digamos que pagas en especie…
Putrid-doll: Eso no suena bien…
Lolicon8: ¿Qué tanto deseas hacerlo?
Putrid-doll: Touché, valdría la pena aunque terminara como la chica de réquiem por un sueño.
Lolicon8: Sólo un consejo…excédete, desquita tu pago al máximo y no te arrepentirás.
Putrid-doll: Me conoces, sabes que lo haré, dame la dirección.
Él se la escribió enseguida con una breve descripción del lugar y le indicó que preguntara por Liss, tras pocos minutos de charla intrascendental sobre sus filias, ambos se desconectaron. El nick “putrid-doll” pertenece a Jennifer Díaz, una adolescente de quince años, decir que es aficionada al gore sería poco, lo indicado sería decir que tiene una obsesión con él; está suscrita a cuantas páginas al respecto ha encontrado y no simplemente disfruta mirar personas cortadas en dos, decapitadas o con la materia gris fuera del cráneo si no que le genera una seria excitación. Creyó que todo se limitaba al morbo, sin embargo comprobó lo contrario durante una visita escolar a la morgue, tras algunos minutos de contemplación de aquel cadáver masculino con los intestinos expuestos tuvo que correr al baño a masturbarse para no saltar sobre él y su verduzco cuerpo. 
Al leer las palabras de Lolicon8 (no tenía ni la mínima idea de cuál era su nombre verdadero) supo que tendría que visitar aquel lugar esa misma noche; guardó en su mochila una serie de artículos que pensó que podría utilizar: un atuendo de dominatrix, un par de botas de piel con plataforma alta y su amada katana sumamente afilada que su madre no consiguió prohibirle comprar; esperó a que sus padres se durmieran y salió sigilosamente por la ventana como tantas veces lo había hecho antes cuando deseaba irse de juerga sin su consentimiento.
Le resultó sencillo localizar el viejo edificio con la descripción de Lolicon8, habló con la anciana, cruzó por el pasillo abandonado y descendió las escaleras encontrándose con la orgía. Ya que no poseía una buena vista se acercó a observar de cerca aquella masa gimiente, penetraciones por aquí, lengüetazos por allá, sin duda resultaría excitante para un visitante común sin embargo era demasiado ordinario para su gusto.
Una atractiva joven de escasa vestimenta se acercó a ella con una charola repleta de dulces, lo cual le resultó bastante curioso en un lugar así, sin embargo los dulces eran una de sus mayores debilidades.
-¿Qué tienen? –preguntó ella suspicaz asumiendo que tendrían alcohol o droga.
-Las paletas son de pene cubierto con chocolate, los caramelos de limón con relleno de ojo en el centro y los bombones tienen sesos –dijo ella con total naturalidad, Jennifer pensó que ella bromeaba pero no la cuestionó, tomó una paleta, varios dulces y algunos bombones; lo primero que comió fue la paleta descubriendo que era real y la disfrutó como ninguna golosina en su vida.
Estaba tan absorta comiendo aquellos dulces caníbales que se había distraído por un momento de su propósito en ese lugar, sin embargó apareció una mujer de al menos un metro ochenta de alto, de cabello oscuro, figura esbelta y rasgos europeos que la regresó a su misión.
-Vaya, nunca había visto una mujer tan joven por aquí.
-¿Tú eres Liss? –preguntó Jennifer disimulando hábilmente lo intimidada que estaba por su estatura y su belleza.
-Exactamente, supongo que viniste a hablar de negocios –pronunció tras lo cual la condujo a su oficina.
-Tengo entendido que pueden cumplir cualquier parafilia.
-Así es, cualquiera en absoluto. ¿Y cuál es la parafilia de una jovencita como tú?
-¿Tiene a la mano una libreta para tomar notas?
-No es necesario, tengo una memoria excelente.
-Espero que así sea. Quiero seis personas, tres hombres: todos de más de un metro ochenta, piel clara, cabello oscuro, penes mayores a dieciocho centímetros, delgados pero bastante fuertes, atractivos, masoquistas, de entre diecisiete y veinte años, tres mujeres: que no midan más de un metro setenta, piel clara, delgadas, hermosas, igualmente masoquistas, entre catorce y diecisiete años; todos sumisos y desnudos, necesito un cuarto con una tina amplia llena de sangre tibia, una cama grande, una silla ostentosa (de poder proporcionarme un trono sería excelente), unas cuerdas bastante  resistentes y un juego de cuchillos afilados.
