Uno nunca olvida a la diosa que
te hace encontrar el sentido de tu existencia, para mí fue Marianne. Contando
con un microscópico pene que apenas podía recibir ese nombre esperaba morir
siendo uno de esos célibes involuntarios, sin la misoginia de por medio. Pero
Marianne vio el potencial en mí, me aceptó como su pareja a pesar de mi
deplorable apariencia y cuando descubrió mi condición me sobajó con los
insultos más humillantes, aquello dolió deliciosamente y supe que necesitaba
más.
Tras unos meses de relación me enteré de que
me engañaba, no podía con la excitación, le pedí que me contara con lujo de
detalle sus aventuras y que enunciara porque esos hombres eran superiores a mí;
me habló de sus miembros colosales y de cómo apenas podía sentir la miserable
burla entre mis piernas cuando intentábamos tener relaciones, me encontraba
eufórico.
Por desgracia a ella no le
entusiasmó de la misma forma la situación, y aunque le aseguré que no
interferiría en sus relaciones con otros hombres, todo lo contrario, no pareció
convencida y me dejó.
Con el tiempo descubrí que no era
el único que gozaba de aquella forma si no que había una gran comunidad de
hombres beta dispuestos a apoyar a sus esposas y novias en la búsqueda de su
satisfacción con otras parejas sexuales.
La búsqueda de una hotwife
fue un proceso arduo pero fructífero, al conocer a Alexandra supe que era la
indicada, desde que miró mi diminuto pene no ocultó su desagrado y decepción, y
cuando le propuse que buscara hombres mejor dotados sus ojos se iluminaron y no
titubeó en hacerlo.
Al principio sólo me contaba
sobre sus gigantescos miembros y como le proporcionaban un deleite que yo jamás
podría darle, después accedió a enviarme videos de sus profusos encuentros, los
primeros planos de su exquisita vulva siendo penetrada por falos monstruosos me
ocasionaban tal lubricidad que me masturbaba hasta quedar exhausto.
Comprendí que Alexandra merecía coger
con verdaderos hombres y que el único placer que le ocasionaba mi minúsculo
apéndice era cuando lo ponía en castidad y golpeaba mis testículos, yo estaba
dispuesto a apoyarla en sus necesidades y sobre todo a obedecerla.
Un día me atreví a pedirle que me
dejara acompañarla a algunos de sus encuentros, ella accedió gustosa sabiendo
que podría humillarme frente a esos machos alfa, aquello fue la cúspide de mi
placer, disfruté de sobre manera verla gritar obscenidades mientras una verga
gigante la llenaba por completo, cuando un alfa la llenaba de su abundante
esperma ella me permitía lamerlo de su vapuleada vulva.
La he visto coger con incontables
personas, he sostenido su mano mientras pide que la penetren con mayor fuerza, lamido
su clítoris mientras la embisten para luego recibir el semen de algún alfa en
el rostro, pero mis momentos favoritos son cuando tres o más hombres se la
follan bestialmente, utilizando cada una de sus cavidades mientras ella voltea
los ojos de tan inmenso placer.
Me han preguntado porque
encuentro placer en ser humillado y yo siempre contesto con otra interrogante,
¿por qué tú no?
Excelente relato Fairuza 💥💥
ResponderEliminarGracias.
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