domingo, 4 de diciembre de 2016

Un león púrpura (parte 1)

Rosalía estaba a mitad de su clase de dibujo al desnudo, la modelo del día era demasiado delgada para su gusto, no encontraba gracia alguna en dibujar un montón de tablas ensambladas.
Pero debía hacer el ejercicio ya que su distracción preferida aún no se presentaba; así que líneas emulando su cabello despeinado , líneas para sus pequeños pechos puntiagudos, líneas…
La puerta del salón se abrió y contempló a su salvación, 1.68 m. de estatura, cabello púrpura hasta la cintura y esas hermosas curvas bien colocadas, su vestimenta era simple, una camiseta con una ilustración de Blancanieves como dominatrix y unos jeans a la cadera que permitían ver sus huesos pélvicos, aquella simple franja de piel le resultaba mucho más erótica que la desnudez de la escuálida modelo.
Cuando por fin se hubo sentado, Rosalía cambió de página y se puso a dibujarla, siempre se sentaba tan alejada de sus compañeros que no le preocupaba ser descubierta. Ahora podía dejar de trazar líneas despectivamente y disfrutar dibujando, comenzó con su nariz, larga, delgada y respingada, con ese pequeño bulto en la parte superior que no conseguía disminuir su belleza, siguió con sus amplias cejas y sus grandes ojos, descendió para crear sus labios que siempre tenían ese hermoso tono rojizo, no pudo evitar lamerse los labios pensando en lo que se sentiría besarla.
Pero aquello era imposible, ella era el ser más heterosexual sobre el planeta y era tan atractiva que sobraban hombres que le asediaran. Claro que Rosalía no estaba mal, también era alta, poseía hermosos ojos, labios sensuales y un trasero privilegiado, sin embargo ella no lo creía así.
A pesar de que ninguno de sus compañeros podía ver su dibujo olvidó a otra persona en el aula.
-Esa no es la modelo –pronunció el profesor, estaba tan abstraída dibujando que no notó cuando llego ahí y sin autorización alguna tomó la libreta disponiéndose a hojearlo- Ahora veo que me ha estado engañando señorita Jiménez, estos dibujos son mucho mejores que los trabajos mediocres que entrega cada semana.
Había conseguido llamar la atención de toda la clase y caminaba alrededor del salón muy lentamente en dirección a Lilian. Rosalía suplicó mentalmente que se alejara de ella, que sólo  estuviera intimidándola y le devolviera su libreta pero contrario a eso la puso frente a la vista de Lilian.
-Es una chica bastante talentosa, ¿no le parece?
Ella sólo miró el dibujo y le dirigió una mirada penetrante pero inexpresiva, no podía saber si la odiaba, si había quedado impresionada por el dibujo o si al menos se había reconocido en él, no le respondió al profesor y él por fin le devolvió la libreta.
-La próxima vez esfuércese más en el trabajo en clase.
Ella agradeció que no hubiera añadido: "Y menos en fantasear con sus compañeras.", eso habría sido la cereza en su pastel de vergüenza. El resto de la clase le pareció eterna, intentó concentrarse en la insípida modelo pero resultaba complicado sintiendo la mirada fija de Lilian, ¿qué diablos significaba?, ¿y si quería golpearla? Por alguna razón la idea la excitó más que asustarla, el contacto físico con su musa sería un sueño hecho realidad aunque eso incluyera sus uñas desgarrando su piel...de hecho eso le resultó aún más incitante, estaba loca por Lilian.
Cuando por fin terminó la clase, el plan de Rosalía era esperar a que todos salieran del salón, se dispersaran y luego huir de la escuela, no le interesaba asistir a la siguiente clase preguntándose si los cuchicheos y las risas serían a costa suya, prefería escapar y volver el lunes, habrían tenido el fin de semana para mofarse de ella y ya estarían aburridos del tema, pero algo falló en su plan, Lilian no salió del salón.
Todos, incluyendo el profesor, habían abandonado el aula excepto por ellas, Lilian la miró profundamente y luego caminó hacia la puerta, “Sí, por favor, vete y termina con esta tortura”, pensó Rosalía, la chica de la cabellera morada cerró la puerta con seguro, la tenía acorralada, ella se mentalizó para recibir una buena paliza.
Lilian se movió felinamente hacia ella sin dejar de mirarla a los ojos, Rosalía se sentía como la presa de un sensual león morado, estaba aterrada pero no podía dejar de mirarla. La predadora se detuvo a pocos centímetros de ella.
-¿Puedo saber porque te dedicas a dibujarme?
-Yo no…no eres tú.
-¿Ah sí? –Inesperadamente tomó una de las manos de Rosalía y la dirigió a su rostro, ella no opuso resistencia- ¿No eran estos ojos, esta nariz? –preguntó mientras recorría aquella mano por lo que mencionaba- ¿Estos labios? –la textura era extremadamente suave, Lilian le dio un pequeño mordisco en el dedo índice antes de proseguir- Incluso este dije –colocó la mano de su presa sobre el dije que yacía cómodamente entre sus pechos. Rosalía ni siquiera notó cuando soltó su mano, estaba muy distraída sintiendo esos suaves montículos de piel perfecta pero en cuanto lo hizo retiró de inmediato su mano.
-Sí, eres tú…en los dibujos –que respuesta más idiota, la presencia de Lilian la reducía mentalmente al nivel de un cavernícola.
-Eso sigue sin contestar mi pregunta inicial, ¿por qué me dibujas?
-Me resultas mucho más interesante que la modelo –bien, había evolucionado al nivel de homo sapiens.
-¿Entonces es por motivos puramente estéticos?
-Sí –aquella era una buena escapatoria, sin embargo decidió arriesgarse, era ahora o nunca- No, la verdad no es el único motivo, creo que eres muy interesante y me gustaría salir contigo alguna vez.
La chica púrpura sonrió obviamente complacida con esa respuesta, era lo que esperaba.
-Lo siento Ro, no me gustan las mujeres –dijo antes de salir del salón.
