domingo, 17 de abril de 2016

Sadie. C.1 - La muerte de la bruja (parte 4)


Sábado 15 de Agosto
Ayer Jared me llamó temprano para darme su dirección, toda la tarde fue un gran debate entre Elizabeth y Eleonor, pues mientras que la primera me decía “Ve, viste normal y ve”, la segunda replicaba “Ve y morirás”.
Creo que Eleonor es demasiado fatalista, así que escuché a Elizabeth y fui, pero a mi estilo, corsé morado, falda corta, sudadera negra y mis amadas botas.
Cada paso que me acercaba a la casa de Jared me convencía más de que no debía estar ahí, que debía ir al gato o al parque o a cualquier otro lugar. Eleonor ya no hablaba si no que gritaba “¡No entres! Regresa a casa”
Una pareja de novios fuera de la casa cesaron sus besuqueos para observarme con desprecio y extrañeza, sabía que si cruzaba la puerta habría al menos cincuenta miradas sobre mí.
-¿Qué me ven idiotas? ¿No estaban muy ocupados devorándose?
-Bruja –dijo aquélla estúpida.
Podía haberla golpeado a ella y su enclenque novio (ja, parecían un par de lesbianas) pero preferí entrar a la fiesta y limitarme a hacerle un gesto obsceno con el dedo. El ambiente era peor de lo que esperaba: demasiada gente, un asqueroso halo de humo de cigarro que inundaba todo el lugar y lo peor, música horrible.
 Recorrí con la vista el lugar justo con una mirada como la que me dirigían, de asco y desprecio; no vi a Jared. Lo que sí vi fueron a varios de esos agradables compañeros de aula.
-Eh Freak, ¿viniste a poner una bomba? -me dijo sarcásticamente uno de ellos.
-No, vine a golpear a quienes me lo preguntaran.
 De inmediato se fue. Eleonor seguía gritándome que saliera de ahí antes de que él apareciera. Contrario a eso me pasee un poco por la casa de Jared, recorriendo pasillos, subiendo escaleras, sin encontrarlo. Por desgracia encontré a Nancy.
-Por Dios Freak, aún es agosto, deberías de quitarte el disfraz de bruja y guardarlo para octubre.
-¿Agosto? ¿Entonces por qué el disfraz de zorra?
-Bruja estúpida -fue lo último que salió de su repulsivo ser antes de que se fuera indignada.
 Luego de tal encuentro regresé al barullo de gente y me senté en un sillón alejado.
-¿Las chicas góticas no bailan? No, ellas sólo hacen slam. Debe ser por esas botas tan pesadas -indudablemente era Joel.
-A las “chicas góticas” nos falta eso a lo que vulgarmente se le llama…
-¡Sentido del humor! ¿Cierto señorita Halliwell?
-Yo me refería al ritmo.
-¿Esa es tu respuesta? ¿Falta de ritmo? ¿Nada que me haga quedar como un estúpido?
-Eso lo puedes hacer tú sin ayuda, además supongo que el aburrimiento adormece mi hostilidad.
-Según veo no lo suficiente, podrías bailar conmigo y despertarla, así me pagarías el haberme llamado extraño y asqueroso.
-Grotesco, y yo no te dije así fuiste…
-Aquí está la persona que he estado buscando -dijo Jared que apareció de pronto. Tan sólo hice un gesto de saludo con la cabeza-. Ven, quiero presentarte a unos amigos.
Lo seguí y conocí a sus amiguitos, parece difícil de creer pero eran mucho más juniors que él. Lo único que hicieron esos idiotas fue darme un obligado saludo y verme con asco. Ya estoy acostumbrándome a esa mirada.
Jared no hacía más que platicar con sus amigos de estúpidas borracheras pasadas y yo me encontraba parada junto a él sin hacer nada, tal situación terminó por hartarme y salí rápidamente del lugar. Creo que oí la voz de Jared intentando detenerme pero tal vez era un truco de Elizabeth así que me fui.
Lunes 17 de Agosto
Esperaba que nadie mencionara nada sobre el sábado, tan sólo dejar ese enorme lapsus  en el pasado y seguir como si la estupidez jamás se hubiera apoderado de mí pero no fue así.
-¿Por qué te fuiste tan pronto el sábado? –me preguntó Jared en la escuela.
-No vi una buena razón para quedarme, realmente tus anécdotas no eran tan entretenidas.
-Perdón si te ignoré un poco –un poco, ¡ja!– supongo que me entusiasmo hablando con mis amigos.
-Todos los hombres son imbéciles cuando se juntan.
-¡Hey!
-Si te identificaste con la frase no es mi problema… -soy tan feliz cuando mis niveles de hostilidad son normales.
Al parecer Jared se molestó por el comentario pues no volvió a hablarme en todo el día. Como si me interesara. He estado trabajando en mi cuento, pero todas las ideas que he tenido me parecen demasiado estúpidas, demasiado simples. Y no puedo sacarme de la mente que debería incluir a Elizabeth en él.





Martes 18 de Agosto
Jared sigue sin hablarme y obviamente yo no he intentado hablarle a él. Por fin estaba teniendo una buena idea para un cuento cuando un repartidor de flores apareció de la nada en mi casa con un gran ramo de orquídeas que me parecieron negras hasta que noté que eran de un tono violáceo muy oscuro.
-Se equivocó, aquí no hay ningún velorio -me apresuré a decirle.
-Vive aquí la señorita… ¿Sadie? -iba a verificar si el nombre era realmente ese, pero antes tomé el ramo y le azoté la puerta en la cara. Creo que escuché algún gemido de dolor pero me tiene sin cuidado.
Muy raro, yo sé que muchos me desean la muerte, ¿pero gastar dinero en mí? El ramo venía con una tarjeta que decía: “Flores únicas y hermosas, tales como tú. Jared”
Extraño, yo esperaba un mensaje como “Muere de una vez, bruja” firmado por cualquiera de mis compañeritos. Guardé la tarjeta, tomé una de las flores, la olfateé y sentí el extraño impulso de mordisquearla así que lo hice. Repentinamente llegó Justina y me miró extrañada.
-¿Y esas flores?
-Son la cena -respondí y me fui a mi cuarto con mi orquídea. Alcancé a escuchar que dijo “Ahora come flores”, hilarante.
Olvidé por completo la idea para mi cuento.


