Todos tienen un alma gemela,
simplemente hay que abrir bien los ojos para encontrarla, o en el caso de
Marcus, agudizar el oído. Se encontraba en un bar festejando su primer
fin de semana libre tras salvarse de una acusación de asesinato, él por
supuesto era culpable pero afortunadamente nadie pudo comprobarlo. Así que ahí
estaba Marcus, de veinticuatro años, uno noventa y ocho de estatura, ciento
quince kilos bien proporcionados, brazos tatuados, cabellera larga y tosco
rostro; culpable de ocho asesinatos y sin embargo libre, bebiendo una Heineken
helada mientras escuchaba la conversación de un par de chicas sentadas junto a
él en la barra.
-Es sólo otro pendejo, supéralo,
alcoholízate y ten sexo salvaje con algún desconocido.
-¡Me engañó con mi mejor amiga! ¡No
quiero olvidarlo, quiero empalarlo y cortarle los malditos testículos mientras
le arrojo ácido en la cara a esa puta! ¡Eso quiero! Y sólo entonces podré
embriagarme y hacer una maldita orgía entre sus agonizantes cuerpos ardiendo en
llamas.
Esas sádicas palabras causaron curiosidad en Marcus que quiso descubrir quien
las vociferaba, esperaba observar un esperpento que haría comprensible la
infidelidad, sin embargo se encontró con lo que le pareció un pequeño y hermoso
ángel de largo cabello castaño con una playera de Motorhead que lo dejó
estupefacto, le pareció un ser incorruptible que no podía pertenecer a este
mundo, claro, hasta que abrió la boca de nuevo.
-¿Y tú que me ves mastodonte? – pronunció
ella molesta mientras su amiga le susurraba al oído que lo dejara en paz. Tras
aquella hostilidad Marcus perdió el embeleso pero no el interés.
-Dudo que seas capaz de matar a
alguien niña, seguramente si vieras un cadáver vomitarías. – dijo él calmado
sin soltar su cerveza, ella de inmediato se levantó de su asiento y caminó
hacia él indignada, empujando a su amiga que trataba de detenerla.
-Tú no sabes nada de mi imbécil, así
que cállate antes de que te golpeé. – Marcus apenas contuvo su risa y se levantó,
irguiéndose por completo en sus casi dos metros de altura, su físico
normalmente era suficiente para intimidar a cualquiera, sin embargo esta mujer
se quedó frente a él alzando la cabeza para seguir viéndolo a la cara desde
cuarenta centímetros abajo.
-¿Crees que me intimidas? – Marcus no
tuvo tiempo de responder pues la chica pateó su entrepierna y cuando él se
dobló de dolor le propinó un fuerte puñetazo en la cara.
Su amiga la jaló del brazo rápidamente intentando sacarla del bar antes de que
ese hombre reaccionara pero no lo logró, Marcus corrió hacia ellas, le dio un
empujón a su amiga y tomó a la fan de Motorhead del cuello azotándola contra la
pared, ella no intentó liberarse, se quedó mirándolo fijamente a los ojos,
retándolo; él alzó su gigantesco puño sobre la cara de la chica, la miró, no
había rastro de temor en su bello rostro, no la intimidaba, la amó por eso y la
soltó. Ella lo jaló por una larga cadena que pendía de su cuello, fue tan
inesperado que cedió fácilmente y cuando la castaña lo tuvo a su altura lo besó
lívidamente para luego empujarlo y encaminarse fuera del bar con su amiga. Él
salió corriendo tras ella.
-¿Cómo te llamas? – le gritó.
-Melina. – respondió ella sin dejar
de caminar por el estacionamiento junto a su amiga, a él aquel nombre le
resultó casi musical.
- ¿Podemos salir algún día?
-Claro, si te deshaces del pendejo de
mi ex – dijo ella justo antes de entrar a su auto y desaparecer del lugar.
Marcus la siguió aquella noche y varias después, tras una semana sabía que
Melina era la mujer de sus sueños (impredecible, independiente, sádica) y tras
quince días ella recibió el aparato reproductor de su ex novio con una foto
adjunta del cadáver mutilado, ella observó aquel extraño obsequio y soltó una
sonora carcajada; al poco tiempo sonó su timbre, Marcus estaba parado frente a
su puerta con un ramo de rosas blancas bañadas en sangre; Melina literalmente
saltó sobre él de entusiasmo y agradecimiento. Tras una tarde de sexo
maratónico, charlas cortas, pizza y cervezas ellos supieron que eran el uno
para el otro.
