Entró al baño, el cual conectaba
su pequeña sala de torturas con su propia habitación, cerró con doble cerrojo
el acceso y tomó una rápida ducha antes de acceder a su cuarto. Escogió el
primer atuendo que encontró y dio un fugaz vistazo en el espejo, su apariencia
resultaba sumamente ordinaria, cabello castaño que apenas le llegaba a los
hombros, estatura promedio, peso promedio, no era una belleza pero estaba lejos
resultar desagradable, se mezclaba bien entre la multitud y eso era conveniente.
A pesar de su hobbie de fin de
semana sabía aparentar normalidad, nunca transformaba en presas a sus
compañeros de aula por más tentador que resultara, ni siquiera para aquellos
encuentros de “sexo normal” que tenía a menudo a causa de su ninfomanía, sí,
ella también era esclava de sus instintos terrenales. Era algo que simplemente
no podía evitar, había descubierto la masturbación a los 8 años y no la había
abandonado desde entonces, aunque por supuesto, con tantas presas disponibles
ya no le era tan necesaria. Además Internet lo simplificaba todo, había miles
de sitios dedicados a “conocer” personas, llenas de hombres y mujeres,
solitarios y desesperados por un poco de atención.
No, no todos terminaban en la
sala de torturas, tan sólo los que desquiciaban a Lolita, aquellos cuyas vidas
no parecían tener sentido, aquellos que nadie extrañaría y que incluso su ausencia
beneficiaría al mundo. De ellos apenas el 20% eran mujeres, díganle feminista,
lesbiana o lo que gusten, pero a ella no le gustaba asesinar mujeres aunque de
vez en cuando conocía a alguna que lo pedía a gritos.
Odiaba la escuela, odiaba no
tener a alguien con quien poder hablar de su hobbie y sus perversos
pensamientos, alguien a quién decirle “Hey, ¿ya viste a ese chico? Me
encantaría darle por el culo hasta escucharlo gritar, destazarlo y conservar su
cabeza disecada sobre mi cama.” Pero no, nadie podría entenderla.
Aún recordaba vívidamente cuando
fue sorprendida por su madre jugando inapropiadamente con sus muñecos y como le
explicó exasperada que no era normal que Barbie embutiera su mano en el trasero
de Ken, la pequeña Lolita había usado el gesto más tierno de su repertorio pero
en esa ocasión no funcionó y Santa no volvió a traerle muñecos, jamás. Un par
de años más tarde, gracias a Internet, descubrió que su madre se equivocaba y
que para algunos aquello sí era normal.
La clase era sumamente aburrida y
prefirió concentrarse en uno de sus pasatiempos preferidos, calcular la
longitud de los penes de los chicos del aula, había desarrollado un método que
rara vez fallaba, examinar el tamaño de sus manos, pies y rasgos faciales, un
hombre podía tener manos gigantescas pero si todos sus rasgos eran pequeños
podría llevarse una gran decepción, en cambio si poseía una nariz larga o
grande podía tener un muy buen trozo de carne entre las piernas.
Su rápido escaneo la llevó a la
conclusión de que el mejor dotado debía ser Mateo, un sujeto introvertido de
cabellera alborotada, demasiado delgado pero que cumplía perfectamente con las
características necesarias, lo recorrió lentamente con la mirada imaginando
como se vería completamente desnudo, en cuclillas con las muñecas atadas a los
tobillos y los ojos vendados, su pecho moviéndose agitadamente por el temor y a
pesar de eso su enorme falo presentando una gigantesca erección. Lo abofetearía
con fuerza para comenzar, pisaría sus delgadas piernas con sus tacones de aguja
hasta hacerlo sangrar, se colocaría detrás de él mordiendo con fuerza su cuello
introduciendo un dildo en su ano sintiendo la resistencia de esa pequeña
cavidad no explorada…
Detuvo aquella visión, era
demasiado, salió del aula y se dirigió directamente al baño, bajó sus
pantalones y ropa interior en tiempo récord, buscó en su bolsa hasta encontrar
el pequeño vibrador que llevaba siempre para esos casos de emergencia, lo
encendió y recorrió con él su clítoris ya bastante excitado, lo deslizó hacia su
húmeda vagina y lo movió frenéticamente adentro y afuera conteniendo sus
gemidos para no ser descubierta hasta conseguir un orgasmo apresurado que no la
satisfizo del todo pero al menos la mantendría controlada unas horas.
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