La belleza puede resultar un gran don o una gran maldición,
Diana creía en la primera opción pues gracias a su gran belleza física
conseguía todo cuanto quería; sabía que con una coqueta mirada de sus grandes
ojos color miel y dulcificando su tono de voz nadie podía negarle nada en
absoluto, ni sus compañeros, ni sus maestros, ni sus familiares. Sólo unas
cuantas compañeras que la miraban con recelo y algunos pretendientes desdeñados
opacaban momentáneamente su mundo de ensueño sin que ella les diera demasiada
importancia.
A menudo
recibía obsequios por parte de admiradores de toda la secundaria con alguna
nota de tintes románticos, por lo tanto no se sorprendió una mañana cuando
encontró una vaquita de peluche sobre su pupitre con una nota en la que se
leía: "Para la mujer más hermosa de la escuela". Con aquella frase
era innegable que el obsequio había llegado al destinatario correcto, interrogó
a sus compañeros pero nadie sabía quien lo había llevado.
Diana
asumió que en algún momento él susodicho aparecería y decidió conservar el
regalo, era una vaquita muy simpática, con ojos saltones y una amplia sonrisa,
además de una pequeña campana que le colgaba del cuello. Las vacas eran su
animal de felpa predilecto y además la habían rociado de un perfume que olía
delicioso. Hacía ya un lustro que no dormía con peluches pero aquella vaca le
pareció irresistible, con su gracioso rostro y su aroma, así que decidió
compartir su lecho con ella.
La mañana
siguiente se dirigió entusiastamente a la escuela esperando descubrir quien le
había dado ese excelente obsequio, sin embargo su admirador no apareció ni
volvió a dejarle un presente, ni siquiera una simple nota; se sintió
ligeramente decepcionada pero siguió sin preocuparle, le había gustado el obsequio
y era todo lo que importaba.
De regreso
a casa miró de reojo una figura oscura que parecía seguirla, sin embargo cuando
viró hacia ese dirección no había nadie. No le sorprendía que alguien la
siguiera, ella era muy bella y seguro se trataba de uno de sus tantos
admiradores, así que rápidamente se olvidó del asunto.
Por la
noche volvió a dormir junto a su peluche de agradable aroma, pero algo la
despertó abruptamente a mitad de la noche, una de las orejas de la vaca rozaba
con su frente produciéndole escozor; abrió los ojos con espanto dándose cuenta
de que la vaca se había movido sola, quiso convencerse de que lo había
imaginado, se apartó un poco del peluche y éste volvió a tambalearse sin
justificación lógica, aterrada, Diana lanzó el peluche tan lejos como pudo y se
cubrió completamente con sus cobijas.
Intentó
dormir, olvidarse de aquello y despertar al día siguiente recordándolo como una
pesadilla tonta, pero el tintineo de la campana que pendía del cuello de la
vaca le recordaba que aquello era real y que el peluche seguía moviéndose.
Aunado a su
miedo estaba el escozor en la frente que se extendió por todo su cuerpo como si
aquel objeto estuviera contaminado, ella creyó que sólo se trataba de ansiedad,
que debía calmarse y encontrarle una explicación lógica a aquello, se armó de
valor y se quitó de encima las cobijas, después de todo controlar a un peluche
poseído de treinta centímetros no debía ser tan complicado.
Descendió
de su cama y lentamente se acercó a la vaca que seguía tambaleándose en el
suelo con su boba expresión en el rostro, la movió con el pie manteniendo su
distancia lo más que pudo, al no observar ninguna reacción en el objeto decidió
acercarse, no observó nada extraño en él así que optó por quitarle la campana
para detener el molesto ruido y se desharía de él por la mañana.
Justo
cuando estaba quitándosela volvió a mirar una silueta oscura a su lado,
asustada volteó hacia esa dirección pero nuevamente no había nadie ni nada que
coincidiera con la figura, miró por toda su habitación pero no había nada
inusual, de nuevo comenzó a sentirse nerviosa y no dejaba de mirar hacia todas
direcciones hasta que sintió un cosquilleo en la mano con la que aún sostenía a
la vaca, bajó la mirada y contempló con pavor que en el lugar que antes ocupaba
la campana se encontraba un orificio de donde estaban emergiendo decenas de
pequeños gusanos blancos, instintivamente soltó el peluche con asco y se
sacudió las manos.
Pensaba
salir corriendo al baño para lavarse concienzudamente las manos pero notó que
bajo la piel de una de ellas sus venas parecían sobresalir demasiado hasta que
comenzaron a moverse y se percató que no se trataba de sus venas si no de los
horribles gusanos que se habían metido bajo su piel, comenzó a rascarse la mano
frenéticamente y de nuevo sintió como la comezón se extendía por todo su
cuerpo, miró sus piernas y notó que ahí también había gusanos deslizándose bajo
su piel.
Completamente
llena de asco y ansiedad buscó un cutter en su mochila, se derrumbó en el suelo
y comenzó a provocarse cortes en la piel tratando de extraer aquellos
parásitos, su blanquecina piel fue cambiando su tonalidad por el rojo de la
sangre que brotaba de las numerosas heridas.
Pero su
frenesí se detuvo cuando la oscura silueta apareció de nuevo, Diana se puso de
pie sosteniendo aquella arma blanca, caminó con una mirada demente por su
cuarto buscando algún intruso pero lo único aterrador que encontró fue su
propio reflejo en el espejo, tenía el cabello alborotado, el gesto de una mujer
esquizofrénica y sangre por doquier, se acercó al espejo sin reconocerse y
contempló con horror que la oscura silueta que había contemplado no se
encontraba en su habitación, si no en su propio ojo, observó como uno de esos
pequeños y grotescos gusanos se paseaba por él; Diana, presa del horror y la
desesperación, exclamó el grito más agudo y potente de su vida y se hundió
aquel cutter en el ojo izquierdo.
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Cuando se
examinó la vaca de peluche se descubrió que estaba llena de gusanos loa loa y
un pequeño papel que decía: "No importa la belleza, al final todos somos
comida de gusanos."
Hola andrea, necesito hablar contigo, me urge el libro completo del Burdel de las parafilias...puedo depositarte, necesito el libro, tiene la continuacion de Pirofilias y un slasher [Capítulo 7]?
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