Melina había asesinado a su madre a los doce años haciéndolo parecer un
suicidio, tras eso había ocasionado otros siete “suicidios”, cuatro de ellos
con sus propias manos y tres fueron novios suyos a los que maltrató tanto
psicológicamente que prefirieron la muerte. Al haber cometido ambos ocho
asesinatos hasta entonces tomaron aquel como su número de la suerte.
El cruel asesino en serie ahora enamorado sabía que la policía no tardaría en
averiguar que habían dejado en libertad a un hombre culpable, tenían que huir
de aquella ciudad pronto, le pidió a su amada que lo acompañara, ella tardó tan
sólo media hora en hacer su maleta.
La necesidad de matar de ambos no tardó en resurgir, decidieron infiltrarse en
la casa de una joven pareja de apellido Tapia, Marcus simplemente quería
matarlos con un cuchillo, Melina sugirió ponerse creativos.
Lo que encontró la policía fue un engendro, las cabezas delos esposos habían
sido cortadas y luego colocadas en el parte superior del torso de la mujer, la
parte baja del torso pertenecía al varón, se habían colocado las extremidades
de ambos cuerpos en aquella quimera haciéndola parecer una araña humana, sobre
el pecho se encontraban los dos corazones, el resto de los cuerpos no estaban
en la casa, en la pared habían escrito con sangre dentro de un corazón: M+M.
M&m’s fue lo que le obsequió Marcus a Melina por su primer asesinato juntos,
además de un gigantesco oso de felpa que ella nombro Richie en honor a Richard
Ramírez. Aquella noche cenaron los restos de los Tapia acompañados de un buen
vino, el postre fueron sus cuerpos desnudos gozándose mutuamente con la rasposa
voz de Lemmy Kilmister como soundtrack.
Tras ese asesinato surgió otro igualmente elaborado, habían decido asesinar
solamente a parejas enamoradas para congelarlas por siempre en la cúspide de su
amor; a Melina se le ocurrió una nueva forma de firmar sus actos, arrancarles
los ojos a las víctimas y colocar en su lugar un par de m&m’s, a Marcus le
encantó la idea así que lo hicieron en todos sus asesinatos posteriores por lo
que pronto fueron conocidos como los asesinos de los m&m’s.
Cometieron varias decenas de crímenes más, cambiaban constantemente de ciudad y
nunca repetían su método a excepción del detalle de los chocolates y podían
costearse una buena vida con lo que robaban de sus víctimas.
Cuando no estaban cometiendo sus atroces crímenes salían a pasear tomados de la
mano, resultaban curiosos de observar, él, un fornido y gigantesco hombre, ella
una pequeña mujer que lucía frágil e indefensa. Sin embargo cada vez que una
mujer hacía alusión al físico de Marcus de manera negativa, Melina le
daba una paliza, Marcus se encargaba de los hombre que dirigieran palabras
vulgares a Melina; eran un par de asesinos sádicos pero por sobre todo se
amaban.
Comenzaron a volverse descuidados, tardaban demasiado con los asesinatos,
tenían sexo frecuentemente con los cadáveres y en más de una ocasión dejaron
vivo a algún testigo, se les identificó por las descripciones de éstos y
rápidamente había anuncios de “se busca” por doquier.
Llegó el 14 de febrero, que además de ser el día de san Valentín resultaba
también el día en que Melina y Marcus cumplían ocho meses de haber huido
juntos, ocho, su número de la suerte. Melina observaba con embeleso las
fotografías de sus crímenes, una mostraba a una pareja degollada, los
intestinos saliéndoles del abdomen formaban un corazón a su alrededor, otra
mostraba un par de cuerpos cortados a la mitad y unidos con hilo y aguja
asemejándolos a la figura de un naipe, otra mostraba a una pareja de cadáveres abrazándose
con los sesos escurriéndoles formando el símbolo del amor, así continuaban las
fotografías con su bizarro romanticismo.