Jueves 20 de Agosto
Tenía curiosidad sobre qué diría Jared acerca de su inesperado obsequio así que me acerqué a su  asiento cuando comenzó la hora del receso y todos estaban saliendo del salón.
-¿No sabes que es de mala educación regalarle orquídeas a una mujer? Claro, a menos de que le desees la muerte -le dije seria.
-Bueno, es que yo pensé que… -comenzó en tono de disculpa.
-Es broma, me gustó, me pareció original.
-¿Y qué opinas de la tarjeta? -preguntó Jared al mismo tiempo que se acercaba a mí.
-Me pareció un poco falsa, no creo que realmente pienses eso.
Acercó su rostro más al mío y me dijo.
-Claro que lo pienso –retiró un mechón de cabello que caía sobre mi rostro– tú eres hermosa.
De pronto la voz de Joel me hizo voltear.
-Si la miras tan fijamente te puedes convertir en piedra -esta vez no había rastro de humor en su voz.
-Correré el riesgo -dijo Jared antes de irse.
-No creo que Jared te convenga.
-¿Quién dijo que me interesa?
-Tu mirada. Es en serio, siempre termina tratando mal a sus novias, NO te conviene -sentenció Joel muy serio.
-No me gusta Jared, ¿y desde cuando te preocupas tanto por mí?
-Por ti no, ¡por mí! Si te hace enojar puedes empezar a matar a todos al estilo Carrie y estoy seguro de que sería el primero.
-No eres tan importante, oye Joel, tú crees que soy… ¿bella? –no sé cómo pude hacerle una pregunta tan estúpida.
-Eh…no me siento calificado para contestar esa pregunta.
-¿Por qué no? ¿No te gustan las mujeres?
-Las mujeres sí, pero no conozco los estándares de belleza de los aliens.
Le di un golpe en el hombro y seguimos platicando de cosas absurdas.

Martes 1 de Septiembre
Terminé mi cuento apenas a tiempo para entregarlo, como siempre quedó un poco confuso, un poco fantasioso y muy sanguinario, justo como me gustan. Se trata de una chica con una hermosa voz que vende su alma a Satanás, transformándose en un demonio, para vengar la muerte de su familia, lo nombré “El nacimiento de un demonio”, lo sé, soy mala con los títulos. Cometí el error de mostrárselo a Justina que a la mitad dejó de leerlo y me preguntó si de verdad me atrevería a entregar eso, me dijo que me mandarían con un psicólogo y que eso no sería mala idea.
Le arrebaté mi historia, ¡ella que sabía!, siguió con su discurso de que mejor debía hacer algo productivo de mi vida con lo que pudiera obtener dinero para la familia, sí Justina ¡me voy a prostituir a ver si eso te gusta!

Viernes 4 de Septiembre
Otro aburrido día, la mayor prueba de eso es que lo único que tengo para escribir es la conversación que tuve con Jared esta mañana.
-¿Ahora si aceptarás mi invitación a salir? Podríamos ir a un antro o a alguna fiesta -sugirió él.
-No, ya conviví con TU gente, creo que es tu turno de convivir con la mía -le contesté, como si de verdad pudiera considerar a alguien como “mi gente”.
-Quince minutos no es convivir y yo ya estuve en el “Bleeding” una vez.
-¿Más de quince minutos? Seguro te da miedo que te golpeen, no te atreves a ir -le dije desafiándolo.
-¿Eso es un reto?
-No, es una afirmación, te aterra ir.
-Nos vemos ahí a las diez.
-Llega temprano cobarde.
La gente ha comenzado a notar que platico demasiado con Jared y a uno de los idiotas, Carlos, se le ocurrió molestarme al respecto.
-Oh que tierno, Sadie está enamorada.
Me limité a darle un puñetazo en la cara, con eso bastó para que nadie más dijera nada, aunque me gané una terapia más con la directora, Rosario, hablar con ella es torturante en más de una forma, tanto por su fanatismo religioso exagerado como por el excesivo sudor que resbala por su regordete y porcino rostro.
-¿De nuevo agrediendo a tus compañeros?
-Las buenas costumbres no deben perderse.
Comenzó a darme una cátedra sobre lo malas que eran mis actitudes, los problemas que iban a causarme, que debía aceptar a Dios en mi vida para ser una persona de bien (esto fue lo más fastidioso de todo), lo bondadosa que era por no haberme echado aún de la escuela, etc., etc.
-No es correcto que una dama se comporte de esa forma -fue una de sus frases más molestas.
-Yo nunca dije que lo fuera.
-Tienes razón, estás lejos de serlo pero mientras estés en mi escuela espero que actúes como una. Quiero que le pidas disculpas a Carlos -al escuchar la última frase no pude contener mi risa.
-Eso jamás va a suceder.
-Si no te disculpas te voy a suspender el resto de la semana.
-Haz lo que quieras Chayo -odia que la llamen así, es tan divertido ver su gesto de enojo, es como observar a un cerdo haciendo muecas.
-Bien, no te quiero ver aquí hasta la próxima semana. Si continuas con este comportamiento me veré obligada a quitarte la beca y no creo que eso le agrade a tu madre.
-Da igual, a Justina nada le agrada, por cierto, es viernes Chayo.

Salí de su oficina, fui a recoger mis cosas al salón y vine al parque, sigo haciendo tiempo pero sé que en algún momento deberé de ir a escuchar otro sermón.

lunes, 11 de abril de 2016

Sadie. C.1 - La muerte de la bruja (parte 3)


Justina desconocía esa parte de la historia, ella siempre había creído que Sadie había conocido a Jared mucho tiempo después y ahora estaba ansiosa por continuar con la lectura del diario sin embargo el sonido de la puerta principal abriéndose la asustó, seguramente Alfonso ya había llegado de trabajar, ¿ya era tan tarde?
Confirmó sus sospechas al escuchar la voz de su esposo preguntando por la cena. Recalentó algo de comida del refrigerador y se sentó a cenar con Alfonso.
-¿Recuerdas el cuaderno que encontraron con Sadie? –Alfonso siguió engullendo su comida como si no la hubiera escuchado, aun así ella continuó hablando-. Es su diario y comencé a leerlo.
-No deberías revisar sus cosas, sabes que a ella no le gustaría -dijo de forma cortante.       
       Ella hubiera querido explicarle que eso era justamente lo que Sadie quería, pero tendría que enseñarle la carta y sabía que no era conveniente así que se limitó a decir:
-Tal vez no, pero yo quiero conocer a mi hija.
-Tu hija está muerta -con esa fría expresión se acabó la conversación y no volvieron a cruzar palabras el resto de la noche. Justina pensó que aunque no le gustara la idea tal vez lo que Sadie había escrito era verdad.