-¿Eso es todo? –preguntó Liss ligeramente sorprendida por las exigencias de aquella joven. Jennifer respondió afirmativamente y su interlocutora le proporcionó dos catálogos, uno de mujeres y uno de hombres para que escogiera su harem, los contempló un par de minutos y soltó un suspiró.
-Esto de los catálogos no me agrada, son sólo fotografías y datos al azar, preferiría escoger a mis chicos en persona –pronunció arrojándolos al escritorio de Liss. 
-Tenemos alrededor de trescientas personas que cumplen con tu descripción, ¿piensas verlos a todos? –Jennifer fantaseó un momento con encontrarse rodeada de una multitud de personas hermosas entre las cuales elegir, sin embargo resultaba poco práctico y debía volver a su casa antes de que sus padres despertaran.
-Tráeme lo mejor que tengas, diez hombres y diez mujeres, tu mejor material.
-Puedo asegurarte que todo lo que tenemos es excelente “material” –dijo Liss  acentuando burlonamente esa última palabra.
-Bien, entonces no te costará elegir veinte.
-Rob, trae a diez chicos del grupo AD201 y a diez chicas del grupo TD104 no mayores a un metro setenta. Sí, ahora, a mi oficina, –telefoneó rápidamente– estarán aquí en cinco minutos –respondió ella amable.
-La persona que me recomendó este sitio me mencionó que cobraban en especie, de acuerdo a la fantasía a cumplir, en ese caso, ¿cuál será el precio por la mía?
-El precio nunca se menciona antes de cumplir sus peticiones, no queremos asustar a los clientes, además ¿no valdría cualquier precio cumplir su fantasía?
-OK, no insistiré con eso, pero tengo otra pregunta, si nunca le cobran un centavo a sus clientes, ¿de dónde obtienen recursos para seguir manteniendo el negocio?
-Aunque no lo parezca éste es un negocio bastante rentable y tenemos muchas otras formas de sustentarnos.
Justo al terminar esa frase apareció Rob con la ansiada petición de Jennifer; Liss tenía razón, todo era excelente material, tanto que Jennifer consideró por un momento cambiar su trato y conservarlos a todos. Sin embargo la parte de la elección iba a disfrutarla también. Los observó a grandes rasgos y confirmó que todos entraban en su descripción.
-Me decepcionas, ¿cómo pretendes que los elija en estas condiciones? –dijo ante la sorpresa de Liss que no parecía entender a qué se refería- ¡Están vestidos! No podría estar segura de hacer una buena elección de esta manera –ella le dio la razón y les ordenó que se desnudaran, todos obedecieron sin titubear, Jennifer los examinó atentamente, todos eran tan bellos y perfectos que tuvo que ir desechándolos por nimiedades hasta que por fin se quedó con seis elegidos: Vanessa Aime, Daniel Cifer, Viri Luna, Sally Mayer, Said Barrera y Eduardo Flores. Se les ordenó que se retiraran y Jennifer lamentó esto, pero sabía que pronto serían suyos.
-Tendremos tu habitación dentro de una hora, te ofrecería unirte a la orgía que presenciaste al llegar pero dados tus gustos me parece que la sala dos te resultará más interesante, sígueme.
Liss la llevó a lo que parecía un club fetichista (aunque de haber sido un hombre mayor de inmediato lo habría tomado como un men’s club) música electrónica hacía retumbar las paredes, del techo pendían un par de jaulas en las que bailaban mujeres que devoraban partes de cuerpos humanos, algunas personas se acercaban a ellas y eran salpicadas de sangre; al fondo del lugar había una escenario, por lo cual Jennifer se imaginó que en algún momento habría música en vivo o algo similar.
-Hoy tenemos un buen show, disfrútalo.- dijo Liss antes de retirarse.
No transcurrieron ni diez minutos antes de que en aquel escenario aparecieran tres mujeres en corsets y faldas diminutas: una pelirroja de cabello corto bastante alta y voluptuosa que tenía un aire salvaje, una castaña de cabello largo de baja estatura que expelía sensualidad por cada poro y una rubia delgada y alta que emitía cierta timidez en sus movimientos, estaban contoneándose al ritmo de “Thunderkiss 65” tan eróticamente que Jennifer no pudo evitar reaccionar como todos los presentes y se acercó al escenario a mirarlas de cerca; un insulso hombre visiblemente alcoholizado tocó descaradamente el trasero de la castaña que intercambió sonrisas con las demás bailarinas y procedió a invitar a aquel hombre a subir al escenario mostrándole una silla en él.