Cuando Marcus despertó ella lo recibió con el desayuno listo y una gran caja
con un moño, él desayunó desganado a pesar de que era su comida preferida
(burritos del OXXO y jugo de durazno) y abrió su regalo sin entusiasmo, se
trataba de un oso hecho con piel humana y un paquete de m&m’s, apenas
esbozó una sonrisa y lo regresó a la caja, Melina le preguntó que le sucedía.
-Nada, sólo quiero estar solo.
-¿Sabes que día es? – le preguntó
Melina molesta.
-Sí, si sé que puto día es, ahora
déjame en paz.
-¡Púdrete! – le gritó Melina
arrojándole el envase de vidrio de jugo, Marcus apenas lo esquivó y ella salió
furiosa del hotel donde se hospedaban.
Ella no podía creer su actitud, se había esmerado en coser aquél oso, sus dedos
amoratados eran la prueba de que zurcir piel humana no era sencilloy ese
desgraciado no lo había apreciado. Vagó largo rato por la ciudad encontrándose
con varios letreros con su cara y la de Marcus, los arrancó más por el coraje
de verse junto a ese mal agradecido que por temor a ser encontrada.
Acudió a un bar y bebió hasta no poder más, bajo los efectos del alcohol tomó
una firme decisión, mataría a aquel bastardo que no sabía valorarla, iba a
cortarle las malditas piernas y ver que tan intimidante resultaba sin ellas.
Pero antes de volver a su habitación decidió parar en un OXXO para comprar una
botella de Jack Daniel’s para celebrar cuando él estuviera muerto.
-Por cinco pesos más se puede llevar
un paquete de m&m’s…-comenzó con su inocente promoción la encargada sin
saber el terrible efecto que tendrían sus palabras.
-¡NO! ¡No quiero unos putos m&m’s
perra! – alzó la botella de whiskey y comenzó a golpear brutalmente a la cajera
hasta que dejó de moverse y gritar.
Aún furiosa se encaminó con el Jack (la resistente botella había sobrevivido al
ataque) hacia su cuarto para proseguir la matanza. Abrió la puerta y lo que vio
la hizo dejar caer la botella; a las orillas de la habitación estaban
colocadas varillas metálicas con corazones humanos empalados con una pequeña
vela encendida, debían ser unas treinta, en el suelo había miles de pétalos blancos
salpicados de sangre y del techo pendía el cadáver sin ojos de su ex mejor
amiga, cuando vio lo que pendía del nervio ocular de la chica no pudo contener
sus lágrimas, era un anillo de diamantes en forma dem&m, Marcus se
arrodilló frente a ella dejando ver las letras escritas con sangre en la pared:
“¿Te quieres casar conmigo?
El romántico y sanguinario momento fue interrumpido por la voz de la policía
fuera del cuarto, habían seguido a Melina luego de que la mujer del OXXO la
reconociera como uno de los asesinos de los m&m’s. Melina tomó el anillo.
-Claro que quiero. – respondió ella,
lo abrazó y besó largamente, si iban a arrestarlos al menos quería disfrutar
ese momento.
Uno de los policías derribó la puerta, todos ellos se horrorizaron con la
escena, un par de psicópatas besándose bajo un cuerpo que aún derramaba sangre
sobre ellos, órganos a su alrededor, les provocó nauseas, uno de ellos disparó,
luego los otros dos también.
Melina y Marcus cayeron al suelo, heridos en demasiados sitios como para
intentar pelear, se quedaron tumbados en el piso desangrándose tomados de la
mano, el anillo de m&m brillaba en un charco de sangre.
-Te amo – le dijo Marcus.
-Yo también te amo – respondió Melina
con su último aliento y cerró los ojos para siempre, sonriendo y tomando la
mano de su amado.
Romántica, sádica y genial historia, todo iba sobre ruedas hasta las ultimas líneas del penúltimo párrafo: ¿cómo carajos la policía abrió fuego sin más? ¿que no se supone que si intentan huir o pelear o amenazar con un arma de fuego entonces si se les dispara? ¿o acaso pretendes comunicar que si la policía ve a un par de presuntos asesinos en una escena como esa, el primer instinto es asesinarlos a balazos y no arrestarlos para llevarlos ante la justicia?... como sea.
ResponderEliminarCreo que se puede decir que por el asco y temor al ver semejante escena uno de ellos decidió disparar antes de que los atacaran.
EliminarJa estos dos aparecen en el capitulo 7 del burdel de las parafilias
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