Sábado 18 de Julio
Mis vacaciones han transcurrido sin novedad alguna, sólo pleitos en casa y borracheras fuera de ella. Hoy regresé al Bleeding Morbid Cat, esta vez el lugar estaba atestado al grado que pensaba largarme inmediatamente pero de pronto inició un sonido inconfundible seguido de una voz que cantaba algo que conocía de memoria “Lead to the river. Midsummer I wait. A V of black swans on with hope to the grave…” amo esa canción y por ella decidí quedarme. Debido a la falta de mesas disponibles decidí sentarme junto a la barra donde luego de servirme mi margarita la bar tender comenzó a hablarme:
-¿No eres muy joven para estar en un bar?
-Tengo suficiente dinero como para pagar y eso es lo único que debería importarte -le contesté enojada, ¿qué diablos le interesa?
-Con esas aptitudes sociales seguro que tienes muchos amigos, deberías saber reconocer cuando alguien sólo intenta iniciar una conversación contigo. Aunque al parecer no tuviste el mismo problema con Jared el último sábado.
-¿Lo conoces? –dije sin poder ocultar mi interés.
-¿A Jared? –me dijo sorprendida como si le hubiera hecho una pregunta estúpida como “¿Esto es un bar?”– claro, todo el pueblo lo conoce, tanto por juerguista como por mujeriego. Puede ser guapo pero sólo trae problemas.
No pude disimular un gesto de decepción, debí sospechar que era así en cuanto Nancy apareció, supongo que me dejé influenciar por esos ojos y no recordé que hacerse ilusiones nunca es bueno, no puede sucederme de nuevo.
-Da igual, él no me interesa -mentí y terminé mi bebida.
 Tomé un par de tragos más, disfruté la buena música y me dirigí a la tranquilidad del parque para escribir, mi musa ha vuelto: "Un par de ojos perfectos, tu nombre imposible olvidar del peor de los defectos jamás me podría enamorar..."

       Sábado 1 de Agosto
Estoy nuevamente en un estado de depresión y apatía extrema que me ha hecho estar como un vegetal estas últimas semanas. Tan sólo me quedo acostada sobre mi cama escuchando viejos discos de Nightwish, los nuevos son una mierda gracias a esa zorra que reemplazó a Tarja, ahora que lo pienso la bar tender del Bleeding se parece bastante a ella excepto por su estilo hippie. Mefistófeles me ronronea y yo acarició su cabeza, es mi único aliado en esta casa.
A veces viene Justina a decirme que debería ponerme a hacer algo productivo o simplemente a disminuir el volumen de mi música que no soporta pues dice que posee mensajes satánicos, para ella toda la música que escucho los tiene.
Ayer Alfonso llegó a interrumpir mi estado de reposo, aparentemente decidió materializarse por una vez, me dijo que me había comprado un obsequio y vi que sostenía un libro bastante grueso, “¡No, Justina ya le lavó el cerebro y me compró una Biblia!” fue lo primero que pensé, me entregó aquel libro, “El resplandor” de Stephen King (¡qué alivio!).
-Si quieres ser una buena escritora de terror debes leer al mejor -fue lo único que dijo antes de desaparecer de nuevo.
Aunque al principio no me causó gran emoción pues no me parece que sea un escritor tan maravilloso como dicen, comencé a leer el libro y desde entonces apenas me detenido pocos momentos. Creo que era lo que necesitaba para salir de este estado y he decidido que hoy saldré, probablemente regrese al gato.

Martes 4 de Agosto
El sábado fui a dar un paseo en busca de inspiración al pacífico parque pero lo único que encontré fue a la estúpida Amy lanzándole una pelota a su pigmeo perro. Tal juguete cayó cerca de mí y cuando esa niña fue por él decidí expandir su mente.
-Pobre niña ingenua con tus juegos infantiles, ¿Crees que servirán de algo? ¿Crees que lo que hagas en tu maldita vida servirá de algo? -Amy sólo me miró con ese estúpido gesto que indicaba que estaba a punto de llorar–. No, nada te servirá pues igual terminarás pudriéndote bajo tierra.
La niña se mantuvo observándome fijamente con su gesto patético, ¡cómo la odié en ese momento! ¡Cuántas ganas tenía de azotar su pequeña cabeza contra el pavimento hasta que se le borrara ese gesto! No pude soportarlo más y le grité que se largara, no lo dudó, se fue tan rápidamente que olvidó su pelota.
Terminé por ir al Bleeding Morbid Cat una vez más. De nuevo me senté junto a la barra y eché un vistazo alrededor.
-¿Buscas a alguien? –me preguntó la bar tender, ¿qué nunca tiene nada mejor que hacer que interrogarme?
-¿Qué?...No.
-Ese hombre te traerá problemas -creí que lo había dicho ella aunque ahora que lo pienso sonaba como algo que fingía ser ella.
-¡Ya te dije que no me interesa Jared! –dije histérica.
-Nunca lo mencioné, deberías de controlar tu carácter, tal vez ir con un psicólogo o algo…
-¡Ja! ¿Regresar  con el farsante? Jamás.
-Todos somos farsantes a veces.
-Yo no.
Luego de eso alguien la llamó y ella fue enseguida, Saya, así la llamaron. No volvimos a cruzar palabras el resto de la noche.

Lunes 10 de Agosto
Odio regresar a la escuela, el soportar a los estúpidos compañeros, la avara directora exageradamente religiosa (como todos en este podrido y decadente pueblo), el horrendo uniforme, la sobriedad, pero sobre todo detesto a los profesores nuevos, la razón:
-Señorita, su nombre por favor -me dijo el profesor de matemáticas, un gordo carente de simpatía.
-Sadie -contesté pronunciando “Sadi” como siempre, detesto profundamente como suena “Seidi”.
-Sadie, ¿qué?
-Sadie K.
El profesor se mostró enfadado y me dijo:
-No se haga la chistosita y dígame su nombre.
-Así me llamo, Sadie Kaspbrak…
El obeso docente arqueó una ceja y preguntó a la clase:
-¿Cómo se llama esta señorita?
-Así se llama profesor -contestó Claudia, una idiota con una voz aguda y desesperante. No muy convencido al fin me dejó sentarme.
Entre clases leía “El resplandor” hasta que una voz familiar y nada desagradable me interrumpió.
-Hola chica gótica, ¿te divertiste estas vacaciones invocando a los muertos y haciendo muñecos vudú? Vengo a quejarme porque he sentido pinchazos en el cuerpo todo este tiempo.
Bajé mi libro sabiendo que me encontraría con aquél rostro aniñado con grandes cejas, ojos castaños, labio superior ligeramente levantado y mentón cuadrado, todo enmarcado por un alborotado y abundante castaño claro.
-No vengas a culparme de tu problema de pulgas Joel -le contesté bromeando, él es probablemente la única persona a quien no golpearía por hablarme así.
-¿Pulgas? No, no, no, es imposible porque no te vi en todas las vacaciones no pudiste pegármelas. No quisiste invitarme a los sacrificios de animales ni a los paseos por los panteones. ¿Tu cofradía no acepta guitarristas?
-Claro pero sólo BUENOS guitarristas -le contesté rápidamente asumiendo que no sabe tocar  sin embargo jamás lo he escuchado.
-Auch, golpe bajo.
Así de trascendentales eran mis conversaciones con Joel, él mencionaba estereotipos absurdos y yo le contestaba con comentarios que lo dejaban sin nada bueno que alegar.

