Aún recuerdo como empezó todo. Me encontraba escuchando
música a un volumen inaceptable para los vecinos, por supuesto me tenía sin
cuidado pues asuntos más importantes inundaban mi cabeza.
Me preguntaba como había logrado librarme de tantos
problemas, ¿sería la suerte? ¿el destino? A decir verdad sólo esperaba el
momento en que me atraparan en un engaño, un robo, tan sólo en una pequeña
mentira. La paranoia me invadía.
Continuaba con mis extensos monólogos teniendo como único
testigo a la soledad cuando
repentinamente caí dormida, o al menos eso creí. Desperté en medio de una
omnipresente oscuridad, por fin mi suerte había terminado, me sentí feliz pues
nunca había conocido esa incertidumbre. Me formulé un sin fin de preguntas que
nada a mi alrededor podía contestar.
Caminé por aquél lugar y me sorprendió su extensión,
además del hecho de que no parecía haber objetos en ningún sitio. Tras un par
de horas de caminar la desesperación se apoderó de mí, comencé a correr pero
era inútil, el lugar era inmenso, parecía no haber paredes. Resignada me
detuve, aún cuando quisiera estaba demasiado cansada para continuar y
finalmente el peso de mi cuerpo me venció haciéndome caer.
Sin más que hacer comencé a llorar más patéticamente que
un niño por un dulce. Mi llanto fue interrumpido por una extraña y asexuada voz
que me decía:
-No
debí facilitarte tanto las cosas, te he consentido mucho y ahora eres incapaz
de valerte por ti misma. Una pequeña dificultad y así es como reaccionas, rindiéndote
y llorando como un infante.
Levanté el rostro e intenté descubrir de donde provenía
esa voz pero la oscuridad apenas me permitió vislumbrar una andrógina silueta
humana. A pesar de todo tuve un extraño sentimiento de familiaridad como si
siempre lo hubiera conocido. Tenía tantas preguntas que hacerle, pero no me
permitió hablar.
-Siempre
te he brindado mi ayuda, y ahora me pregunto si en verdad la merecías. Por eso
te traje aquí, me demostrarás que no me equivoqué y yo te regresaré a tu vacía
vida, de lo contrario vivirás en este lugar eternamente. Continúa tu camino a
través de aquella puerta, no me decepciones, y por cierto, mi nombre es Lenore.
Me señaló una gigantesca puerta de cuyos bordes salía un
extraño resplandor. Estaba totalmente convencida de que tal puerta no existía
antes de hablar con Lenore. No pude preguntarle nada pues ya había
desaparecido.
Caminé hacia la inmensa puerta de madera y noté algunos
rasguños en ella, además de algunas manchas de algo que preferí no identificar.
Tras esa tenebrosa puerta no sabía que podía encontrar, me encontraba asustada
pero en ese lugar ¿qué más podía hacer?.
Con mucho trabajo logré mover la puerta, no pude abrirla
del todo pero sí lo suficiente como para llegar al otro lado. Era un sitio muy
iluminado por lo que mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz.
Cuando por fin la luz dejó de molestarme pude ver mi
entorno y noté que la gran puerta de madera ya no estaba. El lugar en el que
ahora me encontraba era el más extraño y magnífico en el que había estado,
seguramente sería la envidia del mismo Willy Wonka pues aquel era un sitio
hecho enteramente de dulces, que por cierto eran una de mis mayores
debilidades.
Sin siquiera pensarlo comencé a devorar lo que parecía
más delicioso, las manzanas acarameladas de los árboles, las paletas en forma
de flores y las cercanas nubes de algodón de azúcar. Su sabor era tan exquisito
como imaginaba.
Y mientras me atiborraba de todo esto volví a ser
interrumpida
-¿De
verdad crees que te traería sólo a comer dulces? No olvides que estás aquí para
probarme que mereces tu vida y hasta
ahora llevas dos pruebas fallidas. Te faltan dos más y te recomiendo que
comiences a esforzarte. Busca las siguientes dos puertas.
