miércoles, 16 de marzo de 2016

La presa


Se despertó aturdido por el fuerte olor dulzón de la sangre y el inconfundible aroma a putrefacción, la cabeza le dolía profundamente y le recordó vagamente a las resacas que sufría cuando estaba vivo. Al abrir su ataúd e iluminar su interior con la tenue luz de la luna pudo ver a su lado el cadáver decapitado de una mujer y las imágenes del día anterior volvieron a su mente.
Había salido sediento de sangre rumbo a uno de sus bares góticos predilectos, sin embargo se había encontrado a una chica ligeramente regordeta –aunque sin duda atractiva– leyendo la novela que él más odiaba en el área de fumadores de un café repleto de seudo intelectuales;  decidió seducirla y convertirla en su presa de la noche.
El asunto resultó ligeramente más tardado de lo planeado y tuvo que llevarla hasta su hogar, un elegante departamento ubicado en el sexto piso de un gran edificio. Utilizó uno de sus trucos más sencillos que impresionaban en demasía a sus mortales conquistas, la tomó en brazos y saltó de la planta baja hasta el balcón de su hogar. La joven alternaba la emoción y el miedo al averiguar que su acompañante no era un ser humano ordinario.
El interior del lugar tenía una costosa y moderna decoración, gracias al dinero robado a sus numerosas víctimas a lo largo de los años, y en la habitación principal se hallaba un gran ataúd negro abierto con el interior forrado de terciopelo rojo. Ella quedó fascinada ante aquel enorme y extravagante adorno así que de inmediato se sentó dentro de él acariciando su interior.
El gallardo bebe sangre le ofreció una copa de vino mientras aquel pedazo de carne viviente parloteaba de asuntos que poco le importaban. Se introdujo en el ataúd sobre la chica, olfateando la deliciosa sangre mezclada con el aroma del vino, besó la suave piel de su cuello sintiendo como sus venas palpitaban apenas conteniéndose de traspasarlas con sus afilados colmillos, recorrió sus muslos desnudos con sus frías manos provocándole un ligero escalofrío.
Desabotonó su liviano vestido cincuentero dejando al descubierto su tersa piel, deslizó sus fríos pero suaves labios desde sus pezones desnudos hasta su pelvis, recorrió la parte interna de sus muslos y mordisqueó la piel sobre su arteria femoral extrayendo sólo la sangre necesaria para conseguir una erección. La hizo girar utilizando su gran fuerza y ella quedó con el pecho oscilando sobre el terciopelo; observó a su víctima una vez más, estaba inclinada ofreciendo sus amplias caderas y el ángulo conseguía que su cintura luciera más estrecha permitiendo a la vez contemplar sus hermosos senos, simplemente no pudo contenerse más y la penetró con la potente erección que había logrado gracias a su sangre. ¡Cómo disfrutaba de aquellos instantes! ¡La adrenalina, el placer, el aroma que expedía el sexo de aquellas mujeres!
Gozaba tirando de su cabello y propinándole fuertes palmadas a las que ella respondía favorablemente y tras largos y exquisitos minutos de placer, cuando el vampiro sabía que estaba por terminar aquel acto carnal jaló con más fuerza de aquella cabellera y con la mano libre desgarró su garganta, tras un rápido tirón más la cabeza se desprendió por completo causando que su sangre brotara  como una fuente y ese siniestro ser bebió de él procurando no dejar escapar ni una gota, a la vez que descargaba su semilla estéril en aquel cuerpo. Recordó también que se percató de la proximidad del amanecer y cerró velozmente el ataúd sin importarle el cadáver a su lado.