Las tres bailarinas lo ataron firmemente a la silla y la pelirroja le realizó un breve lap dance que lo convirtió en el hombre más odiado del lugar, aun moviéndose al ritmo de la música se agachó frente a él, le desabotonó la camisa, lamió su abdomen desnudo y comenzó a arrancarle la piel con sus afilados dientes, con las manos se abrió paso en aquel cuerpo que se retorcía convulsivamente y le extrajo los intestinos que arrojó al público, el cual gritaba extasiado incluida Jennifer que había disfrutado el show en demasía. 
La pelirroja caderona se acercó a lo que solía ser un hombre, extrajo un cuchillo de su liguero y comenzó a decapitarlo mientras las otras bailarinas continuaban moviéndose al ritmo de la música (que ahora era “Shake your blood”), cuando por fin desprendió la cabeza la ofreció al público que gritaba y se empujaba para conseguirla; Jennifer ni siquiera lo intentó, le hubiera encantado tenerla pero sería difícil explicarle a sus padres como la había obtenido.
Finalmente pelirroja arrojó la cabeza dejando que el público peleara por ella para luego desaparecer tras el escenario junto con las demás bailarinas y un par de hombres recogieron el resto del cadáver, ahora Jennifer tenía una idea de cómo obtenían los materiales para realizar aquellas golosinas.
-¿Jennifer Díaz? –le preguntó una hermosa joven que llevaba un traje de maid y ella asintió–. Su habitación está lista, es la -105 – dijo entregándole la llave, era antigua, grande y pesada, con el número grabado en ella.
La maid la condujo un piso más abajo, parecía llevarla a una mazmorra antigua, pasaron por algunas puertas todas con números negativos hasta que llegaron a la -105, era una puerta de madera que lucía perteneciente a un monasterio.
-Que lo disfrute –dijo la maid alejándose de prisa.
Jennifer tomó su pesada llave y abrió la puerta ansiosa. Ahí se encontró con sus seis elegidos, examinó la habitación comprobando que contaba con todas sus exigencias además de un gran espejo que ocupaba casi una pared completa, contempló particularmente embelesada la tina llena de líquido rojizo y ansió zambullirse en ella enseguida, pero dominó sus impulsos. Regresó a observar a sus hermosos esclavos pensando cual sería el indicado para su primera acción, los recorrió lentamente con la mirada y finalmente se decidió por Viri, su rostro amigable y tierno le indicó que ella era la adecuada. 
Le ordenó a Said y a Eduardo que la colgaran paralelamente sobre la tina mientras Vanessa y Sally la desnudaban, tomó su katana y se introdujo en la tina, con ambas manos tomó un poco del líquido que contenía y se lo llevó a los labios verificando complacida que era sangre; acercó su rostro al de esa bella mujer colgante y la besó intensamente dejando una mancha escarlata en sus labios.
Volvió a recostarse en la tina y comenzó a recorrer el cuerpo de Viri con la katana desde los pies hasta llegar a sus pechos, con un movimiento rápido cortó uno de ellos que cayó directamente en la tina, ella soltó un grito de dolor y se retorció intentando liberarse de sus ataduras lo que divirtió a Jennifer y la incitó a mutilarle el otro pecho ocasionando un nuevo alarido y salpicándola de sangre; finalmente tomó la katana y le realizó un profundo corte en el abdomen causando que sus vísceras cayeran por doquier.
Jugueteó con aquellas entrañas cual si se tratara de una niña con su patito de hule e incluso se colocó una fracción de intestino alrededor del cuello a manera de bufanda, cuando volvió de su abstracción notó que Daniel la miraba con una notoria erección.
-¿Acaso te excita la sangre? –le preguntó a él curiosa.
-Sí ama, y más cuando la porta una mujer tan hermosa como usted.
Entusiasmada por esas palabras le indicó que se uniera a ella en la tina, a lo que él obedeció enseguida, se colocó sobre su miembro erecto y lo ahorcó ligeramente con los intestinos mientras movía su cadera de arriba abajo enérgicamente; el mirarlo cubierto de sangre y con ese tono violáceo que comenzaba a tomar debido a la falta de oxígeno la excitó excesivamente así que tomó su cabeza y comenzó a azotarla contra la orilla de la tina mientras tenía el mayor orgasmo de su corta vida, cuando por fin se detuvo notó que el cráneo de Daniel se había roto y sus sesos se esparcían por el suelo. Miró su mórbido rostro y lo besó ávidamente mientras introducía su mano por el hueco de su cráneo sintiendo sus sesos.
