Miles de pensamientos inundaron
la cabeza de Lolita, al fin tenía a alguien que la entendiera por completo y con
quien compartir sus sádicos placeres, sin embargo aquello había sido
terriblemente descuidado, Cristina era demasiado conocida en el mundo de las
orgías y todos la habían visto llegar con aquella chica. ¿Desde cuándo
asesinaba? ¿Por qué no se lo había mencionado? ¿Había escogido por alguna razón
especial a Leei? Pero de entre todas esas cuestiones apenas pudo formular:
-¿Qué?
-¡La maté! –Respondió eufórica- ¡Lo
hubieras visto! El filo penetrando su piel, el fluir de la sangre ¡y sus gritos
de dolor! ¡Fue magnífico!
-¿Qué mierda tienes en la cabeza?
Todos te conocen, no tardarán en arrestarte.
-Tranquila, no conocía a nadie en
ese lugar excepto a Leei y eso ya no es un problema.
-¿Y ella? ¿De dónde la sacaste?
Por favor dime que es una prostituta que nadie extrañará.
-Nope. La conocí en un bar gay,
es la hija de un senador o algo así. –Lolita quedó estupefacta.
-¿Mataste a la hija de un
senador? Estás jodida.
-Lo dudo, todos estaban tan
ocupados, drogados y ebrios que dudo que puedan dar una descripción acertada,
además no creo que quieran hacer pública la noticia de que su hija murió en una
orgía, incluso puede que ella estuviera mintiendo, no te alteres. -Esa vaga
teoría seguía sin convencerla pero las ganas de ahorcar a Cristina
disminuyeron- y ahora que te calmaste ¿puedo contarte como sucedió o tendré que
llegar a escribirlo en mi diario?
-Bien, no puedo rechazar el
relato de un asesinato con tintes sexuales.
Cristina sonrió ampliamente y
comenzó con su narración.
-Al llegar a la habitación le
dije que me gustaría realizar una pequeña sesión de bondage y ella por supuesto
aceptó desnudándose por completo, su cuerpo delgado casi pueril poseía aquella
suave e inmaculada piel que caracteriza a los infantes, atarla fue una delicia,
pasar las cuerdas alrededor de sus incipientes y tiernos pechos, inmovilizar
sus delicados brazos detrás de su espalda, deslizar la cuerda a ambos lados de
su sexo apenas cubierto por una ligerísima capa de vello y por supuesto mirarla
en su totalidad era como contemplar una obra de arte.
Lolita comenzaba a sentir una
oleada de celos al escucharla hablar así pero al recordar que ya no era más que
un cadáver pudo contenerse.
-La coloqué frente a la cama,
hice que recargara la parte superior de su cuerpo en ella y que separara
ligeramente las piernas, su trasero era espléndido, incluyendo aquella pequeña
y rosácea abertura sobre su vagina resultaba tan tentadora que hundí mi rostro
entre sus nalgas y comencé a lamerlo fervorosamente al mismo tiempo que
introducía un par de mis dedos en su vagina, sus gemidos eran fuertes y agudos
pero no lo suficiente para resultar fastidiosos.
››Disfruté
aquel sabor amor y la miel que derramaba sobre mis dedos que fluyó aún más
cuando introduje mi lengua en el estrecho orificio, el líquido que manaba era
tan abundante que me aventuré a embutir lentamente el resto de mi mano en su
vagina hasta que se perdió por completo dentro de su cuerpo. Estaba lista.
››
¿Acaso tú notaste que llevaba un largo estuche negro? Apuesto a que no, con un
par de pechos como los míos y un buen escote nadie puede desviar la mirada.
Pues en él no llevaba un clarinete ni nada por el estilo si una pequeño artilugio
hecho en casa.
Tenía
razón, parcialmente, Cristina fue dotada de un cuerpo exuberante que no dudaba
en presumir en cualquier oportunidad, cuando me citaba con ella en algún lugar
público los miles de silbidos y piropos que comenzaban a sonar me anunciaban
que ya estaba cerca, pero de hecho sí había notado aquel estuche y supuse que
era donde guardaba sus juguetes sexuales hasta que lo puso sobre sus piernas y
lo abrió mostrando un bate de madera con clavos que apuntaban a todas
direcciones y que estaba completamente manchado de sangre y trozos de piel.
Cristina
lo sacó del estuche y pasó su dedo por la punta, el único sitio sin clavos.
-Introduje
lentamente la punta, ella se estremeció ante el frío contacto de la madera,
giré el bate y ella se retorció sabiendo que algo no iba bien pero sostuve sus
cuerdas y empujé con fuerza el artilugio en su interior, ella soltó el grito
más agudo que he escuchado jamás e hilillos de sangre comenzaron a deslizarse por
sus muslos, esa visión me excitó así que comencé a mover frenéticamente el bate
adentro y afuera sintiendo como se desgarraba su piel y observando los pequeños
trozos que se adherían a los clavos y caían al suelo, ella no paraba de
retorcerse y gritar con esa vocecilla tan aguda que perforaba mis oídos.
Aquello rompió con mi excitación. Alcé mi bate y golpeé su cadera, los clavos
perforaban su piel y al jalarlo dejaba deliciosas marcas rojas sobre su piel
perfecta, repetí aquella acción sobre su espalda, su delicioso trasero hasta
que las líneas carmesí la invadieron por completo, pero ni eso logró callar sus
malditos chillidos de rata así que golpeé su cabeza, tres, cinco, quizá diez
veces hasta que dejé de escucharla.
-Interesante,
aunque sigo sin explicarme cómo te llenaste el rostro de sangre.
Cristina
se sonrojó ligeramente.
-Tú
sabes porque.
-¿Tu
fetiche con las vaginas sangrientas?
-Sí…no
pude evitarlo, aún destrozada se veía tan deliciosa, no pude evitar lamerla
toda esa exquisita sangre mientras enterraba mis uñas en sus muslos.
Reaccionaste mejor de lo que esperaba.
-Yo
también tengo algunos fetiches extraños. Y por cierto, por muy buena que fuera
tu historia me debes un orgasmo.
-Eso
se puede solucionar. –Respondió Cristina con su amplia sonrisa, se acercó a
besarla e introdujo la mano en la ropa interior de Lolita.
Hola, me encanta como escribes, espero con ansias los próximos capítulos. Besos desde Colombia.
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