Joel…Justina pensó que era una verdadera tristeza lo que le había sucedido a un muchacho como aquél, era amable y simpático, pero sobre todo era el primer amigo que su hija había tenido. Decidió que era suficiente por una noche y no continuó leyendo hasta la mañana siguiente.


Miércoles 12 de Agosto
Sucedió algo inusual en la escuela, a primera hora el  maestro en turno anunció que habría un alumno nuevo y lo invitó a pasar, yo estaba concentrada dibujando escenarios de tortura para el obeso que seguía sin creer mi nombre, no me interesaba conocer al hipócrita de este año hasta que dijo su nombre: “Jared Legrand”.
De inmediato reconocí su voz y no pude evitar alzar la vista para confirmar mis sospechas, era aquel junior del sangrante gato mórbido, el novio de Nancy. Lo que Saya había dicho era verdad pues al llegar muchos de mis queridos compañeros lo saludaron, al parecer no me reconoció, lo que no me sorprendió ya que llevaba ese estúpido uniforme en lugar de mi acostumbrada vestimenta. Aunque sería algo difícil que siguiera sin notarme luego del conflicto con la retrasada maestra de contabilidad. Es una maestra nueva, morena, alta, delgada, carente de cualquier cualidad y que  sesea exageradamente.
-Zeñorita, ¿puede dezirme zu nombre?
-Sadie - dije pensando “no de nuevo”.
-Dígame zu nombre verdadero zeñorita.
-Sí, ¡que lo diga! -gritó Jared desde el fondo del salón y de inmediato todos voltearon extrañados, incluyéndome.
-¡Así me llamo! -respondí más dirigiéndome a Jared que a la maestra– y lo puede revisar en la dirección si no me cree -dije bastante molesta.
-No tiene por qué hablarme azí, zi vuelve a faltarme al rezpeto la voy a mandar a la diretzión.
Con gusto soportaría un nuevo e interminable discurso de la directora por no seguir soportando esa tortura para mis oídos pero preferí sentarme. Para mí fortuna la clase terminó pocos minutos después y hubo un receso que decidí aprovechar para seguir con aquel interesante libro y escuchar un poco de buena música. Pero no había ni leído 3 páginas cuando alguien llegó a interrumpirme, odiaba que la gente hiciera eso y era extraño que sucediera pues todos conocían mi carácter.
-Muy curioso tu nombre - era Jared que se había sentado junto a mí.
-Yo diría extraño, al menos en este pueblo. ¿No eres muy viejo para estar en preparatoria?
-No… ¿Cuántos años crees que tengo? –preguntó él visiblemente ofendido.
-19…20, ¿cuántos tienes?
-18 apenas cumplidos hace dos meses -fue su respuesta.
-Como sea,  tu novia Nancy se va a enojar si te ve conmigo.
Jared hizo un gesto de desagrado y contestó:
-Jamás sería novio de Nancy, ella es muy… -¿zorra, hipócrita, estúpida, arrogante?, cualquiera de esos adjetivos encajaría– encimosa, entre otras cosas. ¿Ya comiste?, te invito algo de la cafetería.
-No tengo hambre, gracias.
Pero poco después de terminar la mentira mi estómago me delató suplicando por comida.
-Tu estómago te traiciona, vamos, comida gratis, una excelente compañía, ¿qué más puedes pedir?
-Ve, tu sabes que quieres, eso hará enojar a Nancy -se trataba de la primera voz que había escuchado y me pareció muy convincente así que la obedecí. Al final la idea fue buena, pues estar con Jared fue casi agradable y la mirada de odio que Nancy me dirigió mientras comía con él valió la pena.

Viernes 14 de Agosto
Ya he aprendido a convivir con las voces de mi cabeza, he pensado incluso en nombres para ellas, Elizabeth para la primera y Eleonor para la segunda, estupideces por ocio…
Aunque tal vez consiga en que distraer mi ocio, hoy anunciaron un concurso literario en la escuela y estoy segura de que ganaré, los imbéciles con los que convivo apenas pueden escribir su nombre.
-Qué ñoño… -dijo Jared al escuchar el anuncio.
-Sabias palabras de un analfabeta -al parecer mi hostilidad había regresado.
-¿Tú escribes? -preguntó Jared con curiosidad.
-Claro, hechizos y conjuros, si la molestas te puede convertir en un ser extraño y grotesco –dijo Joel de pronto con su tono hiperactivo.
-Hazle caso, él habla por experiencia propia -dije yo.
Joel me miró con un gesto de enojo fingido, me señaló con el dedo índice y tras decir “ésta me la pagarás Mildred Embrollo” se fue.
-¿Mildred? -pronunció Jared extrañado.
-No preguntes…
-¿Y a dónde saldrás hoy?
-Todo depende, ¿a dónde me vas a invitar? -contesté y de inmediato cubrí mi boca con la mano izquierda como intentando detener la salida de más frases estúpidas, apenas podía creer que le hubiera dicho eso, ¿qué me estaba pasando?
-¿Estás bien? Pues… pienso hacer una fiesta en mi casa, pero sería mañana. ¿Te parece bien?
Asentí con la cabeza pues aún cubría mi boca. Terminó pidiéndome mi teléfono para decirme la hora y el lugar. Aún no sé qué diablos me sucedió, cada vez estoy peor, preguntarle que a donde me invita, considerar si quiera ir a su fiestecilla y ¡darle mi teléfono! Creo que Saya tiene razón, debería ir con un psicólogo, pero jamás con el pervertido.

Sadie. C.1 - La muerte de la bruja (parte 2)



Justina se entristeció con la dureza de las palabras de su hija, pero se conmovió con la despedida pues esas eran palabras que jamás le dijo en vida. Ella llegó a pensar que Sadie la odiaba pues rechazaba cualquier muestra de afecto y siempre estaba ignorándola.
Creía que era mejor si no leía las siguientes hojas, debería tan sólo afrontar que su  hija había muerto y dejarlo todo atrás; pero ella quería conocer la verdad, ¿por qué se había suicidado si lucía tan feliz? Tal vez por la desaparición de su novio por la que estaba tan trastornada pero eso no le pareció razón suficiente. Quizá esa carta era una broma cruel, alguien la había puesto ahí para molestarla, pero esa era la letra de Sadie…
Decidió leer el diario para averiguar la verdad y comprender al fin a su hija.