Salió de la tina y le ordenó a sus cuatro esclavos restantes que limpiaran la sangre de su cuerpo utilizando sus lenguas, mandato que cumplieron a la perfección. Se atavió con el atuendo de dominatrix y las botas altas. Tomó de nuevo su katana y se acercó determinadamente al rígido cuerpo de Daniel para cortarle una mano, dejó el arma y caminó a Sally que la miraba provocativamente, la tomó bruscamente por el cuello y mordió sus hombros con fuerza haciendo que gimiera de placer mientras comenzó a masturbarla con la cercenada extremidad de Daniel, cuando notó que la chica estaba completamente extasiada tomó un cuchillo y lo deslizó hábilmente por el lado izquierdo del pecho de Sally, introdujo su mano en la herida y extrajo su corazón el cual aún latió un par de veces fuera del cuerpo, ella cayó muerta al instante y Jennifer mordisqueó aquel corazón lúbricamente.
Se acercó felinamente a Eduardo que contemplaba con suma atención aquella escena, se inclinó ante él e introdujo su miembro en su boca, recorriéndolo con su lengua. Le indicó a Said que colocara el mango de su katana en alguna rendija del suelo de manera de que ésta quedara tan firme como una delgada columna y mientras él obedecía ella prosiguió con su virtuoso fellatio para alguien de su edad.
Cuando su mandato fue cumplido ordenó que ataran de pies y manos a Eduardo y que fuera empalado sobre su afilada arma, la sangre brotó abundante de su ano y él aulló de dolor tratando de librarse de aquella dolorosa tortura, sin embargo (ante la gran sorpresa de Jennifer) la erección permanecía en ese atormentado cuerpo así que ella saltó sobre Eduardo, sosteniéndose en sus hombros y moviendo su pelvis sobre aquella fuerte erección causando que la katana penetrara más dentro de aquel cuerpo hasta que por fin salió destrozando el ojo derecho de Eduardo, Jennifer besó su boca ensangrentada y lamió su ojo izquierdo logrando un segundo orgasmo.
Se retiró de aquel cuerpo y miró a sus dos esclavos restantes, se acercó a Vanessa y la condujo a la gran cama antigua atándola de brazos y piernas a las columnas que sobresalían, tomó uno de los cuchillos colocándose sobre ella, ordenó a Said que la penetrara mientras ella realizaba profundos cortes en el cuerpo de Vanessa lamiendo la sangre brotante, procedió a lamer su vagina gustosamente sin dejar de recorrer su cuerpo con el cuchillo causando que gimiera de placer y dolor. Jennifer se detuvo un momento y la miró, ni aún cubierta de cicatrices perdía su belleza y sintió una gran envidia; ordenó a Said que sostuviera esa hermosa cabeza mientras ella desollaba su rostro, Vanessa forcejó inútilmente y Jennifer cumplió su misión, tomó ese rostro y lo colocó sobre el suyo, se miró en el espejo y quedó complacida.
Notó que la rendija que sostenía su katana se había roto debido al peso dejando caer el cuerpo empalado de Eduardo así que se acercó a él y extrajo su arma ensangrentada, se sentó en el majestuoso trono que le habían proporcionado y obligó a Said a que se arrodillara frente ella y le realizara sexo oral, sostuvo su cabeza mientras se retorcía ligeramente de placer, tomó la katana y cuando alcanzó el clímax por tercera vez decapitó a Said, mantuvo aquella cabeza contra su pelvis hasta que el éxtasis terminó, luego la tomó con ambas manos y la besó febrilmente.
Miró a su alrededor contemplando todos los cadáveres que había dejado y sonrió complacida, imaginó todo lo que podría hacer con ellos, sin embargo estaba por amanecer y debía volver a su casa. Se dio una rápida ducha, se cambió de ropa, limpió su katana y se dirigió melancólicamente a la puerta, dándole un último vistazo a los despojos humanos hasta que se decidió a salir. Tras la puerta estaba la adorable maid de nuevo.
-¿Fue lo que esperaba? –le preguntó.
- Sí, aunque creo que podría haberlo hecho mejor. Supongo que estás aquí para hablar del pago –dijo ella resignándose.
