Rosalía estaba a mitad
de su clase de dibujo al desnudo, la modelo del día era demasiado delgada para
su gusto, no encontraba gracia alguna en dibujar un montón de tablas
ensambladas.
Pero
debía hacer el ejercicio ya que su distracción preferida aún no se presentaba;
así que líneas emulando su cabello despeinado , líneas para sus pequeños pechos
puntiagudos, líneas…
La
puerta del salón se abrió y contempló a su salvación, 1.68 m. de estatura,
cabello púrpura hasta la cintura y esas hermosas curvas bien colocadas, su
vestimenta era simple, una camiseta con una ilustración de Blancanieves como
dominatrix y unos jeans a la cadera que permitían ver sus huesos pélvicos,
aquella simple franja de piel le resultaba mucho más erótica que la desnudez de
la escuálida modelo.
Cuando
por fin se hubo sentado, Rosalía cambió de página y se puso a dibujarla,
siempre se sentaba tan alejada de sus compañeros que no le preocupaba ser
descubierta. Ahora podía dejar de trazar líneas despectivamente y disfrutar
dibujando, comenzó con su nariz, larga, delgada y respingada, con ese pequeño
bulto en la parte superior que no conseguía disminuir su belleza, siguió con
sus amplias cejas y sus grandes ojos, descendió para crear sus labios que
siempre tenían ese hermoso tono rojizo, no pudo evitar lamerse los labios
pensando en lo que se sentiría besarla.
Pero
aquello era imposible, ella era el ser más heterosexual sobre el planeta y era
tan atractiva que sobraban hombres que le asediaran. Claro que Rosalía no
estaba mal, también era alta, poseía hermosos ojos, labios sensuales y un
trasero privilegiado, sin embargo ella no lo creía así.
A
pesar de que ninguno de sus compañeros podía ver su dibujo olvidó a otra
persona en el aula.
-Esa no es la modelo
–pronunció el profesor, estaba tan abstraída dibujando que no notó cuando llego
ahí y sin autorización alguna tomó la libreta disponiéndose a hojearlo- Ahora
veo que me ha estado engañando señorita Jiménez, estos dibujos son mucho
mejores que los trabajos mediocres que entrega cada semana.
Había
conseguido llamar la atención de toda la clase y caminaba alrededor del salón
muy lentamente en dirección a Lilian. Rosalía suplicó mentalmente que se
alejara de ella, que sólo estuviera
intimidándola y le devolviera su libreta pero contrario a eso la puso frente a
la vista de Lilian.
-Es una chica bastante
talentosa, ¿no le parece?
Ella
sólo miró el dibujo y le dirigió una mirada penetrante pero inexpresiva, no
podía saber si la odiaba, si había quedado impresionada por el dibujo o si al
menos se había reconocido en él, no le respondió al profesor y él por fin le
devolvió la libreta.
-La próxima vez
esfuércese más en el trabajo en clase.
Ella
agradeció que no hubiera añadido: "Y menos en fantasear con sus
compañeras.", eso habría sido la cereza en su pastel de vergüenza. El
resto de la clase le pareció eterna, intentó concentrarse en la insípida modelo
pero resultaba complicado sintiendo la mirada fija de Lilian, ¿qué diablos
significaba?, ¿y si quería golpearla? Por alguna razón la idea la excitó más
que asustarla, el contacto físico con su musa sería un sueño hecho realidad
aunque eso incluyera sus uñas desgarrando su piel...de hecho eso le resultó aún
más incitante, estaba loca por Lilian.
Cuando
por fin terminó la clase, el plan de Rosalía era esperar a que todos salieran
del salón, se dispersaran y luego huir de la escuela, no le interesaba asistir
a la siguiente clase preguntándose si los cuchicheos y las risas serían a costa
suya, prefería escapar y volver el lunes, habrían tenido el fin de semana para
mofarse de ella y ya estarían aburridos del tema, pero algo falló en su plan,
Lilian no salió del salón.
Todos,
incluyendo el profesor, habían abandonado el aula excepto por ellas, Lilian la
miró profundamente y luego caminó hacia la puerta, “Sí, por favor, vete y
termina con esta tortura”, pensó Rosalía, la chica de la cabellera morada cerró
la puerta con seguro, la tenía acorralada, ella se mentalizó para recibir una
buena paliza.
Lilian
se movió felinamente hacia ella sin dejar de mirarla a los ojos, Rosalía se
sentía como la presa de un sensual león morado, estaba aterrada pero no podía
dejar de mirarla. La predadora se detuvo a pocos centímetros de ella.