            Rosalía se quedó confundida, ¿qué había sido eso? ¿Qué caso tenía provocarla para luego romper sus ilusiones? Decidió proseguir con su plan inicial y se marchó de la escuela, solo quería dejar atrás eso confuso momento y olvidarse de Lilian, ya le había quedado claro que nunca pasaría nada entre ellas.
            El fin de semana transcurrió velozmente, para el lunes ya se había signado con el asunto de la chica pelipúrpura, sin embargo ahora era ella quien la asechaba en clases, rozando ligeramente su piel siempre que tenía oportunidad, preguntando cosas al oído para luego mordisquear su lóbulo, incluso una vez manoseo uno de sus pechos pero cada vez que Rosalía la confrontaba ella respondía que había sido un accidente o que eso jamás había sucedido.
            Rosalía estaba harta así que cuando Lilian decidió palmear su trasero al final del día escolar, ella simplemente estalló, sostuvo su muñeca con firmeza y exclamó:
-¿Qué mierda quieres? Ya me dejaste muy claro que no te interesan las mujeres, ¿entonces a qué se debe todo esto?
            Con un giro de muñeca Lilian se liberó, tomó el brazo de su atacante y lo retorció tras su espalda.
-Prefiero tu actitud pasiva Ro –dijo hablándole al oído- y es verdad que no me gustan las mujeres, pero me gustas tú.
            Soltó su brazo y la besó pasionalmente sujetando su cabeza, sus labios eran aún más dulces y suaves de lo que creía y el contacto con su deliciosa lengua iba más allá de lo excitante.
-Pero no creo que puedas conmigo –se dirigió a la puerta y Rosalía la sujetó del brazo nuevamente.
-¿A qué te refieres?
            Lilian miró despectivamente la mano de quien la retenía y volvió a liberarse con facilidad.
-Voy a enseñarte a no volver a tocarme así.
            Desató hábilmente el cinturón de mezclilla que sujetaba los shorts de Rosalía y lo usó para atarle las muñecas a los tubos que sostenían la iluminación, alzó su camiseta y desabrochó su sostén liberando sus pechos, succionó uno de sus pezones y lo mordió con fuerza, siguió mordisqueando sus costillas, su cintura, mientras desabotonaba su short y lo dejaba caer, se agachó frente a su entrepierna para despojarla de su ropa interior y se puso de pie para jalar el cinturón y elevarla a un metro del suelo.
            Separó sus piernas para morder la parte interior de sus muslos, puso sus piernas sobre sus hombros y recorrió su vagina con la lengua, introduciéndola intermitentemente mientras succionaba su clítoris. Rosalía presionaba las piernas contra el cuerpo de Lilian, todo su cuerpo ardía de placer, las uñas de su compañera de clavaron en sus caderas mientras lamía su vagina con frenesí hasta que abruptamente se detuvo.
-Eso fue todo, nos vemos –dijo dirigiéndose a la salida.
-¡Hey! No puedes dejarme así. ¡Desátame!
-Hhmm…nah, ¿sabes? Creo que incluso llamaré a nuestros queridos compañeros, te ves bastante bien para un par de fotos.
            Rosalía comenzó a retorcerse desesperadamente ante la mirada divertida de su captora que caminó muy despacio hacia la puerta, el cinturón estaba demasiado apretado, ¿de verdad sería capaz de exponerla así? Lilian abrió la puerta.
-¡No! ¡Por favor no! –gimoteo Rosalía con una lágrima deslizándose por su mejilla, no podría soportar la humillación de ser encontrada de esa forma.
-Así me gustas más, Ro –dijo Lilian cerrando la puerta y caminando hacia ella- indefensa, suplicante, espero que esto te haya enseñado a no tocarme cuando no debes.
            Deshizo el nudo que sostenía a la consternada chica dejándola caer y sin pronunciar ni una palabra más se marchó del aula. Rosalía forcejeó desesperadamente hasta que logró desatar sus manos y se vistió tan rápido como pudo sin dejar de mirar paranoicamente hacia la puerta, al terminar tomó sus cosas y huyó de la escuela. No quería ver a Lilian, se sentía humillada, por fortuna no tendría que volver a lidiar con ella hasta el día siguiente, o al menos eso creía.
            Si alguna vez había pensado que las redes sociales no eran nada bueno ahora pensaba que eran cosa del demonio cuando vio que Lilian trataba de contactarla, lo primero que cruzó por su mente fue quemar la computadora y fingir demencia, pero resultaba poco práctico así que optó por ignorarla.
            Prosiguió con día sin lograr sacar aquello de su mente, ¿querría disculparse? ¿Querría seguir con ese maldito juego de provocación y humillación? Prefería no saberlo, no, no caería en la tentación.
            Decidió tomar una larga ducha y olvidarse del asunto, aún tenía el perfume de aquella mujer impregnado en la piel, el agua caliente la hizo notar los arañazos en sus caderas y lo sensibles que habían quedado sus pezones tras esos fuertes mordiscos…esos sensuales mordiscos, el contacto de su lengua, su labial rojo dejando marcas por doquier. ¡No! Por más que lo hubiera gozado la tortura psicológica no lo valía, pero…esa deliciosa lengua recorriendo su sexo magistralmente, además la había liberado después de todo.
            ¡No, no, no! No seas estúpida, se seguía repitiendo mentalmente mientras clickeaba “Confirmar” en aquella solicitud de amistad.
-¿Por qué tardaste tanto? –apareció en la parte inferior de su pantalla junto a la fotografía de Lilian- Estoy sola en casa, ven, ¡ya!
            ¡Luego del maltrato psicológico y de haberla dejado deseosa y aterrada pretendía que corriera hacia ella! No, no caería, seguramente sólo era un plan para fastidiarla de nuevo.
                                                    Lilian te está llamando
                                                      Ignorar     Contestar