-No exactamente, Liss le envía esto –dijo entregándole un sobre que Jennifer abrió esperando ver una cuenta con muchos ceros a la derecha. Sin embargo se trataba de dos hojas escritas a mano que leyó a grandes rasgos, captó algo sobre su gran creatividad y potencial que podrían ser explotados, además de una disculpa por tener que asuntarse y una ostentosa firma al final: Alyssa Romanova.
-¿Qué es esto? –preguntó Jennifer sin entender.

-Una oferta de trabajo.



sábado, 7 de junio de 2014

LA NINFA Y EL SÁTIRO


La ninfa había cedido
Ante las mieles del amor
Pero se volvieron tan amargas
Que quiso olvidar su sabor,

Seré un súcubo pensó
Me saciaré con placeres banales
En cuerpos gloriosos y joviales.

El plan funcionó a la perfección
Hasta que conoció a su perdición,
Un sátiro enorme y arrogante
Que la conquistó con su tono galante.

La ninfa ha caído en el hechizo
De sus felinos ojos, de su gruesa voz,
Y no quiere ser salvada
De aquél sadismo y perversión

Al que el sátiro la devolvió.

jueves, 5 de junio de 2014

M+M: Romance, sangre y m&m’s


Todos tienen un alma gemela, simplemente hay que abrir bien los ojos para encontrarla, o en el caso de Marcus, agudizar el oído. Se encontraba en un bar  festejando su primer fin  de semana libre tras salvarse de una acusación de asesinato, él por supuesto era culpable pero afortunadamente nadie pudo comprobarlo. Así que ahí estaba Marcus, de veinticuatro años, uno noventa y ocho de estatura, ciento quince kilos bien proporcionados, brazos tatuados, cabellera larga y tosco rostro; culpable de ocho asesinatos y sin embargo libre, bebiendo una Heineken helada mientras escuchaba la conversación de un par de chicas sentadas junto a él en la barra.
-Es sólo otro pendejo, supéralo, alcoholízate y ten sexo salvaje con algún desconocido.
-¡Me engañó con mi mejor amiga! ¡No quiero olvidarlo, quiero empalarlo y cortarle los malditos testículos mientras le arrojo ácido en la cara a esa puta! ¡Eso quiero! Y sólo entonces podré embriagarme y hacer una maldita orgía entre sus agonizantes cuerpos ardiendo en llamas.
                Esas sádicas palabras causaron curiosidad en Marcus que quiso descubrir quien las vociferaba, esperaba observar un esperpento que haría comprensible la infidelidad, sin embargo se encontró con lo que le pareció un pequeño y hermoso ángel de largo cabello castaño con una playera de Motorhead que lo dejó estupefacto, le pareció un ser incorruptible que no podía pertenecer a este mundo, claro, hasta que abrió la boca de nuevo.
-¿Y tú que me ves mastodonte? – pronunció ella molesta mientras su amiga le susurraba al oído que lo dejara en paz. Tras aquella hostilidad Marcus perdió el embeleso pero no el interés.
-Dudo que seas capaz de matar a alguien niña, seguramente si vieras un cadáver vomitarías. – dijo él calmado sin soltar su cerveza, ella de inmediato se levantó de su asiento y caminó hacia él indignada, empujando a su amiga que trataba de detenerla.
-Tú no sabes nada de mi imbécil, así que cállate antes de que te golpeé. – Marcus apenas contuvo su risa y se levantó, irguiéndose por completo en sus casi dos metros de altura, su físico normalmente era suficiente para intimidar a cualquiera, sin embargo esta mujer se quedó frente a él alzando la cabeza para seguir viéndolo a la cara desde cuarenta centímetros abajo.
-¿Crees que me intimidas? – Marcus no tuvo tiempo de responder pues la chica pateó su entrepierna y cuando él se dobló de dolor le propinó un fuerte puñetazo en la cara.
                Su amiga la jaló del brazo rápidamente intentando sacarla del bar antes de que ese hombre reaccionara pero no lo logró, Marcus corrió hacia ellas, le dio un empujón a su amiga y tomó a la fan de Motorhead del cuello azotándola contra la pared, ella no intentó liberarse, se quedó mirándolo fijamente a los ojos, retándolo; él alzó su gigantesco puño sobre la cara de la chica, la miró, no había rastro de temor en su bello rostro, no la intimidaba, la amó por eso y la soltó. Ella lo jaló por una larga cadena que pendía de su cuello, fue tan inesperado que cedió fácilmente y cuando la castaña lo tuvo a su altura lo besó lívidamente para luego empujarlo y encaminarse fuera del bar con su amiga. Él salió corriendo tras ella.