Miércoles 10 de Junio
La idea de un diario siempre me pareció de lo más absurda e infantil. Lo que imaginaba al escuchar esa palabra, diario, era a una niña de unos 10 años escribiendo en un tierno cuaderno con algunos dibujos estúpidos en la portada sobre el chico guapo que acababa de entrar a la escuela o sobre lo molesta que estaba porque no le habían consentido su último capricho.
Sin embargo la idea de poder desahogar lo que pasa por mi mente sin realmente decírselo a alguien me pareció bastante buena. Sobre todo luego del gran fiasco con aquel pervertido neurótico que seguramente compró su título.
Eso de ir con un psicólogo jamás habría sido algo que haría por voluntad propia, obviamente eso fue algo que Justina, mi madre, me obligó a hacer por influencia del ser que más he odiado, Rose Sanz. Ese es el ser infernal que le sugirió que debía llevarme con un psicólogo y peor aún fue ella quien le lavó el cerebro para se volviera una aleluya más.
Tuve que aguantar algunas sesiones pero ese neurótico no hacía nada más gritarme que era una niña consentida e inmadura que no era capaz de lidiar con el mundo y que mi vestuario enviaba mensajes erróneos a la gente, cuando no hacía eso me lanzaba miradas lujuriosas desde aquellos lentes redondos de fondo de botella que hacen que sus ojos se vean casi del doble del tamaño.
Luego de un par de sesiones dejé de ir pues no soportaba el asco que me provocaba. Unos cuantos días después, él fue a mi casa para hablar con Justina y decirle las conclusiones a las que había llegado con los pocos días de terapia, yo “accidentalmente” escuché la conversación. Le dijo que sólo era una niña caprichosa en busca de atención y que ya se me pasaría con el tiempo eso de vestirme de negro, “su hija sólo sigue una moda” le dijo, ¡ja!, imbécil de mierda. Al menos eso la tranquilizó y dejó de molestarme por un tiempo con ese asunto de las cicatrices en mis muñecas.
En fin, debido a la poca confiabilidad humana y a mi creciente misantropía he decidido iniciar este diario, para liberar mis demonios  y rellenar lagunas mentales que causa el alcohol.
Quién sabe, tal vez en un futuro las memorias de esta adolescente bipolar de 16 años sirvan de algo. Sí…para saber lo aburrida que fue mi vida antes de volverme una famosa escritora y de casarme con Jussi 69.

Domingo 14 de Junio
Por fin el martirio cotidiano acabó y tomaré un merecido descanso de todo este grupo de hipócritas e imbéciles. Serán otras vacaciones de aburrimiento y solitarias borracheras.
El viernes pasado los hipócritas me hablaron, comenzaron a decirme que no querían que estuviera sola y que me invitaban a una gran fiesta en casa de no sé quién. Seguramente los maestros volvieron a decirles que “no me rechazaran”.
Como fuera les dije que preferiría comerme mis ojos antes que ir a alguna fiesta suya y que si me decidía a ir sería para ponerle una bomba. No tardaron en mostrarse disgustados e irse. Jamás soportaría convivir con ellos fuera de la escuela, apenas si puedo hacerlo dentro de ella.
Sucedió algo extraño cuando todos se fueron, estoy segura de haber escuchado una voz que decía “¡Ve con ellos, debes ir!”, tal vez fue sólo mi imaginación pues no volví a escucharla.

Sábado 4 de Julio
Estas semanas de libertad han sido reconfortantes, el no ver al montón de imbéciles infrahumanos hace mi vida casi feliz. En casa la vida sigue siendo una mierda. Alfonso nunca está y Justina insiste en inculcarme su basura religiosa, ¡ja!, ¿realmente pretende que la escuche?, ilusa…
Ayer llegué bastante ebria a la casa, de nuevo tuve una romántica cita con mi amor Smirnoff en el tranquilo parque. Justina se alteró un poco y me dijo que eso no estaba bien visto a los ojos del Señor, ni siquiera puedo recordar lo que le dije  pero seguramente fue algo pagano pues de inmediato sacó su Biblia y  comenzó a leerme un pasaje.
No sé si fue el alcohol en mi organismo o las náuseas que me causó su fanatismo religioso lo que provocó que vomitara sobre su querido librito con la gracia que sólo podría tener Linda Blair. El pensar eso me causó una risa tremenda, pero por la expresión en su rostro asumí que ella no comprendió mi sentido del humor y preferí retirarme.

Domingo 5 de Julio
De nuevo estoy en el parque, es un sitio tan pacífico…lejos del ruido de este pueblo que pretende ser metrópoli. He tenido que refugiarme aquí ya que no quiero ver a Justina en un buen rato, muchas veces ha dicho o hecho cosas estúpidas pero esta supera a todas.
Salí a vagar un rato y decidí llegar temprano por una vez, subí a mi cuarto y lo que encontré ¡fue a un grupo de aleluyos exorcizándolo! Comencé a gritarles que dejaran mis cosas en paz y que se largaran enseguida, ellos me dijeron que eran por mi bien y bla, bla, bla…
Yo les dije muy amablemente que chingaran a su puta madre y salí de ahí arrojando al suelo todo lo que había a mi paso.
Ahora me quedaré escuchando música hasta que se me ocurra un mejor plan.

Justina recordaba bien ese día, le había contado a su pastor el incidente con la Biblia y él le dijo que seguramente Sadie estaba siendo influenciada por fuerzas del mal y que debían practicarle un exorcismo cuanto antes. Sabía que ella jamás accedería así que decidió que sólo exorcizaría sus cosas. Aprovechó un día en que su hija salió pues creyó que llegaría tarde como siempre; jamás pretendió hacerla enojar, tan sólo hacía lo que creía correcto.
Y vaya que se había enojado, lo que Sadie escribió no alcanzaba a describir lo que hizo, pues además de utilizar su completo léxico de groserías con un volumen exagerado arrojó cualquier objeto que encontró contra el suelo y las paredes, dejando varios floreros rotos así como un estéreo y una ventana. Siguió gritando como una verdadera posesa hasta que finalmente salió de la casa azotando la puerta de la cochera no sin antes golpearla contra el auto recién lavado de Alfonso.
También recordó como tuvo que llamar a la policía para que la buscaran y que por fin la encontraron en el parque muy alcoholizada cortándose las muñecas con trozos de una botella rota de vodka. Odiaba cuando hacía eso, al principio creyó que lo hacía por llamar la atención así que comenzó a pasar más tiempo con su hija pero obviamente eso no era lo que Sadie quería pues siempre le gritaba que la dejara en paz y se ponía aún más histérica si tan sólo se acercaba a su cuarto. Al pasar el tiempo las marcas en sus muñecas se extendieron a todo el brazo y lucían cada vez más profundas así que la obligó a visitar a un psicólogo pero dejó de ir tras un par de sesiones pues decía que él era un pervertido.
 Justina no estaba segura de continuar con la lectura de aquel cuaderno así que hizo la limpieza de la casa y preparó algo de comida; luego de un par de horas terminó y se obligó a seguir leyendo el diario.
                                                                                        
