Nadie podría negar que Israel era
un hombre exitoso y adinerado, tenía un excelente trabajo en el que ganaba
mucho más de lo que necesitaba un hombre soltero de su edad para sobrevivir,
sin embargo su empleo era tan absorbente que apenas tenía tiempo para otra cosa
convirtiéndolo en un ser sumamente solitario; el único ser vivo con el que
cruzaba más de dos palabras era su grisáceo gato, Renato.
Siempre era la misma rutina,
trabajar todo el día como un autómata y regresar por las noches al vacío de su
casa, el exagerado orden que mantenía en ella aumentaba la frialdad del lugar y
la sensación de que nadie habitaba ese lugar.
Una noche mientras se distraía
viendo “El vengador del futuro” –la versión original pues el remake le había
parecido una bazofia- le sorprendió recibir una llamada, creyó que se trataría
de un número erróneo o quizá un encuestador pero contrario a eso escuchó una
voz familiar. Se trataba del único amigo que aún conservaba y que le pedía ir
con él a conocer un nuevo bar arabesco, al principio se negó pero la
insistencia de aquel hombre y su necesidad de distraerse lo hicieron cambiar de
opinión.
El lugar tenía más aspecto de
harem que de bar, con cojines por doquier, largas cortinas que dividían las
zonas del lugar y hermosas meseras con trajes que lo hacían pensar en “Mi bella
genio”; a Israel le pareció que la idea había sido buena después de todo.
Bebieron varios tragos y fumaron
desde la hookah que les proporcionó una de las Sherezadas actualizándose en lo
que habían hecho en el año que no se habían visto, su interlocutor le habló
sobre los viajes que había realizado y las numerosas conquistas que había
dejado en cada país; lo único que tenía Israel para contar eran anécdotas
laborales y hazañas de su gato así que le alegró que su conversación fuera
interrumpida por un cambio en la música y una serie de luces que se posaron
sobre una figura femenina.
Su descomunal belleza y la
iluminación la hacían parecer como algo irreal, un ser divino, Israel no supo
cómo asimilar tal perfección, iba descalza con una pulsera dorada en el tobillo
derecho, portaba una vaporosa falda de tela semi transparente que parecían
flotar a su alrededor, sobre el pecho llevaba un sostén dorado con intrincados
grabados en él, enroscado en su brazo izquierdo había un brazalete con forma de
serpiente, todo su cuerpo lucía tan suave que creaba la ilusión de no tener
huesos, efecto que se maximizaba con su baile que ninguna mujer con un
esqueleto podría lograr.
Pero lo más impactante de aquella
mujer era sin duda alguna su rostro, poseía unos enormes ojos verdes enmarcados
por largas pestañas negras y unos seductores labios color cereza. Si bien
Israel era poco sociable, al ser mirado por aquella mujer olvidó por completo
como pronunciar cualquier palabra y cuando ella pasó junto a él contoneándose y
regalándole su aroma a jazmín supo que estaba perdido.
Deseaba conocerla, saber su
nombre, sus gustos, sus odios, hundir su rostro en su cabellera olor a jazmín y
descubrir la sensación de besar aquellos labios. Pero aquella noche estaba tan
absorto en contemplarla que no pudo hacer nada más, al terminar el espectáculo
él se perdió en sus pensamientos, imaginando la mejor forma de hablar con ella
pero cuando hubo ideado un plan no pudo encontrarla por ningún lado y lo único
que consiguió fue su nombre: Mariana.
Mariana, Mariana, Mariana, no
podía sacarse el nombre y mucho menos la imagen de la cabeza, se sentía como un
adolescente imbécil, no podía concentrarse en su trabajo y terminó llenando
cientos de celdas de Excel con aquel nombre. Supo que tendría que volver a
aquel bar y hablar con ella o jamás conseguiría concentrarse de nuevo.
Volvió noche tras noche, pero la
imponente presencia de esa diosa oriental le impedía siquiera acercarse, no
podía más que seguir contemplándola y entumecer su mente con el alcohol que los
meseros no dejaban de ofrecerle.
La obsesión se extendió más allá
de aquellas noches, comenzó a preparar una habitación para ella, decorándolo
con ese mismo estilo árabe del bar, compró cientos de telas de seda china,
perfumes exóticos, enormes representaciones de Shiva, numerosos cojines
bordados y todo lo que le recordara aunque fuera remotamente a su bailarina.
Entre aquél paraíso arabesco no le costaba imaginar a Mariana danzando para él.
Descuidó su trabajo, prefería
permanecer en aquel cuarto entre el incienso y la abigarrada decoración que
pasar el día en un frío cubículo, su jefe terminó por despedirlo pero poco le
importó, aún tenía bastante dinero ahorrado y podía buscar otro empleo.