-¿Puedo
saber porque te dedicas a dibujarme?
-Yo
no…no eres tú.
-¿Ah
sí? –Inesperadamente tomó una de las manos de Rosalía y la dirigió a su rostro,
ella no opuso resistencia- ¿No eran estos ojos, esta nariz? –preguntó mientras
recorría aquella mano por lo que mencionaba- ¿Estos labios? –la textura era
extremadamente suave, Lilian le dio un pequeño mordisco en el dedo índice antes
de proseguir- Incluso este dije –colocó la mano de su presa sobre el dije que
yacía cómodamente entre sus pechos. Rosalía ni siquiera notó cuando soltó su
mano, estaba muy distraída sintiendo esos suaves montículos de piel perfecta
pero en cuanto lo hizo retiró de inmediato su mano.
-Sí,
eres tú…en los dibujos –que respuesta más idiota, la presencia de Lilian la
reducía mentalmente al nivel de un cavernícola.
-Eso
sigue sin contestar mi pregunta inicial, ¿por qué me dibujas?
-Me
resultas mucho más interesante que la modelo –bien, había evolucionado al nivel
de homo sapiens.
-¿Entonces
es por motivos puramente estéticos?
-Sí
–aquella era una buena escapatoria, sin embargo decidió arriesgarse, era ahora
o nunca- No, la verdad no es el único motivo, creo que eres muy interesante y
me gustaría salir contigo alguna vez.
La
chica púrpura sonrió obviamente complacida con esa respuesta, era lo que
esperaba.
-Lo
siento Ro, no me gustan las mujeres –dijo antes de salir del salón.
Rosalía se quedó confundida, ¿qué
había sido eso? ¿Qué caso tenía provocarla para luego romper sus ilusiones?
Decidió proseguir con su plan inicial y se marchó de la escuela, solo quería
dejar atrás eso confuso momento y olvidarse de Lilian, ya le había quedado
claro que nunca pasaría nada entre ellas.
El fin de semana transcurrió
velozmente, para el lunes ya se había signado con el asunto de la chica
pelipúrpura, sin embargo ahora era ella quien la asechaba en clases, rozando
ligeramente su piel siempre que tenía oportunidad, preguntando cosas al oído
para luego mordisquear su lóbulo, incluso una vez manoseo uno de sus pechos
pero cada vez que Rosalía la confrontaba ella respondía que había sido un
accidente o que eso jamás había sucedido.
Rosalía estaba harta así que cuando
Lilian decidió palmear su trasero al final del día escolar, ella simplemente
estalló, sostuvo su muñeca con firmeza y exclamó:
-¿Qué
mierda quieres? Ya me dejaste muy claro que no te interesan las mujeres, ¿entonces
a qué se debe todo esto?
Con un giro de muñeca Lilian se
liberó, tomó el brazo de su atacante y lo retorció tras su espalda.
-Prefiero
tu actitud pasiva Ro –dijo hablándole al oído- y es verdad que no me gustan las
mujeres, pero me gustas tú.
Soltó su brazo y la besó
pasionalmente sujetando su cabeza, sus labios eran aún más dulces y suaves de
lo que creía y el contacto con su deliciosa lengua iba más allá de lo
excitante.
-Pero
no creo que puedas conmigo –se dirigió a la puerta y Rosalía la sujetó del brazo
nuevamente.
-¿A
qué te refieres?
Lilian miró despectivamente la mano
de quien la retenía y volvió a liberarse con facilidad.
-Voy
a enseñarte a no volver a tocarme así.
Desató hábilmente el cinturón de
mezclilla que sujetaba los shorts de Rosalía y lo usó para atarle las muñecas a
los tubos que sostenían la iluminación, alzó su camiseta y desabrochó su sostén
liberando sus pechos, succionó uno de sus pezones y lo mordió con fuerza,
siguió mordisqueando sus costillas, su cintura, mientras desabotonaba su short
y lo dejaba caer, se agachó frente a su entrepierna para despojarla de su ropa
interior y se puso de pie para jalar el cinturón y elevarla a un metro del
suelo.
Separó sus piernas para morder la
parte interior de sus muslos, puso sus piernas sobre sus hombros y recorrió su
vagina con la lengua, introduciéndola intermitentemente mientras succionaba su
clítoris. Rosalía presionaba las piernas contra el cuerpo de Lilian, todo su
cuerpo ardía de placer, las uñas de su compañera de clavaron en sus caderas
mientras lamía su vagina con frenesí hasta que abruptamente se detuvo.