-¿Cómo te llamas? – le gritó.
-Melina. – respondió ella sin dejar de caminar por el estacionamiento junto a su amiga, a él aquel nombre le resultó casi musical.
- ¿Podemos salir algún día?
-Claro, si te deshaces del pendejo de mi ex – dijo ella justo antes de entrar a su auto y desaparecer del lugar.
                Marcus la siguió aquella noche y varias después, tras una semana sabía que Melina era la mujer de sus sueños (impredecible, independiente, sádica) y tras quince días ella recibió el aparato reproductor de su ex novio con una foto adjunta del cadáver mutilado, ella observó aquel extraño obsequio y soltó una sonora carcajada; al poco tiempo sonó su timbre, Marcus estaba parado frente a su puerta con un ramo de rosas blancas bañadas en sangre; Melina literalmente saltó sobre él de entusiasmo y agradecimiento. Tras una tarde de sexo maratónico, charlas cortas, pizza y cervezas ellos supieron que eran el uno para el otro.
                Melina había asesinado a su madre a los doce años haciéndolo parecer un suicidio, tras eso había ocasionado otros siete “suicidios”, cuatro de ellos con sus propias manos y tres fueron novios suyos a los que maltrató tanto psicológicamente que prefirieron la muerte. Al haber cometido ambos ocho asesinatos hasta entonces tomaron aquel como su número de la suerte.
                El cruel asesino en serie ahora enamorado sabía que la policía no tardaría en averiguar que habían dejado en libertad a un hombre culpable, tenían que huir de aquella ciudad pronto, le pidió a su amada que lo acompañara, ella tardó tan sólo media hora en hacer su maleta.
                La necesidad de matar de ambos no tardó en resurgir, decidieron infiltrarse en la casa de una joven pareja de apellido Tapia, Marcus simplemente quería matarlos con un cuchillo, Melina sugirió ponerse creativos.
                Lo que encontró la policía fue un engendro, las cabezas delos esposos habían sido cortadas y luego colocadas en el parte superior del torso de la mujer, la parte baja del torso pertenecía al varón, se habían colocado las extremidades de ambos cuerpos en aquella quimera haciéndola parecer una araña humana, sobre el pecho se encontraban los dos corazones, el resto de los cuerpos no estaban en la casa, en la pared habían escrito con sangre dentro de un corazón: M+M.
                M&m’s fue lo que le obsequió Marcus a Melina por su primer asesinato juntos, además de un gigantesco oso de felpa que ella nombro Richie en honor a Richard Ramírez. Aquella noche cenaron los restos de los Tapia acompañados de un buen vino, el postre fueron sus cuerpos desnudos gozándose mutuamente con la rasposa voz de Lemmy Kilmister como soundtrack.
                Tras ese asesinato surgió otro igualmente elaborado, habían decido asesinar solamente a parejas enamoradas para congelarlas por siempre en la cúspide de su amor; a Melina se le ocurrió una nueva forma de firmar sus actos, arrancarles los ojos a las víctimas y colocar en su lugar un par de m&m’s, a Marcus le encantó la idea así que lo hicieron en todos sus asesinatos posteriores por lo que pronto fueron conocidos como los asesinos de los m&m’s.
                Cometieron varias decenas de crímenes más, cambiaban constantemente de ciudad y nunca repetían su método a excepción del detalle de los chocolates y podían costearse una buena vida con lo que robaban de sus víctimas.
                Cuando no estaban cometiendo sus atroces crímenes salían a pasear tomados de la mano, resultaban curiosos de observar, él, un fornido y gigantesco hombre, ella una pequeña mujer que lucía frágil e indefensa. Sin embargo cada vez que una mujer hacía alusión al físico de Marcus de manera negativa, Melina  le daba una paliza, Marcus se encargaba de los hombre que dirigieran palabras vulgares a Melina; eran un par de asesinos sádicos pero por sobre todo se amaban.
                Comenzaron a volverse descuidados, tardaban demasiado con los asesinatos, tenían sexo frecuentemente con los cadáveres y en más de una ocasión dejaron vivo a algún testigo, se les identificó por las descripciones de éstos y rápidamente había anuncios de “se busca” por doquier.
