martes, 21 de febrero de 2023

CUCK

 


Uno nunca olvida a la diosa que te hace encontrar el sentido de tu existencia, para mí fue Marianne. Contando con un microscópico pene que apenas podía recibir ese nombre esperaba morir siendo uno de esos célibes involuntarios, sin la misoginia de por medio. Pero Marianne vio el potencial en mí, me aceptó como su pareja a pesar de mi deplorable apariencia y cuando descubrió mi condición me sobajó con los insultos más humillantes, aquello dolió deliciosamente y supe que necesitaba más.

 Tras unos meses de relación me enteré de que me engañaba, no podía con la excitación, le pedí que me contara con lujo de detalle sus aventuras y que enunciara porque esos hombres eran superiores a mí; me habló de sus miembros colosales y de cómo apenas podía sentir la miserable burla entre mis piernas cuando intentábamos tener relaciones, me encontraba eufórico.

Por desgracia a ella no le entusiasmó de la misma forma la situación, y aunque le aseguré que no interferiría en sus relaciones con otros hombres, todo lo contrario, no pareció convencida y me dejó.

Con el tiempo descubrí que no era el único que gozaba de aquella forma si no que había una gran comunidad de hombres beta dispuestos a apoyar a sus esposas y novias en la búsqueda de su satisfacción con otras parejas sexuales.

La búsqueda de una hotwife fue un proceso arduo pero fructífero, al conocer a Alexandra supe que era la indicada, desde que miró mi diminuto pene no ocultó su desagrado y decepción, y cuando le propuse que buscara hombres mejor dotados sus ojos se iluminaron y no titubeó en hacerlo.

Al principio sólo me contaba sobre sus gigantescos miembros y como le proporcionaban un deleite que yo jamás podría darle, después accedió a enviarme videos de sus profusos encuentros, los primeros planos de su exquisita vulva siendo penetrada por falos monstruosos me ocasionaban tal lubricidad que me masturbaba hasta quedar exhausto.

Comprendí que Alexandra merecía coger con verdaderos hombres y que el único placer que le ocasionaba mi minúsculo apéndice era cuando lo ponía en castidad y golpeaba mis testículos, yo estaba dispuesto a apoyarla en sus necesidades y sobre todo a obedecerla.

Un día me atreví a pedirle que me dejara acompañarla a algunos de sus encuentros, ella accedió gustosa sabiendo que podría humillarme frente a esos machos alfa, aquello fue la cúspide de mi placer, disfruté de sobre manera verla gritar obscenidades mientras una verga gigante la llenaba por completo, cuando un alfa la llenaba de su abundante esperma ella me permitía lamerlo de su vapuleada vulva.

La he visto coger con incontables personas, he sostenido su mano mientras pide que la penetren con mayor fuerza, lamido su clítoris mientras la embisten para luego recibir el semen de algún alfa en el rostro, pero mis momentos favoritos son cuando tres o más hombres se la follan bestialmente, utilizando cada una de sus cavidades mientras ella voltea los ojos de tan inmenso placer.

Me han preguntado porque encuentro placer en ser humillado y yo siempre contesto con otra interrogante, ¿por qué tú no?