En esta ocasión pude observar mejor a Lenore, llevaba una
larga gabardina negra que apenas dejaba ver sus pantalones del mismo color.
Usaba un sombrero que sólo permitía ver la mitad de su rostro, sus labios y su rizado
cabello castaño oscuro. Me seguía pareciendo un ser andrógino, incluso ahora no
podría afirmar si era hombre o mujer.
Traté de preguntarle sobre las pruebas pero tenía la boca
llena de dulces y sólo pude vociferar ruidos ininteligibles. Me miró con cara
de desagrado y me dijo:
-Deberías
poner más atención a lo que comes pues no todo es lo que parece y menos en este
lugar.
Tomó una de las manzanas del árbol y con un cuchillo que
sacó de su gabardina la cortó en dos, de ella salió un desagradable líquido
verdoso y un par de gusanos. No pude evitar un exagerado gesto de asco que le
pareció hilarante a Lenore. Quien desapareció mientras yo arrojaba los dulces
que aún cargaba.
Aún recuperándome de esa terrible experiencia, caminé un
poco más por aquél lugar que ya no me parecía tan maravilloso y encontré otra
puerta. Esta era muy pequeña, como la entrada de una casita de niños, era de
plástico y tenía algunos dibujos infantiles.
La abrí y entré nuevamente a un lugar oscuro, aunque no
tanto como el primero. No tenía idea alguna de que debía hacer, ¿era mucho
pedir una pista?
El lugar era muy amplio y aún más insólito que el
anterior. Era una especie de bazar nocturno lleno de criaturas mitológicas.
Estaba impactada por el espectáculo tan inusual cuando se me acercó un sátiro
extrañamente grande que me pareció sospechoso además de ser la criatura más
horrible que pudiera existir.
-Pocos
vienen por aquí, sé porque tú lo estás y puedo ayudarte a salir. Sólo tienes
que acompañarme.
Di un absurdo argumento sobre no hablar con extraños y
fui a buscar a alguien más a quien pedirle informes. Nadie me decía nada útil.
Finalmente un tierno conejo parlante me dio un mapa con la ubicación de la
siguiente puerta.
Seguí cada paso del mapa alejándome cada vez más del
bazar y llegué a un extenso terreno sin ninguna persona alrededor, ni mucho
menos una puerta. Examiné el mapa en búsqueda de errores y repentinamente caí
en un agujero lo suficientemente profundo para no permitirme salir sin ayuda
externa.
Sabía que no pasaría nadie por ese lugar, el conejo me
había engañado. Pronto descubrí que el agujero era parte de una red de túneles
y me adentré a explorarlos. Cada vez los túneles se volvían más oscuros y
tenebrosos. Escuché pisadas y descubrí que era un adorable gato gris de ojos
azules, enternecida me acerqué a él pero éste saltó y comenzó a arañarme
frenéticamente.
Por más que lo intentaba no podía quitármelo de encima,
terminé por sólo cubrirme el rostro en la espera de que se cansara, creí que
nunca me libraría de él pero de pronto alguien lo tomó y lo lanzó lejos.
Cuando retiré las manos de mi cara no pude tener una
mejor visión pues mi salvador era el joven más atractivo que hubiera visto, era
bastante alto, de piel inmaculada muy blanca, los más bellos ojos verdes, unos
delgados labios perfectos y ondulado cabello oscuro que enmarcaba aquel rostro
celestial. ¿Lenore?
-Sospechaba
que caerías en la trampa del conejo, todos los hacen. Te dije que vinieras
conmigo.
-Disculpa
pero yo jamás te había visto.- le contesté aún impactada por su belleza, era el
joven más guapo que jamás hubiera visto.
