Justina se entristeció con la dureza de las
palabras de su hija, pero se conmovió con la despedida pues esas eran palabras
que jamás le dijo en vida. Ella llegó a pensar que Sadie la odiaba pues
rechazaba cualquier muestra de afecto y siempre estaba ignorándola.
Creía que era mejor
si no leía las siguientes hojas, debería tan sólo afrontar que su hija había muerto y dejarlo todo atrás; pero
ella quería conocer la verdad, ¿por qué se había suicidado si lucía tan feliz?
Tal vez por la desaparición de su novio por la que estaba tan trastornada pero
eso no le pareció razón suficiente. Quizá esa carta era una broma cruel, alguien
la había puesto ahí para molestarla, pero esa era la letra de Sadie…
Decidió leer el
diario para averiguar la verdad y comprender al fin a su hija.
Miércoles
10 de Junio
La idea de un diario siempre me pareció de lo más absurda e
infantil. Lo que imaginaba al escuchar esa palabra, diario, era a una niña de
unos 10 años escribiendo en un tierno cuaderno con algunos dibujos estúpidos en
la portada sobre el chico guapo que acababa de entrar a la escuela o sobre lo
molesta que estaba porque no le habían consentido su último capricho.
Sin
embargo la idea de poder desahogar lo que pasa por mi mente sin realmente
decírselo a alguien me pareció bastante buena. Sobre todo luego del gran fiasco
con aquel pervertido neurótico que seguramente compró su título.
Eso de
ir con un psicólogo jamás habría sido algo que haría por voluntad propia,
obviamente eso fue algo que Justina, mi madre, me obligó a hacer por influencia
del ser que más he odiado, Rose Sanz. Ese es el ser infernal que le sugirió que
debía llevarme con un psicólogo y peor aún fue ella quien le lavó el cerebro
para se volviera una aleluya más.
Tuve
que aguantar algunas sesiones pero ese neurótico no hacía nada más gritarme que
era una niña consentida e inmadura que no era capaz de lidiar con el mundo y que
mi vestuario enviaba mensajes erróneos a la gente, cuando no hacía eso me
lanzaba miradas lujuriosas desde aquellos lentes redondos de fondo de botella
que hacen que sus ojos se vean casi del doble del tamaño.
Luego
de un par de sesiones dejé de ir pues no soportaba el asco que me provocaba.
Unos cuantos días después, él fue a mi casa para hablar con Justina y decirle
las conclusiones a las que había llegado con los pocos días de terapia, yo
“accidentalmente” escuché la conversación. Le dijo que sólo era una niña
caprichosa en busca de atención y que ya se me pasaría con el tiempo eso de
vestirme de negro, “su hija sólo sigue una moda” le dijo, ¡ja!, imbécil de
mierda. Al menos eso la tranquilizó y dejó de molestarme por un tiempo con ese
asunto de las cicatrices en mis muñecas.
En fin,
debido a la poca confiabilidad humana y a mi creciente misantropía he decidido
iniciar este diario, para liberar mis demonios
y rellenar lagunas mentales que causa el alcohol.
Quién
sabe, tal vez en un futuro las memorias de esta adolescente bipolar de 16 años
sirvan de algo. Sí…para saber lo aburrida que fue mi vida antes de volverme una
famosa escritora y de casarme con Jussi 69.
Domingo 14
de Junio
Por fin el martirio cotidiano acabó y tomaré un merecido
descanso de todo este grupo de hipócritas e imbéciles. Serán otras vacaciones
de aburrimiento y solitarias borracheras.
El
viernes pasado los hipócritas me hablaron, comenzaron a decirme que no querían
que estuviera sola y que me invitaban a una gran fiesta en casa de no sé quién.
Seguramente los maestros volvieron a decirles que “no me rechazaran”.
Como
fuera les dije que preferiría comerme mis ojos antes que ir a alguna fiesta
suya y que si me decidía a ir sería para ponerle una bomba. No tardaron en
mostrarse disgustados e irse. Jamás soportaría convivir con ellos fuera de la
escuela, apenas si puedo hacerlo dentro de ella.
Sucedió
algo extraño cuando todos se fueron, estoy segura de haber escuchado una voz
que decía “¡Ve con ellos, debes ir!”, tal vez fue sólo mi imaginación pues no
volví a escucharla.
Sábado 4
de Julio
Estas semanas de libertad han sido reconfortantes, el no ver
al montón de imbéciles infrahumanos hace mi vida casi feliz. En casa la vida
sigue siendo una mierda. Alfonso nunca está y Justina insiste en inculcarme su
basura religiosa, ¡ja!, ¿realmente pretende que la escuche?, ilusa…
Ayer
llegué bastante ebria a la casa, de nuevo tuve una romántica cita con mi amor
Smirnoff en el tranquilo parque. Justina se alteró un poco y me dijo que eso no
estaba bien visto a los ojos del Señor, ni siquiera puedo recordar lo que le
dije pero seguramente fue algo pagano
pues de inmediato sacó su Biblia y
comenzó a leerme un pasaje.