-Eso
fue todo, nos vemos –dijo dirigiéndose a la salida.
-¡Hey!
No puedes dejarme así. ¡Desátame!
-Hhmm…nah,
¿sabes? Creo que incluso llamaré a nuestros queridos compañeros, te ves
bastante bien para un par de fotos.
Rosalía comenzó a retorcerse
desesperadamente ante la mirada divertida de su captora que caminó muy despacio
hacia la puerta, el cinturón estaba demasiado apretado, ¿de verdad sería capaz
de exponerla así? Lilian abrió la puerta.
-¡No!
¡Por favor no! –gimoteo Rosalía con una lágrima deslizándose por su mejilla, no
podría soportar la humillación de ser encontrada de esa forma.
-Así
me gustas más, Ro –dijo Lilian cerrando la puerta y caminando hacia ella-
indefensa, suplicante, espero que esto te haya enseñado a no tocarme cuando no
debes.
Deshizo el nudo que sostenía a la
consternada chica dejándola caer y sin pronunciar ni una palabra más se marchó
del aula. Rosalía forcejeó desesperadamente hasta que logró desatar sus manos y
se vistió tan rápido como pudo sin dejar de mirar paranoicamente hacia la
puerta, al terminar tomó sus cosas y huyó de la escuela. No quería ver a
Lilian, se sentía humillada, por fortuna no tendría que volver a lidiar con
ella hasta el día siguiente, o al menos eso creía.
Si alguna vez había pensado que las
redes sociales no eran nada bueno ahora pensaba que eran cosa del demonio
cuando vio que Lilian trataba de contactarla, lo primero que cruzó por su mente
fue quemar la computadora y fingir demencia, pero resultaba poco práctico así
que optó por ignorarla.
Prosiguió con día sin lograr sacar
aquello de su mente, ¿querría disculparse? ¿Querría seguir con ese maldito
juego de provocación y humillación? Prefería no saberlo, no, no caería en la
tentación.
Decidió tomar una larga ducha y
olvidarse del asunto, aún tenía el perfume de aquella mujer impregnado en la
piel, el agua caliente la hizo notar los arañazos en sus caderas y lo sensibles
que habían quedado sus pezones tras esos fuertes mordiscos…esos sensuales
mordiscos, el contacto de su lengua, su labial rojo dejando marcas por doquier.
¡No! Por más que lo hubiera gozado la tortura psicológica no lo valía, pero…esa
deliciosa lengua recorriendo su sexo magistralmente, además la había liberado
después de todo.
¡No,
no, no! No seas estúpida, se seguía repitiendo mentalmente mientras
clickeaba “Confirmar” en aquella solicitud de amistad.
-¿Por
qué tardaste tanto? –apareció en la parte inferior de su pantalla junto a la
fotografía de Lilian- Estoy sola en casa, ven, ¡ya!
¡Luego del maltrato psicológico y de
haberla dejado deseosa y aterrada pretendía que corriera hacia ella! No, no
caería, seguramente sólo era un plan para fastidiarla de nuevo.
Lilian te está llamando
Ignorar
Contestar
Bien…mirarla un poco implicaba que
fuera a caer en sus redes de nuevo, clickeó contestar. En su pantalla apareció
la imagen de Lilian que llevaba únicamente un brassiere rojo tan ajustado que
sus pechos amenazaban con escapar.
-¿Entonces
vienes o qué?
Aquello era estúpido, un cuerpo
semidesnudo no debería tener poder sobre ella, no podía rebajarse a ese nivel,
¡al de un hombre! Y sin embargo allá iba como un mosquito a la luz, lista para
electrocutarse de nuevo; su musa púrpura le había proporcionado su dirección y
a pesar de que le tomaría bastante tiempo llegar, su impulso de idiotez la
alentó a continuar.
Lilian vivía en una zona de
departamentos, en el quinto piso y por supuesto no había elevador, cada escalón
parecía decirle a Rosalía Detente, no
seas estúpida, pero sus hormonas la mantenían caminando.
Por fin, departamento 504, ¿debería
tocar el timbre? ¿Y si abría la puerta un travesti velludo con calvicie
prematura? ¿Y si sólo había viajado en vano? Su mano tomó vida propia y
presionó el timbre como diciendo No seas
marica. Escuchó tacones acercándose, aún podría ser ese travesti…