Confundida y triste caminó entre
grupos de personas copulando examinando el lugar, que Cristina hubiera huido no
le impediría divertirse, podía superar el récord de treinta ella sola.
Notó que un par de hombres
atractivos la miraban y les dirigió una pícara mueca, tras los cual ellos se
acercaron, uno de ellos era bastante pálido y de estatura promedio, su nombre
era Mario, el otro era ligeramente más alto y de piel bronceada se llamaba
Alejandro, llevaban smoking negros pero podía notarse que debajo de ellos se
encontraban cuerpos bien trabajados.
La proposición sexual no tardó en
aparecer y Lolita aceptó enseguida, con una pequeña condición.
-Primero quiero ver un poco de
acción entre ustedes.
Ellos se miraron un par de
segundos y sonrieron.
-No hay problema.
Su única demanda fue la
privacidad por lo que buscaron una habitación disponible y en aquel inmenso
lugar no fue un problema.
El par de hombres comenzaron a
desnudarse con naturalidad gracias a lo que Lolita pudo comprobar que poseían
cuerpos exquisitos, cada uno de sus movimientos provocaba que sus músculos se
tensaran aumentando la libido de Lolita, cuando se quedaron sin ninguna prenda
se sentaron sobre una amplia cama mientras ella ocupó un sillón frente a ellos.
El primer beso fue casi tímido
pues sus labios apenas se rozaban pero pronto la intensidad fue aumentando y la
voyerista pudo observar como entrelazaban sus lenguas e incluso Mario jalaba la
cabellera de su compañero mientras mordisqueaba sus labios.
Lolita pudo notar como sus penes
iban aumentando en tamaño con aquellos excitantes besos y como de pronto
Alejandro tomó en una de sus grandes manos el falo de Mario masturbándolo
hábilmente y mordió uno de sus pezones haciendo que gimiera de placer.
Ella no pudo más, se desvistió
por completo y se interpuso entre los dos hombres, ofreciéndole su trasero a
Mario y sus labios a Alejandro, así el primero sostuvo su cadera e introdujo su
falo en la humedecida vagina de Lolita mientras el segundo recibía una felación
que iba aumentando de intensidad de acuerdo a las embestidas de Mario.
Los gemidos de la adolescente se
ahogaban por el enorme miembro que obstruía su garganta y que no paraba de
crecer, resultaba tan descomunal que sólo pensaba en ser penetrada por él, así que
se separó de Mario y se colocó de espaldas a Alejandro descendiendo lentamente
sintiendo como aquella verga la llenaba por completo.
El pálido hombre se hincó frente
a la cama y comenzó a lamer ávidamente el clítoris de Lolita mientras Alejandro
sostenía su cintura moviéndola con fuerza de arriba abajo provocando que su
pene entrara brusca y profundamente. Presentía un orgasmo excepcional, pero no
ocurriría.
El sonido de la puerta abriéndose
no le importó, pero el siguiente sonido no pudo ignorarlo.
-¡Lolita! –era sin duda la voz de
Cristina- Tenemos que irnos, ¡ya!
Estaba tan sumergida en su
éxtasis que tardó un poco en enfocarla, tenía una mueca de desesperación además
de la mitad de la cara y del pecho manchados de sangre, aquello la sacó
inmediatamente de su estupor, se separó de aquellos hombres, tomó su ropa y se
fue con su prima, corrieron completamente desnudas hacia el auto de Cristina
ante los ojos curiosos de los otros invitados.
-¿Y tu amiga?
-No importa, vámonos.
Arrancaron el auto, no hablaron
hasta que estuvieron lo bastante lejos y se detuvieron a mitad de la carretera
para vestirse en el interior del automóvil.
-¿Estás bien? ¿Qué sucedió? –preguntó
Lolita, Cristina la ignoró mientras intentaba limpiarse con algo de papel y una
botella de agua, pudo notar que no tenía ninguna herida así que cambió su
pregunta- ¿Qué hiciste?
Cristina por fin la miró y
sonrió, los restos de sangre seca en su rostro le daban un aire macabro.
-Asesiné a Leei.
Tal parecía que tenía más en
común con su prima de lo que pensaba.
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