-No
me sorprende que no me reconozcas sin el disfraz de sátiro, lo uso pues no me
gusta que me juzguen por mi apariencia pero no quería ahuyentarte de nuevo. Mi
nombre es Donatien y espero que esta vez me permitas llevarte a la salida de
éste lugar.
Caminé junto con él largo rato descubriendo que además de
su belleza Donatien era muy inteligente, divertido y compartía mis ideas. Me
enamoré de él rápidamente y comencé a preguntarme si de verdad quería volver a
mi vida cotidiana.
Sí, el lugar era extraño pero podía acostumbrarme si
estaba con Donatien. Y así comencé a inventar pretextos para retrasar la
llegada a la puerta. A él parecía no molestarle e incluso accedió a mostrarme
con detalle el curioso bazar. Platicamos por horas y finalmente le dije mi
propuesta de vivir en ese lugar. Él se puso muy serio y me dijo que a pesar de
que le agradaba mi compañía ese no era mi lugar.
Así que continuamos con el camino hacia la puerta, pero
yo sólo pensaba en una forma de convencerlo, de permanecer más tiempo con aquel
ser tan perfecto, tan brillante, tan agradable, pero sobre todo tan guapo.
Estaba segura de que lo lograría, después de todo siempre conseguía lo que
quería.
Llegamos a la puerta, que era muy semejante a la de un
cine. Me paré frente a ella sin la menor intención de cruzarla y comencé a
hablar con Donatien, a pesar de sus negativas iniciales terminé por convencerlo
de quedarme con él algunos días, que – si todo marchaba como lo planeaba – se
transformarían en semanas.
A él también comenzó a emocionarle la idea e iniciamos
una plática sobre como serían nuestros días juntos, me mostraría los curiosos
productos que se vendían en el bazar, me presentaría a otros seres
interesantes, nos vengaríamos de aquel conejo que me engañó, incluso prometió
mostrarme el pequeño lago que había en ese lugar y nadaríamos juntos en él. Él
terminaría enamorado de mí y me pediría que nunca me fuera.
-Todo
fue un fracaso, te traje aquí para que cambiaras, para que superaras tus
problemas ¡y sigues viviendo en una ilusión! Cuando entenderás que no puede ser
así.- dijo Lenore que como siempre apareció de la nada.
No le di importancia a sus palabras, le sonreí, estaba
convencida de que luego de hablar con ella también accedería a dejarla vivir en
ese lugar pero antes de que me dejara utilizar algún extenso discurso para
convencerla ella tomó a Donatien y antes de que pudiera reaccionar sacó
nuevamente el cuchillo de su gabardina y le cortó la garganta.
Él cayó al suelo y corrí hacia él, la sangre manaba de su
cuerpo a grandes chorros, su vida se desvanecía rápidamente y súbitamente su
corazón dejó de latir. No lo podía creer, comencé a llorar aferrada a su cuerpo
ensangrentado.
-¡Donatien!
¡Donatien! ¡Donatien!
-¿De nuevo gritando?,
¿olvidaste darle su medicina otra vez?- dijo una voz asexuada desde algún sitio
de ese pequeño cuarto blanco.
-No lo olvidé, simplemente me
parece que esta chica es un caso perdido. Lleva 2 años aquí sin mostrar
mejoría.- dijo una atractiva enfermera pelirroja refiriéndose a una jovencita de
unos 19 años que se encontraba atada en la cama de un hospital psiquiátrico.
-Algunas personas no merecen
la cordura.- respondió aquella voz.
-Eso es muy cruel Lenore...
Para ser un relato corto es bastante aceptable, empero creo que aún así te hizo falta un poco más de detalles al describir tanto a los personajes como a los escenarios; ya que de otro modo cuesta un tanto más de trabajo transportarse a ese mundo que buscas precisar en tu relato. Saludos.
ResponderEliminar¡Lenore no es más que su pesadilla terrenal! excelente
ResponderEliminarNo imaginé él final, pero de cierta forma me pareció excelente
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