viernes, 3 de octubre de 2014

Lolita (parte 6)



Miles de pensamientos inundaron la cabeza de Lolita, al fin tenía a alguien que la entendiera por completo y con quien compartir sus sádicos placeres, sin embargo aquello había sido terriblemente descuidado, Cristina era demasiado conocida en el mundo de las orgías y todos la habían visto llegar con aquella chica. ¿Desde cuándo asesinaba? ¿Por qué no se lo había mencionado? ¿Había escogido por alguna razón especial a Leei? Pero de entre todas esas cuestiones apenas pudo formular:
-¿Qué?
-¡La maté! –Respondió eufórica- ¡Lo hubieras visto! El filo penetrando su piel, el fluir de la sangre ¡y sus gritos de dolor! ¡Fue magnífico!
-¿Qué mierda tienes en la cabeza? Todos te conocen, no tardarán en arrestarte.
-Tranquila, no conocía a nadie en ese lugar excepto a Leei y eso ya no es un problema.
-¿Y ella? ¿De dónde la sacaste? Por favor dime que es una prostituta que nadie extrañará.
-Nope. La conocí en un bar gay, es la hija de un senador o algo así. –Lolita quedó estupefacta.
-¿Mataste a la hija de un senador? Estás jodida.
-Lo dudo, todos estaban tan ocupados, drogados y ebrios que dudo que puedan dar una descripción acertada, además no creo que quieran hacer pública la noticia de que su hija murió en una orgía, incluso puede que ella estuviera mintiendo, no te alteres. -Esa vaga teoría seguía sin convencerla pero las ganas de ahorcar a Cristina disminuyeron- y ahora que te calmaste ¿puedo contarte como sucedió o tendré que llegar a escribirlo en mi diario?
-Bien, no puedo rechazar el relato de un asesinato con tintes sexuales.
Cristina sonrió ampliamente y comenzó con su narración.
-Al llegar a la habitación le dije que me gustaría realizar una pequeña sesión de bondage y ella por supuesto aceptó desnudándose por completo, su cuerpo delgado casi pueril poseía aquella suave e inmaculada piel que caracteriza a los infantes, atarla fue una delicia, pasar las cuerdas alrededor de sus incipientes y tiernos pechos, inmovilizar sus delicados brazos detrás de su espalda, deslizar la cuerda a ambos lados de su sexo apenas cubierto por una ligerísima capa de vello y por supuesto mirarla en su totalidad era como contemplar una obra de arte.
Lolita comenzaba a sentir una oleada de celos al escucharla hablar así pero al recordar que ya no era más que un cadáver pudo contenerse.
-La coloqué frente a la cama, hice que recargara la parte superior de su cuerpo en ella y que separara ligeramente las piernas, su trasero era espléndido, incluyendo aquella pequeña y rosácea abertura sobre su vagina resultaba tan tentadora que hundí mi rostro entre sus nalgas y comencé a lamerlo fervorosamente al mismo tiempo que introducía un par de mis dedos en su vagina, sus gemidos eran fuertes y agudos pero no lo suficiente para resultar fastidiosos.
››Disfruté aquel sabor amor y la miel que derramaba sobre mis dedos que fluyó aún más cuando introduje mi lengua en el estrecho orificio, el líquido que manaba era tan abundante que me aventuré a embutir lentamente el resto de mi mano en su vagina hasta que se perdió por completo dentro de su cuerpo. Estaba lista.
›› ¿Acaso tú notaste que llevaba un largo estuche negro? Apuesto a que no, con un par de pechos como los míos y un buen escote nadie puede desviar la mirada. Pues en él no llevaba un clarinete ni nada por el estilo si una pequeño artilugio hecho en casa.
Tenía razón, parcialmente, Cristina fue dotada de un cuerpo exuberante que no dudaba en presumir en cualquier oportunidad, cuando me citaba con ella en algún lugar público los miles de silbidos y piropos que comenzaban a sonar me anunciaban que ya estaba cerca, pero de hecho sí había notado aquel estuche y supuse que era donde guardaba sus juguetes sexuales hasta que lo puso sobre sus piernas y lo abrió mostrando un bate de madera con clavos que apuntaban a todas direcciones y que estaba completamente manchado de sangre y trozos de piel.
Cristina lo sacó del estuche y pasó su dedo por la punta, el único sitio sin clavos.
-Introduje lentamente la punta, ella se estremeció ante el frío contacto de la madera, giré el bate y ella se retorció sabiendo que algo no iba bien pero sostuve sus cuerdas y empujé con fuerza el artilugio en su interior, ella soltó el grito más agudo que he escuchado jamás e hilillos de sangre comenzaron a deslizarse por sus muslos, esa visión me excitó así que comencé a mover frenéticamente el bate adentro y afuera sintiendo como se desgarraba su piel y observando los pequeños trozos que se adherían a los clavos y caían al suelo, ella no paraba de retorcerse y gritar con esa vocecilla tan aguda que perforaba mis oídos. Aquello rompió con mi excitación. Alcé mi bate y golpeé su cadera, los clavos perforaban su piel y al jalarlo dejaba deliciosas marcas rojas sobre su piel perfecta, repetí aquella acción sobre su espalda, su delicioso trasero hasta que las líneas carmesí la invadieron por completo, pero ni eso logró callar sus malditos chillidos de rata así que golpeé su cabeza, tres, cinco, quizá diez veces hasta que dejé de escucharla.
-Interesante, aunque sigo sin explicarme cómo te llenaste el rostro de sangre.
Cristina se sonrojó ligeramente.
-Tú sabes porque.
-¿Tu fetiche con las vaginas sangrientas?
-Sí…no pude evitarlo, aún destrozada se veía tan deliciosa, no pude evitar lamerla toda esa exquisita sangre mientras enterraba mis uñas en sus muslos. Reaccionaste mejor de lo que esperaba.
-Yo también tengo algunos fetiches extraños. Y por cierto, por muy buena que fuera tu historia me debes un orgasmo.

-Eso se puede solucionar. –Respondió Cristina con su amplia sonrisa, se acercó a besarla e introdujo la mano en la ropa interior de Lolita.

1 comentario:

  1. Hola, me encanta como escribes, espero con ansias los próximos capítulos. Besos desde Colombia.

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