Aún con la terrible jaqueca destazó el resto del cuerpo y lo colocó en varias bolsas plásticas, encontró la maldita novela que había causado la muerte de aquella chica y la arrojó en una de las bolsas. ¡Cómo odiaba esa porquería! ¿Vampiros enamorados que asistían a la preparatoria eternamente? Y además ¡brillan con el sol! Qué vergüenza…Ni aquellos vampiros victorianos e impotentes con tintes homosexuales le habían resultado tan humillantes como esto. Damián era un despiadado beber de sangre y le horrorizaba ver cuánto habían denigrado a su estirpe en la actualidad. Su apariencia era de un joven de apenas veinte años, sin embargo contaba con sesenta y tres, un poco viejo para un mortal pero muy joven para un vampiro.
 Por eso cada noche buscaba a alguna de esas idiotas “amantes de los vampiros”, complacía momentáneamente sus infantiles fantasías y finalmente las asesinaba sádicamente. Gracias a su físico esto le resultaba extraordinariamente sencillo; su estatura estaba en el promedio de los humanos, sin embargo, debido a su delgado pero ligeramente musculoso cuerpo, lucía más alto de lo que era en realidad. Sus ojos grises enmarcados por gruesas cejas resultaban hipnóticos, al igual que su mortecina piel blanca que contrastaba con su largo y espeso cabello azabache, todo lo anterior mezclado con su voz de barítono le daba un toque de rockstar al que las mujeres no podían resistirse.
Acudía constantemente a bares góticos seleccionando a las chicas más atractivas que portaran algún ornamento que hiciera alusión a la cultura vampírica, como ellos le llamaban. Su preferido era el Bleeding Morbid Cat y a él se dirigió esa noche tras deshacerse de la regordeta (su nombre había sido Tamara, pero eso era algo que ya no importaba). Miró entre la clientela, la misma marea de exceso de maquillaje negro, terciopelo e imitación de piel; y entre ellos siempre había alguna fanática cursi del vampirismo moderno, la escoria del mundo.
Le bastaron un par de minutos para escoger una presa, era una joven de largo cabello negro, facciones delicadas y un hermoso cuerpo obviamente modelado por el constante uso de corsets, la razón para elegirla - además de su gran belleza – había sido el dije que pendía de una gargantilla  y se posaba sobre sus firmes pechos, era una gema roja con alas de murciélago. Podría tratarse de que a la chica le gustaran aquellos animales o que simplemente le hubiera gustado el diseño del colgante, sin embargo él lo tomó como una invitación.
No obstante, cuando pretendía acercarse a ella había desaparecido, miró a su alrededor y por fin la encontró saliendo del lugar así que se apresuró a alcanzarla; para su fortuna ella estaba en la entrada del lugar en actitud de espera.
-¿Te vas tan pronto? –le preguntó él con su ensayado tono seductor.
-No encontré nada que valiera la pena…hasta ahora –. Respondió ella con una encantadora voz profunda mientras lo miraba atentamente.
El valet parking interrumpió la fugaz conversación al aparecer con el automóvil de la mujer, un modelo de los años sesentas restaurado magníficamente, a Damián le recordó la época en la que era un joven mortal. Ella tomó sus llaves, se colocó detrás del volante y cuando el bebe sangre estaba por retirarse resignado ella le gritó:
-Sube niño bonito.
Él obedeció sin dudarlo y el auto arrancó alcanzando una velocidad impresionante para un modelo tan antiguo como ese, cruzaron la ciudad en poco tiempo y siguieron por la carretera, tan sólo se veían árboles por doquier y al vampiro le consternaba no encontrar un refugio antes del amanecer, la idea de enterrarse le parecía sumamente desagradable.
-¿A dónde vamos?
-No pareces la clase de persona a la que le importe –respondió ella y al ver que él esperaba una respuesta más consistente agregó: A mi casa, ya estamos por llegar.
Dejaron la carretera para adentrarse por un camino apenas visible entre los árboles y tras pocos minutos una enorme casa de estilo gótico con grandes vitrales y numerosas gárgolas apareció frente a ellos; el interior era del mismo estilo antiguo, no había rastro alguno de modernidad en aquella casa, era como si se hubiera detenido en el tiempo y lo que le molestó a Damián fueron los numerosos murciélagos que se encontraban decorándolo todo.