No sé
si fue el alcohol en mi organismo o las náuseas que me causó su fanatismo
religioso lo que provocó que vomitara sobre su querido librito con la gracia
que sólo podría tener Linda Blair. El pensar eso me causó una risa tremenda,
pero por la expresión en su rostro asumí que ella no comprendió mi sentido del
humor y preferí retirarme.
Domingo 5
de Julio
De nuevo estoy en el parque, es un sitio tan pacífico…lejos
del ruido de este pueblo que pretende ser metrópoli. He tenido que refugiarme
aquí ya que no quiero ver a Justina en un buen rato, muchas veces ha dicho o
hecho cosas estúpidas pero esta supera a todas.
Salí a
vagar un rato y decidí llegar temprano por una vez, subí a mi cuarto y lo que
encontré ¡fue a un grupo de aleluyos exorcizándolo! Comencé a gritarles que
dejaran mis cosas en paz y que se largaran enseguida, ellos me dijeron que eran
por mi bien y bla, bla, bla…
Yo les
dije muy amablemente que chingaran a su puta madre y salí de ahí arrojando al
suelo todo lo que había a mi paso.
Ahora
me quedaré escuchando música hasta que se me ocurra un mejor plan.
Justina recordaba
bien ese día, le había contado a su pastor el incidente con la Biblia y él le
dijo que seguramente Sadie estaba siendo influenciada por fuerzas del mal y que
debían practicarle un exorcismo cuanto antes. Sabía que ella jamás accedería
así que decidió que sólo exorcizaría sus cosas. Aprovechó un día en que su hija
salió pues creyó que llegaría tarde como siempre; jamás pretendió hacerla
enojar, tan sólo hacía lo que creía correcto.
Y vaya que se había
enojado, lo que Sadie escribió no alcanzaba a describir lo que hizo, pues
además de utilizar su completo léxico de groserías con un volumen exagerado
arrojó cualquier objeto que encontró contra el suelo y las paredes, dejando
varios floreros rotos así como un estéreo y una ventana. Siguió gritando como
una verdadera posesa hasta que finalmente salió de la casa azotando la puerta
de la cochera no sin antes golpearla contra el auto recién lavado de Alfonso.
También recordó como
tuvo que llamar a la policía para que la buscaran y que por fin la encontraron
en el parque muy alcoholizada cortándose las muñecas con trozos de una botella
rota de vodka. Odiaba cuando hacía eso, al principio creyó que lo hacía por
llamar la atención así que comenzó a pasar más tiempo con su hija pero
obviamente eso no era lo que Sadie quería pues siempre le gritaba que la dejara
en paz y se ponía aún más histérica si tan sólo se acercaba a su cuarto. Al
pasar el tiempo las marcas en sus muñecas se extendieron a todo el brazo y
lucían cada vez más profundas así que la obligó a visitar a un psicólogo pero
dejó de ir tras un par de sesiones pues decía que él era un pervertido.
Justina no estaba segura de continuar con la
lectura de aquel cuaderno así que hizo la limpieza de la casa y preparó algo de
comida; luego de un par de horas terminó y se obligó a seguir leyendo el
diario.
Domingo 12
de Julio
Extraño fin de semana, era de noche y de nuevo me dirigía al
parque a pasar tiempo de calidad con mi querido Smirnoff pero pasé al lado de
un edificio en el cual sonaba una melodía conocida “We're like two fingers of
the same hand, beautiful strangers of the strange land…” era Betty Blue de The
69 Eyes, fue extraño saber que alguien escuchaba buena música en este pueblo, y
fue aún más insólito notar que era una especie de local, seguramente sería un
nuevo bar, su nombre “The Bleeding Morbid Cat”, con tal título la curiosidad me
invadió y decidí que debía entrar.
Al
cruzar la puerta había unas escaleras desde las cuales sólo se veía la tenue
luz rojiza que iluminaba el lugar. No me entusiasmaba la idea de bajar puesto
que no me agradaba frecuentar esa clase de sitios, el alcohol es muy caro pero
sobre todo hay mucha gente, aun así la curiosidad era demasiado grande. Justo
antes de bajar el primer escalón escuché nuevamente una voz, esta vez era distinta - sonaba más
convincente y racional - me decía “no bajes, él te hará daño, no debes bajar”.
Miré a mi alrededor, no había nadie en esa calle, retrocedí un par de pasos
asustada, ¿qué era esa voz? Me quedé parada sin hacer nada hasta que escuché
una nueva voz que decía:
-¿Vas a pasar?
-¿Qué? -dije yo
apenas notando que ahora hablaba con una persona de verdad, era un gótico,
aparentemente le obstruía el paso.
-Que si vas a pasar
o sólo te vas a quedar estorbando -pronunció molesto, al parecer no era una
persona paciente.
-Me voy a quedar
estorbando si quiero, pendejo.