                Llegó el 14 de febrero, que además de ser el día de san Valentín resultaba también el día en que Melina y Marcus cumplían ocho meses de haber huido juntos, ocho, su número de la suerte. Melina observaba con embeleso las fotografías de sus crímenes, una mostraba a una pareja degollada, los intestinos saliéndoles del abdomen formaban un corazón a su alrededor, otra mostraba un par de cuerpos cortados a la mitad y unidos con hilo y aguja asemejándolos a la figura de un naipe, otra mostraba a una pareja de cadáveres abrazándose con los sesos escurriéndoles formando el símbolo del amor, así continuaban las fotografías con su bizarro romanticismo.
                Cuando Marcus despertó ella lo recibió con el desayuno listo y una gran caja con un moño, él desayunó desganado a pesar de que era su comida preferida (burritos del OXXO y jugo de durazno) y abrió su regalo sin entusiasmo, se trataba de un oso hecho con piel humana y un paquete de m&m’s, apenas esbozó una sonrisa y lo regresó a la caja, Melina le preguntó que le sucedía.
-Nada, sólo quiero estar solo.
-¿Sabes que día es? – le preguntó Melina molesta.
-Sí, si sé que puto día es, ahora déjame en paz.
-¡Púdrete! – le gritó Melina arrojándole el envase de vidrio de jugo, Marcus apenas lo esquivó y ella salió furiosa del hotel donde se hospedaban.
                Ella no podía creer su actitud, se había esmerado en coser aquél oso, sus dedos amoratados eran la prueba de que zurcir piel humana no era sencilloy ese desgraciado no lo había apreciado. Vagó largo rato por la ciudad encontrándose con varios letreros con su cara y la de Marcus, los arrancó más por el coraje de verse junto a ese mal agradecido que por temor a ser encontrada.
                Acudió a un bar y bebió hasta no poder más, bajo los efectos del alcohol tomó una firme decisión, mataría a aquel bastardo que no sabía valorarla, iba a cortarle las malditas piernas y ver que tan intimidante resultaba sin ellas. Pero antes de volver a su habitación decidió parar en un OXXO para comprar una botella de Jack Daniel’s para celebrar cuando él estuviera muerto.
-Por cinco pesos más se puede llevar un paquete de m&m’s…-comenzó con su inocente promoción la encargada sin saber el terrible efecto que tendrían sus palabras.
-¡NO! ¡No quiero unos putos m&m’s perra! – alzó la botella de whiskey y comenzó a golpear brutalmente a la cajera hasta que dejó de moverse y gritar.
                Aún furiosa se encaminó con el Jack (la resistente botella había sobrevivido al ataque) hacia su cuarto para proseguir la matanza. Abrió la puerta y lo que vio la hizo  dejar caer la botella; a las orillas de la habitación estaban colocadas varillas metálicas con corazones humanos empalados con una pequeña vela encendida, debían ser unas treinta, en el suelo había miles de pétalos blancos salpicados de sangre y del techo pendía el cadáver sin ojos de su ex mejor amiga, cuando vio lo que pendía del nervio ocular de la chica no pudo contener sus lágrimas, era un anillo de diamantes en forma dem&m, Marcus se arrodilló frente a ella dejando ver las letras escritas con sangre en la pared: “¿Te quieres casar conmigo?
                El romántico y sanguinario momento fue interrumpido por la voz de la policía fuera del cuarto, habían seguido a Melina luego de que la mujer del OXXO la reconociera como uno de los asesinos de los m&m’s. Melina tomó el anillo.
-Claro que quiero. – respondió ella, lo abrazó y besó largamente, si iban a arrestarlos al menos quería disfrutar ese momento.
                Uno de los policías derribó la puerta, todos ellos se horrorizaron con la escena, un par de psicópatas besándose bajo un cuerpo que aún derramaba sangre sobre ellos, órganos a su alrededor, les provocó nauseas, uno de ellos disparó, luego los otros dos también.
                Melina y Marcus cayeron al suelo, heridos en demasiados sitios como para intentar pelear, se quedaron tumbados en el piso desangrándose tomados de la mano, el anillo de m&m brillaba en un charco de sangre.
-Te amo – le dijo Marcus.
-Yo también te amo – respondió Melina con su último aliento y cerró los ojos para siempre, sonriendo y tomando la mano de su amado.