La mujer lo condujo por las escaleras, cuyos pilares principales eran pequeñas estatuas de querubines, hacia a una habitación que lucía más como una sala de tortura de la Inquisición que como un lecho de amor. Le indicó que se pusiera cómodo y que ella volvería enseguida, Damián husmeó por el lugar, encontró un librero que confirmaba su misión pues estaba lleno de textos alusivos a los vampiros, desde novelas hasta investigaciones; había también un curioso estante repleto de frascos que parecían llenos de tierra y que estaban fechados y por supuesto toda clase de aparatos de tortura sin duda auténticos que valdrían una fortuna en un museo; tras terminar con aquella humana saldría de ese lugar con un buen botín.
Su anfitriona volvió tras cambiar su vestuario entallado por una larga capa que cubría por completo su cuerpo, se acercó al no muerto y sin más preámbulos lo besó mientras iba despojándolo de su ropa con destreza; al tenerlo por completo desnudo lo hizo recostarse sobre una larga placa metálica que le hizo pensar en una cama bastante incómoda, se sentó sobre su cuerpo y se agachó sobre él lamiendo su cuello, Damián estaba tan distraído que apenas escuchó el segundo chasquido de los grilletes que le habían colocado en ambas muñecas y miró alertado a esa extraña mujer.
-No te preocupes, no te haré daño, sólo tengo gustos extravagantes –dijo ella tranquilizándolo mientras se dirigía hacia sus piernas para colocarles grilletes también. Al vampiro no le preocupaba aquella situación, confiaba demasiado en la fuerza sobrenatural que le habían dado los años y sabía que romper una simple cadena no representaba problema alguno para él.
Ella desabotonó su capa y dejó que se deslizara por su cuerpo desnudo, al vampiro le resultaba una visión excitante, sin embargo su miembro no tendría reacción alguna sin beber un poco de sangre y como si la mujer hubiera leído sus pensamientos, tomó una pequeña daga y le hizo un breve corte a uno de sus senos para luego ofrecerle el líquido vertiente a su amante encadenado; tras beberla una erección surgió casi inmediatamente ante la sensación de esos suaves y exquisitos pechos.
Tras arrojar la daga al suelo, se colocó sobre él y comenzó a mover su cadera de arriba abajo con movimientos lentos y lúbricos para luego aumentar la velocidad causando gemidos en su compañero. Para él ver como ella arqueaba su espalda hacia atrás mientras sus senos se movían rítmicamente era aún más estimulante que la fricción sobre su pene, su cuerpo le parecía simplemente perfecto, era una pena que terminaría en algún basurero o canal de la ciudad.
Cuando el vampiro estaba a poco tiempo de alcanzar el clímax, la desconocida se detuvo tras un espasmo de placer y se levantó para volver a colocarse su capa. Él gritó insistiendo en que no podía dejarlo así. Ella rió inconteniblemente y accionó una palanca que hizo la placa metálica pasara de horizontal a vertical, dejando al hombre –o lo que aparentaba ser un hombre– frente a ella.
-¡No puedes dejarme así maldita fanática de los vampiros!
-¿Fanática de los vampiros?
-Tienes toda la maldita casa llena de decoraciones con murciélagos y ese estante con libros relacionados con vampiros.
-Claro, los murciélagos son animales bastante interesantes. Sin embargo no soy una fanática de vampiros, simplemente los estudio para destruirlos. –Damián no tuvo oportunidad de reaccionar antes de que ella jalara una de las pesadas cortinas de la habitación y dejara entrar los rayos del sol justo sobre él, se retorció desesperadamente pero ya nada podía salvarlo, todo su cuerpo estalló en llamas hasta convertirse en cenizas.
La caza vampiros abrió una compuerta en la placa y extrajo un frasco en el que habían caído los restos de lo que alguna vez fue un despiadado vampiro, escribió la fecha en la etiqueta y lo colocó en el estante junto a los demás. Era hora de descansar, esa noche saldría cazar de nuevo.

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