            Bien…mirarla un poco implicaba que fuera a caer en sus redes de nuevo, clickeó contestar. En su pantalla apareció la imagen de Lilian que llevaba únicamente un brassiere rojo tan ajustado que sus pechos amenazaban con escapar.
-¿Entonces vienes o qué?
            Aquello era estúpido, un cuerpo semidesnudo no debería tener poder sobre ella, no podía rebajarse a ese nivel, ¡al de un hombre! Y sin embargo allá iba como un mosquito a la luz, lista para electrocutarse de nuevo; su musa púrpura le había proporcionado su dirección y a pesar de que le tomaría bastante tiempo llegar, su impulso de idiotez la alentó a continuar.
            Lilian vivía en una zona de departamentos, en el quinto piso y por supuesto no había elevador, cada escalón parecía decirle a Rosalía Detente, no seas estúpida, pero sus hormonas la mantenían caminando.
            Por fin, departamento 504, ¿debería tocar el timbre? ¿Y si abría la puerta un travesti velludo con calvicie prematura? ¿Y si sólo había viajado en vano? Su mano tomó vida propia y presionó el timbre como diciendo No seas marica. Escuchó tacones acercándose, aún podría ser ese travesti…




1 comentario:

  1. Excelente, debo admitir que me atrapo esta historia!! Espero con ansias la segunda parte

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