Una noche soñó con su hermosa
bellydancer, pero no fue un sueño como lo demás, ¡fue tan vívido! En él Mariana
no se contoneaba para él, ni siquiera llevaba su vestuario habitual, estaba
fuera del bar y él se acercaba a hablarle con un ramo de rosas, ella sonreía
con sus aperlados dientes y entonces el sueño terminaba. ¡No! ¡Aquello no podía
terminar ahí! Tomó ese sueño como una señal de que había llegado el momento de
hablar con ella y si se lo permitía, mostrarle el hermoso lugar que había
creado para los dos.
Compró un gigantesco ramo de
rosas, tal como en su sueño y se dirigió al bar, a pocas calles de llegar tuvo
un horrible presentimiento sin saber porque, caminó cada vez más rápido sin
poder tranquilizarse.
Era exactamente la hora en la que
Mariana se encontraba bailando, sin embargo ella no se veía por ningún lado,
preguntó por ella y los meseros le respondieron tristemente que no sabían nada
de ella desde la noche anterior.
Aquello no significaba nada…ella
tal vez se tomó el día, quizá había salido con alguna amiga o quizá con un
novio… ¡No! La idea de verla con otro hombre era aún más horrible que la idea
de no volver a verla jamás… Pero él estaba seguro de que no era eso, sino de
que algo terrible le había ocurrido. Aun así volvió noche tras noche esperando
volver a verla sin éxito, tras un par de semanas se rindió y se recluyó en su
casa, entre todas aquellas cosas que le recodaban a Mariana y se imaginaba que
ahí estaba ella, danzando para él con su hermosa sonrisa.
Un día creyó que su locura había
alcanzado un nuevo nivel pues escuchó vívidamente el característico tintineo de
la chica bailando, se paró abruptamente esperando verla pero lo único que vio
fue a su gato Renato jugando con un objeto brillante que tintineaba, se acercó
para quitárselo y miró aterrado que se trataba de la pulsera que Mariana
portaba en el tobillo, no podía equivocarse, la había mirado cientos de veces,
sin embargo se encontraba cubierta de una capa de tierra…
Entonces todo volvió a su mente.
Aquél no había sido un sueño, él
realmente se había presentado con un ramo de rosas, Mariana ya había terminado
su espectáculo, se había cambiado de ropa y se dirigía a su hogar, él acercó a
ella y le ofreció las rosas, entonces ella sonrió extrañada y pronunció esas
horribles palabras que lo sacaron de quicio:
-¿Te conozco?
¡¿Qué si lo conocía?! ¡A él! El
hombre que había asistido a diario a verla bailar los últimos meses, el hombre
que había modificado su casa para construirle un paraíso arabesco, el hombre
que había perdido su empleo por ella, el hombre que se había gastado lo poco
que le quedaba en un ramo de rosas.
Dejó caer las flores y comenzó a
golpearla histérico, ¡ella lo había mirado cientos de veces! ¡Era imposible que
no lo recordara! Era una maldita puta malagradecida, fingir no reconocerlo luego
de todo lo que había invertido en ella… La golpeó hasta dejarla inconsciente y
la introdujo en el maletero de su auto…
Detuvo aquel recuerdo…tomó una
pala y fue hacia su jardín, escavó y escavó queriendo convencerse de aquello no
podía ser verdad. Los recuerdos atacaron de nuevo, pero eran tan dolorosos que
intentaba bloquearlos…
Le había arrancado la ropa y la
había violado sobre los costosos cojines egipcios que había comprado mientras
ella no dejaba de gritar y llorar, harto le cubrió la cabeza con ellos mientras
seguía disfrutando de su cuerpo perfecto y su delicioso aroma, no tardó en
darse cuenta de que ella estaba muerta pero poco le importó.
Bailó con su cadáver por toda la
habitación y decidió buscar su vestuario entre sus cosas para mejorar ese
momento, sin embargo se encontró con algo que terminó de romperle el corazón,
su celular tenía una horrible fotografía que la mostraba besando a otro hombre,
eso era más de lo que podía tolerar…
La peste que inundó el lugar lo
trajo de nuevo al presente y lo que vio en el agujero que había cavado lo hizo
gritar, cientos de trozos de carne que parecía haber sido arrancada por un
animal salvaje y que apenas podía identificar como un dedo, un pecho, un pie y
de pronto se cruzó con un par de ojos verdes sanguinolentos dentro del
putrefacto y agusanado rostro de su amada Mariana.
Genial como siempre, gracias por subirlo acá. Me gustó mucho
ResponderEliminarWow que historias tan magníficas buen trabajo
ResponderEliminarDisfruto mucho cada historia 💋🖤
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