Domingo 12 de Julio
Extraño fin de semana, era de noche y de nuevo me dirigía al parque a pasar tiempo de calidad con mi querido Smirnoff pero pasé al lado de un edificio en el cual sonaba una melodía conocida “We're like two fingers of the same hand, beautiful strangers of the strange land…” era Betty Blue de The 69 Eyes, fue extraño saber que alguien escuchaba buena música en este pueblo, y fue aún más insólito notar que era una especie de local, seguramente sería un nuevo bar, su nombre “The Bleeding Morbid Cat”, con tal título la curiosidad me invadió y decidí que debía entrar.
Al cruzar la puerta había unas escaleras desde las cuales sólo se veía la tenue luz rojiza que iluminaba el lugar. No me entusiasmaba la idea de bajar puesto que no me agradaba frecuentar esa clase de sitios, el alcohol es muy caro pero sobre todo hay mucha gente, aun así la curiosidad era demasiado grande. Justo antes de bajar el primer escalón escuché nuevamente una voz,  esta vez era distinta - sonaba más convincente y racional - me decía “no bajes, él te hará daño, no debes bajar”. Miré a mi alrededor, no había nadie en esa calle, retrocedí un par de pasos asustada, ¿qué era esa voz? Me quedé parada sin hacer nada hasta que escuché una nueva voz que decía:
-¿Vas a pasar?
-¿Qué? -dije yo apenas notando que ahora hablaba con una persona de verdad, era un gótico, aparentemente le obstruía el paso.
-Que si vas a pasar o sólo te vas a quedar estorbando -pronunció molesto, al parecer no era una persona paciente.
-Me voy a quedar estorbando si quiero, pendejo.
Dijo algo entre dientes y pasó empujándome, luego de un momento hice caso omiso de la voz y bajé las escaleras, mi amigo el gótico estaba casi al final de la escalera y decidí regresarle el empujón con lo que cayó al suelo de rodillas, es una lástima que no hubiera estado más arriba. Seguramente algunos curiosos voltearon al escuchar tal estruendo (un gran inconveniente de las botas góticas, no son silenciosas) pero yo estaba muy entretenida con la extraña decoración como para notarlo.
El lugar era lo más raramente perfecto que jamás había visto aunque algo kitch por la combinación de elementos japoneses (lámparas y otras figuras ornamentales), hippies (las cortinas de cuentas que dividían las tres secciones del bar además del muy evidente olor a marihuana) y góticos (el extraño pero encantador mobiliario de estilo macabro). En las paredes había cuadros de diferentes pintores, reconocí un par de Dalí y una gran reproducción de The Daisy de Royo, bastante curioso.
Definitivamente era lo más parecido a un paraíso terrenal que jamás había visto. La mayor parte de las personas eran góticos, metaleros y punks aunque, al dirigirme hacia la barra para pedir un delicioso Bloody Mary, noté que en ese lugar alguien resaltaba entre la multitud pues era un maldito junior. Me pregunté qué hacía ahí y como era que nadie lo había golpeado aún.
Llegué a la barra y pedí mi Bloody Mary, el junior me sonreía, mi misantropía me indicaba que debía hacerle una seña obscena para borrarle esa sonrisilla o al menos ignorarlo pero contrario a eso le sonreí también, me dieron mi bebida rápidamente y fui a sentarme al rincón más alejado.
Luego de un rato llegó ese junior a sentarse junto a mí, debo admitir que para ser un junior era casi guapo, alto, grandes ojos verdes de largas pestañas, carnosos labios rosas, cabello oscuro y piel blanca lechosa, era bastante delgado pero en general no estaba mal, con ropa negra, cabello más largo y un poco de delineador quedaría casi decente.
-Hola, me llamo Jared -me dijo tendiéndome la mano con una sonrisa estúpida, yo lo vería con mi famoso gesto de “deja de estar chingando” y haría un comentario sarcástico felicitando a sus padres por lograr entrenarlo después de lo cual se ofendería y se largaría para no volver jamás.
-Sadie -las palabras brotaron de mi boca como si el plan del sarcasmo jamás hubiera pasado por mi mente y le di la mano, no tenía idea de que sucedía conmigo, sólo sabía que debía ahuyentar a ese intento fallido de Tom Sturridge  lo antes posible y quitarme esa sonrisa imbécil del rostro.
-Está bien, comprendo que no me quieras decir tu nombre, no me conoces, sólo quería decirte que me parece que eres muy bonita como para ser una darketa, ¿vienes sola? -¡y a mí me parece que quieres perder tus dientes al llamarme así idiota!, siempre odié esa maldita palabra “darketa”, ese tipo estaba ganándose una gran dosis de hostilidad pero lo único que pude contestar fue:
-Jaja, de verdad… así me llamo, y con respecto a tu pregunta -¡¿no ves a mis numerosos amigos imaginarios, imbécil?!– sí, vengo sola, ¿y tú? –le contesté aún con esa tonta sonrisa en los labios. Una cosa era contestarle de forma más o menos amable, pero incitarlo a continuar con la charla ya era demasiado, creo que tendré que hacerle una visita al pervertido neurótico.
-En serio, no importa, no me tienes que decir tu nombre y sí, yo también… -la mentira fue interrumpida por una voz tan familiar como fastidiosa.
-¡Jared! ¡Jared! Por fin amor, voy al baño dos minutos y desapareces –se trataba de Nancy Bowers, la oveja líder de mi amada escuela, un maniquí monstruoso de un metro ochenta de alto con el cabello mal teñido de rojo que por alguna extraña razón los hombres consideran atractivo. –Estoy harta de este lugar, está tan lleno de… ¡Freak! ¡Eres tú Freak! Sabía que debías estar por aquí esto es tan... ¡Tú! –Sí, esa perra superficial me hablaba a mí, con esa tonalidad tan desesperante que sólo me causaba ganas de golpearla, claro que no podía hacerlo, al menos no por el momento, así que sólo permanecí callada observándola fijamente.
-Ay Freak, tan expresiva como siempre. Jared, ¿nos vamos? Necesito estar con gente normal.
-Eh…sí claro, gusto en conocerte Sadie -dijo haciendo énfasis en mi nombre, al parecer aún no se lo creía, apenas si contuve mis ganas de reírme en su cara, esa frase no podría tratarse más que de sarcasmo siendo dirigida hacia mí, pero no había rastro alguno de ironía en su voz.

Jared…es estúpido pero no puedo sacarme ese nombre de la cabeza, Jared…Jared.