Dijo
algo entre dientes y pasó empujándome, luego de un momento hice caso omiso de
la voz y bajé las escaleras, mi amigo el gótico estaba casi al final de la
escalera y decidí regresarle el empujón con lo que cayó al suelo de rodillas,
es una lástima que no hubiera estado más arriba. Seguramente algunos curiosos
voltearon al escuchar tal estruendo (un gran inconveniente de las botas
góticas, no son silenciosas) pero yo estaba muy entretenida con la extraña
decoración como para notarlo.
El
lugar era lo más raramente perfecto que jamás había visto aunque algo kitch por
la combinación de elementos japoneses (lámparas y otras figuras ornamentales),
hippies (las cortinas de cuentas que dividían las tres secciones del bar además
del muy evidente olor a marihuana) y góticos (el extraño pero encantador
mobiliario de estilo macabro). En las paredes había cuadros de diferentes
pintores, reconocí un par de Dalí y una gran reproducción de The Daisy de Royo,
bastante curioso.
Definitivamente
era lo más parecido a un paraíso terrenal que jamás había visto. La mayor parte
de las personas eran góticos, metaleros y punks aunque, al dirigirme hacia la
barra para pedir un delicioso Bloody Mary, noté que en ese lugar alguien
resaltaba entre la multitud pues era un maldito junior. Me pregunté qué hacía
ahí y como era que nadie lo había golpeado aún.
Llegué
a la barra y pedí mi Bloody Mary, el junior me sonreía, mi misantropía me
indicaba que debía hacerle una seña obscena para borrarle esa sonrisilla o al
menos ignorarlo pero contrario a eso le sonreí también, me dieron mi bebida
rápidamente y fui a sentarme al rincón más alejado.
Luego
de un rato llegó ese junior a sentarse junto a mí, debo admitir que para ser un
junior era casi guapo, alto, grandes ojos verdes de largas pestañas, carnosos
labios rosas, cabello oscuro y piel blanca lechosa, era bastante delgado pero
en general no estaba mal, con ropa negra, cabello más largo y un poco de
delineador quedaría casi decente.
-Hola, me llamo
Jared -me dijo tendiéndome la mano con una sonrisa estúpida, yo lo vería con mi
famoso gesto de “deja de estar chingando” y haría un comentario sarcástico
felicitando a sus padres por lograr entrenarlo después de lo cual se ofendería
y se largaría para no volver jamás.
-Sadie -las
palabras brotaron de mi boca como si el plan del sarcasmo jamás hubiera pasado
por mi mente y le di la mano, no tenía idea de que sucedía conmigo, sólo sabía
que debía ahuyentar a ese intento fallido de Tom Sturridge lo antes posible y quitarme esa sonrisa
imbécil del rostro.
-Está bien,
comprendo que no me quieras decir tu nombre, no me conoces, sólo quería decirte
que me parece que eres muy bonita como para ser una darketa, ¿vienes sola? -¡y
a mí me parece que quieres perder tus dientes al llamarme así idiota!, siempre
odié esa maldita palabra “darketa”, ese tipo estaba ganándose una gran dosis de
hostilidad pero lo único que pude contestar fue:
-Jaja, de verdad…
así me llamo, y con respecto a tu pregunta -¡¿no ves a mis numerosos amigos
imaginarios, imbécil?!– sí, vengo sola, ¿y tú? –le contesté aún con esa tonta
sonrisa en los labios. Una cosa era contestarle de forma más o menos amable,
pero incitarlo a continuar con la charla ya era demasiado, creo que tendré que
hacerle una visita al pervertido neurótico.
-En serio, no
importa, no me tienes que decir tu nombre y sí, yo también… -la mentira fue
interrumpida por una voz tan familiar como fastidiosa.
-¡Jared! ¡Jared!
Por fin amor, voy al baño dos minutos y desapareces –se trataba de Nancy
Bowers, la oveja líder de mi amada escuela, un maniquí monstruoso de un metro
ochenta de alto con el cabello mal teñido de rojo que por alguna extraña razón
los hombres consideran atractivo. –Estoy harta de este lugar, está tan lleno
de… ¡Freak! ¡Eres tú Freak! Sabía que debías estar por aquí esto es tan... ¡Tú!
–Sí, esa perra superficial me hablaba a mí, con esa tonalidad tan desesperante
que sólo me causaba ganas de golpearla, claro que no podía hacerlo, al menos no
por el momento, así que sólo permanecí callada observándola fijamente.
-Ay Freak, tan
expresiva como siempre. Jared, ¿nos vamos? Necesito estar con gente normal.
-Eh…sí claro, gusto
en conocerte Sadie -dijo haciendo énfasis en mi nombre, al parecer aún no se lo
creía, apenas si contuve mis ganas de reírme en su cara, esa frase no podría
tratarse más que de sarcasmo siendo dirigida hacia mí, pero no había rastro
alguno de ironía en su voz.
Jared…es
estúpido pero no puedo sacarme ese nombre de la cabeza, Jared…Jared.
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