SADIE. C.1 - La muerte de la bruja (parte 1)


I

LA MUERTE DE LA BRUJA

“Mátenme de nuevo o tómenme como soy,
porque no cambiaré.”

D.A.F. de Sade

-Es tu turno de ir por el balón -le dijo Jack a su hermanita.
-Pero ese es el lugar de la bruja y ya está muy oscuro, mejor vámonos, mamá se va a enojar –contestó ella con su voz infantil.
-Recuerda que la bruja dejó de serlo y el balón se fue porque eres la peor jugadora de fútbol del mundo así que debes ir por él, cobarde.
-Las brujas no cambian…y yo no soy cobarde - dijo la niña con voz nerviosa y tras esperar un pequeño momento, seguramente para armarse de valor, se dirigió hacia el balón que estaba al otro lado del parque tras numerosas plantas que impedían conocer su ubicación exacta. Aun así Amy estaba segura de que estaría en el lugar de “la bruja”.
 Jack, que la vio cruzando el parque con su cabello negro recogido en dos colitas y su gesto de fingida valentía pensó que en sus cinco años de edad jamás se había visto más tierna. La niña caminó a través de la serie de árboles y arbustos que dividían esa parte del parque y la perdió de vista, pocos segundos después un grito de terror rompió con la tranquilidad del parque.
Él sabía que se trataba de su hermana así que corrió hacia donde había ido suplicando que sólo hubiera visto una araña o alguno de esos animales que le daban tanto miedo, sí, eso debía ser, era una niña tan cobarde…Llegó hasta donde se encontraba y la vio sentada en el suelo llorando.
-¡B-bruja Jack! ¡La bruja!
-¿Bruja? ¿Te asustó esa loca otra vez? Te dije que ya no es una bruja, de hecho creo que nunca lo fue.
-No Jack, ¡la bruja murió! -la niña que seguía sollozando (no porque le diera tristeza la muerte de “la bruja” si no porque se había horrorizado con lo que vio) señaló hacia el otro lado del parque y Jack comprendió el estado de su hermana.
Una hermosa luna llena y un cielo tan lleno de estrellas como jamás hubo en aquella ciudad eran el complemento perfecto para la muerte de Sadie, la supuesta bruja que mencionaba Amy. Cuando la encontró, la joven de apenas diecisiete años tenía las muñecas desgarradas, sangre manchaba su elegante vestimenta gótica, estaba atada a una cruz negra de madera y sobre donde debía estar el corazón habían clavado un pequeño cuaderno morado que apenas podía verse pues estaba cubierto casi en su totalidad por su largo cabello negro. De inmediato iniciaron las investigaciones y se le sumó a las tragedias que habían ocurrido recientemente en aquel lugar.
Aquella era una pequeña ciudad sumamente religiosa que conservaba innumerables edificios de la época virreinal dándole cierto encanto atemporal, no era extraño que los turistas que la visitaban se quedaran maravillados con sus enormes y bien conservadas iglesias, su abundante vegetación, la escasez de contaminación y la amabilidad de sus habitantes causando que volvieran poco tiempo después para convertirla en su residencia permanente; lo que ocasionaba que estuviera poblada por personas de todas culturas, religiones y países. Sin embargo, a pesar de lo magnífica que les parecía aquella urbe a los visitantes, los residentes más suspicaces podían notar la doble moral que predominaba, el elitismo injustificado, el malinchismo, el rechazo a la modernización y los numerosos negocios turbios que se llevaban a cabo clandestinamente. No obstante se mantenía como una de las ciudades más seguras y tranquilas del país, por lo que los hechos que ocurrieron en los últimos meses habían tomado por sorpresa a sus habitantes.
Cuando Justina, la madre de Sadie, llegó al parque y vio el cuerpo crucificado de su hija quedó completamente devastada; tras su primer aborto espontáneo creyó que Dios la castigaba por su anterior vida errática y que nunca la dejaría ser madre, sin embargo un año después ahí estaba Sadie, con sus grandes ojos almendrados y su cabellera azabache, era perfecta, ni siquiera le importó cuando le mencionaron que no podría tener más hijos, con ella era más que suficiente. Con Alfonso, su padre, no fue la misma historia, pues él deseaba más que nada tener un varón el cual cumpliera su sueño irrealizado de ser un boxeador profesional pero con el tiempo, al ver lo fuerte que era su hija volvió su ilusión hasta que ella le anunció que su mayor interés era la literatura.
 Al mover el cuerpo sin vida de Sadie retiraron el cuaderno violáceo, éste sería la más sombría de sus obras. Era de diseño simple, lo que era extraño en ella pues solía convertir sus cuadernos en verdaderas obras abstractas, sólo tenía 3 palabras en su portada: “Aún no entienden”.
 Esa era una frase que Sadie solía decir “no entienden” y en efecto Justina nunca había entendido como es que su hija había pasado de ser una buena niña con calificaciones perfectas a ser una adolescente rebelde con problemas de alcoholismo, pero ¿acaso no todos los adolescentes atraviesan aquella etapa de indisciplina? Dudaba que su hija pudiera tener problemas importantes, “problemas de adulto” decía ella. Siempre estaba ocupada preocupándose por lo mal que iba su situación económica, justificaba el no ponerle más atención diciendo que Sadie prefería estar sola.    
Alfonso, un hombre fuerte físicamente y que aparentaba serlo emocionalmente, vivía sumergido en su trabajo al grado que rara vez se encontraba en casa, él siempre decía “ya se le pasará con el tiempo” y sintió que su teoría se confirmaba cuando Sadie comenzó a dejar sus conductas extrañas.
   Cuando el cuaderno fue removido del cuerpo de Sadie la decisión del comandante a cargo fue desecharlo pero Justina intervino y pidió que la dejaran conservarlo. Ella contempló largamente aquella frase formada en él con recortes de revistas. Recordó haber visto ese cuaderno en una ocasión en la que había entrado sin permiso al cuarto de Sadie. A Justina realmente no le agradaba estar en ese cuarto, pero aun así lo visitaba a menudo ya fuera para buscar drogas o sentarse en la destendida cama para intentar comprender qué pasaba por la mente de su hija. Se quedaba largo rato observando la extensa colección de afiches que apenas si permitían notar que el color de la pared era púrpura y el vestuario gótico tan costoso que nunca consiguió prohibirle comprar. Contemplaba con cierta curiosidad los dibujos de Sadie descifrando las figuras en ellos, miraba las muñecas que había modificado hasta volverlas engendros irreconocibles y la gran colección de libros de las temáticas más extrañas que se le pudieran ocurrir, desde novelas sanguinarias a ensayos sobre demonología.
 Lo que más le causaba curiosidad de aquel cuarto era un dibujo hecho por Sadie, sin duda el mejor, mostraba a una mujer muy hermosa de cabello rizado largo, usaba un especie de toga que le hizo pensar en una diosa griega, en una mano sostenía una majestuosa espada y sobre la otra flotaba una llama, tal vez hacía alusión a una diosa de la guerra, en los pies llevaba unas majestuosas sandalias doradas que se sujetaban con lazos hasta la rodilla. La belleza de aquella figura sólo se opacaba con aquella mirada tan penetrante y maligna, además del par de alas demoníacas que salían de su espalda.
Ese dibujo la fascinaba y aterraba al mismo tiempo, el día en que vio el cuaderno incluso sintió que le había hablado, que aquella mujer fue la que le indicó donde encontrarlo. Así, bajo un caos de ropa, muñecas y zapatos lo vio. Apenas estaba por hojearlo cuando Sadie llegó, enfurecida de verla en su cuarto se lo arrebató y la corrió a gritos.
Justina conocía el temperamento de su hija, sabía que era normal el enojo al verla en su habitación pero había algo diferente esa vez, ¿se trataba de miedo, desesperación?, lo único que le quedaba claro era que se debía al cuaderno, ella no quería que lo viera. Y ahora que lo tenía en sus manos no sabía si realmente quería saber lo que había en tal cuaderno, si a Sadie no le avergonzaban sus perversas historias, ¿qué querría ocultar?
 Recordó las largas mangas del blusón gótico de su hija rozando furiosamente contra su mano para arrebatarle la libreta y cayó en la cuenta de algo que no cuadraba, hacía meses que ella no usaba esa clase de ropa, de hecho ni siquiera la conservaba ¿entonces por qué la había portado el día de su muerte? Quizá era algo sin importancia  pero a Justina le extrañó demasiado.
Decidió no leer el cuaderno pues le asustaba su contenido, además ya se le hacía tarde para sus acostumbradas reuniones cristianas, era el único momento en el que olvidaba sus problemas y cada vez rezaba por la salvación de su hija. Guardó el cuaderno en un cajón de su buró y se fue. Llegando a tales reuniones recibió el pésame de sus amigos.
-Lo siento mucho por tu hija, su pobre alma arderá eternamente en el infierno, sabes que los suicidas van ahí - le dijo una mujer de aspecto serio y cabello canoso pulcramente recogido que usaba grandes lentes oscuros.
Justina la miró muy enfadada y le contestó:
-Mi hija fue asesinada Rose.
Tal idea no le agradó le agradó en absoluto, ¿cómo le podía decir esa clase de cosas? Pero no importaba, ella sabía que Sadie no se había suicidado, había cambiado mucho y seguramente ahora estaba con Dios.
Al día siguiente fue a comprar la despensa de la semana tal y como lo hacía cada miércoles, sintiendo melancolía cada vez que veía algún objeto que le recordara a su hija, su cereal favorito, ropa como la que solía usar, jóvenes parecidas a ella… Con tristeza regresó a su hogar y comenzó a ordenar sus compras enseguida, no soportaría el desorden. Al terminar decidió sentarse un momento en su sala y notó un objeto que no debía estar en su mesa, se trataba del cuaderno de su hija, tenía un mensaje diferente esta vez pero tenía el mismo corte sanguinolento en la esquina superior izquierda, los recortes ahora formaban la frase  “Léelo y entenderás”.
Justina empezó a sentirse nerviosa, se preguntaba porque el mensaje había cambiado y como era que el cuaderno había llegado a ese lugar, tal vez Alfonso había llegado temprano de trabajar y había sentido curiosidad por él, pero…y ¿el mensaje? Quizá había leído mal la primera vez y sólo se encontraba estresada.
Se tranquilizó con dichas ideas y decidió recostarse un momento en su cama, se acercó a su buró, sobre el cual tenía numerosos libros de temática religiosa, buscando alguno con el cual relajarse un rato. De pronto vio algo poco familiar en su colección, un lomo morado que no pertenecía ahí. Ella sabía bien lo que era y de inmediato desertó de su búsqueda.
Estaba alterándose así que prefirió dormir un momento, pasó largo rato y no lograba conciliar el sueño, tras un parpadeo notó el cuaderno ya no entre sus libros si no a la orilla del buró, llamándola, con la invitación en él “Léelo y entenderás”. Decidió voltearse para no verlo pero comenzó a escuchar como el buró se tambaleaba tirando todo lo que había sobre él.
Asustada volteó inmediatamente, el buró no se movía y todo seguía en su lugar, pensó que había imaginado el sonido pero su mirada permaneció fija en el cuaderno. De pronto éste se abrió y las hojas comenzaron a pasarse solas, las primeras estaban en blanco pero tras la mitad una viva imagen de su hija apareció en ellas, era como en los últimos días, normal y sonriente, sin embargo la sonrisa se desvaneció, un gesto de desesperación inundaba su rostro, la imagen se llevó las manos al rostro y tras un grito desgarrador se arrancó la piel mostrando los músculos ensangrentados bajo ella.
 Justina emitió un grito de terror y enseguida despertó al escucharse a sí misma. Tal había sido su miedo que algunas gotas de sudor resbalaban por su frente, al menos sólo había sido un sueño. Volteó hacia el buró y asustada notó que el cuaderno se encontraba a la orilla.
 Su primera reacción habitual sería ir a leer algún salmo en la Biblia para calmar su ansiedad pero contrario a eso tomó el cuaderno en sus manos, lo contempló largo rato antes de decidir abrirlo, por fin lo hizo, el cuchillo con el que había sido clavado al cuerpo de Sadie había dejado un corte ensangrentado en cada página lo que le causó repulsión pero no la suficiente para dejar el cuaderno; una hoja se había anexado a él y estaba fechada con el día previo a la muerte de Sadie, comenzó a leer lo que decía:

28 de marzo
Hola Justina, sé que tú eres quien leerá estas páginas, ¿quién más? ¿Acaso Alfonso? Aquél que siempre quisiste que viera como un padre, ¡ja! Un fantasma que apenas si se materializa en tu casa no puede ser considerado como tal. Sé que él no lo leería, jamás le interesó conocerme en vida y ahora muerta sé que me desechará como un mal recuerdo.
Para cuando leas esto seguramente ya estaré bajo tierra tal y como lo deseaba. Lo que tienes en tus manos es la crónica de una vida, las explicaciones que querías, un diario. Espero que con esto entiendas porque, aunque te parecía que eran los meses más felices de tu hija yo sólo me pudría por dentro. Notarás que dedico mi muerte a ti y a tu querida religión.
Y no te preocupes por aquel asunto del infierno, pues no hay mayor tortura que la que pasaba en vida, serán vacaciones para mí. Sé que estar sin mí te hará feliz, no más pleitos, no más enojo ni música a altas horas de la noche. Duerme feliz.
Te amo,
Sadie